El próximo viernes, 4 de octubre, a las 11 horas, tendrá lugar la presentación de HaD en la Universidad Nacional de Rosario en el marco de las III Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea.

Participan

María Inés Carzolio, 
Universidad de Rosario

«Introducción a HaD»

Nidia Areces, 
Universidad de Rosario

«Historia y ética en HaD»

Irma Antognazzi, 
Universidad de Rosario

«HaD y la Historia Inmediata»

María Luz González, 
Universidad de Mar de Plata

«Cómo compromoterse con la Historia a propósito de las II Actas de HaD»

Gonzalo Pasamar, 
Universidad de Zaragoza

«HaD, una propuesta en construcción (1993-2002)»

Lugar

Aula 11 de la Facultad de Humanidades y Artes
Entre Ríos 758, Rosario
República Argentina
Informa María Inés Carzolio

Nota Habrá una segunda presentación de HaD en Rosario, los días 18-19 de octubre, con motivo de las V Jornadas Nacionales y II Jornadas Latinoamericanas que organiza el Grupo de trabajo Hacer la Historia de la UNR.

 

FOTOS

MARÍA INÉS CARZOLIO
Universidad Nacional de Rosario

El primer Congreso Internacional de Historia a Debate tuvo lugar en 1994. La convocatoria halló desde sus comienzos una espontánea respuesta en la comunidad de historiadores en un ámbito ampliamente internacional. Fue resultado del primer Congreso, la publicación de tres ricos volúmenes de ponencias y discusiones, a los que se agregaron más tarde, otros tres de contenido específico Galicia, Historia Medieval, América Latina.

Si la respuesta a la primera convocatoria pudo sorprender, para la segunda los propios participantes anticiparon la importancia que alcanzaría el evento al sugerir temas y problemas a tratar.

Desde las primeras jornadas se dibujaron las líneas de desarrollo que caracterizaron su realización y que se vincularon con los debates sostenidos a través de la red el interés por los temas historiográficos, por la «crisis de la historia», por la globalización y los derechos humanos, por la alteridad y el multiculturalismo, por la historia del presente, por la cuestión de Chiapas o por los textos del zapatismo…

Entre tanto, la elaboración del Manifiesto conjugaba las conclusiones a las que se había arribado buena parte de los participantes en el campo teórico-metodológico y en el de los compromisos éticos. Muchas de estas cuestiones fueron exploradas a través de una muy extensa encuesta respondida voluntariamente por estudiosos de la historia.

El segundo Congreso confirmó el acierto de la primera convocatoria y consolidó la afirmación de líneas que atravesaron la «crisis de la historia»- en realidad «la crisis de los historiadores» según creo ­ renovando perspectivas de caminos ya transitados y confirmando principios de interdisciplinariedad, pero avanzando también por senderos poco o nada explorados e incorporando las solicitudes de un presente que impone sus urgencias.

A partir de este momento convoco a docentes y alumnos a consultar los tres volúmenes del segundo Congreso de Historia a Debate, generosamente donados por su editor y el ejemplar del Manifiesto que puede obtenerse en la fotocopiadora.

(Un profesor recordó aquí y escribió en la pizarra la dirección web de HaD)

Irma Antognazzi
Docente titular de Problemática Histórica de la Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Nacional de Rosario
.
Directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia. [email protected]

Título La Historia Inmediata en Historia a Debate

Mi primer contacto con Historia a Debate fue a través de una conferencia del Prof. Carlos Barros en esta Facultad de Humanidades y Artes en 1997. Me interesó su pasión por la tarea que estaba emprendiendo y particularmente, lo que coincidía con mis preocupaciones, su interés por desarrollar el campo teórico del trabajo del historiador.

HaD ya había realizado su primer Congreso en 1993 y estaba en la preparación del Segundo. Me interesó particularmente la actitud democrática en la construcción del espacio que se proponía. Su invitación a hacer sugerencias acerca de temas de debate, de organización y de funcionamiento para dicho Congreso me generó confianza. Contestando a aquella invitación a participar en un espacio nuevo que ponía a disposición de los historiadores le decía en aquel momento «hay una inquietud que tenemos aquí y que creo que es bastante general la cuestión de la necesidad de teoría para la investigación histórica y todas las ciencias sociales…. Esa es una cuestión y la otra, -que considero una demanda más general que trasciende el marco de los historiadores y se instala en el seno de toda la sociedad-, es la exigencia de entender el presente como historia». Justamente sobre esos temas trabajé para mis exposiciones en dicho 2º Congreso de HaD en 1999 en Santiago de Compostela.

En la compleja situación mundial está sobre el escenario el tema de la historia como nunca antes. Se reflotan períodos que parecían abandonados para siempre, pero en general como pasados concluidos, cerrados, no formando parte de un proceso histórico, que, ignorado o no, está interviniendo en el presente. ¿Algunos ejemplos?. El nazismo. Otros momentos históricos cruciales están clausurados como la revolución rusa, la guerra de Viet Nam, y en nuestro continente la revolución sandinista, el peronismo en nuestro país. Otros, abordados con una parcialidad tal que invalida la explicación del proceso histórico, como presentar el estudio de la dictadura militar en Argentina como terrorismo de estado, fenómenos que ya no pueden ocultarse, pero usados a su vez como pantalla de otros fenómenos que están clausurados

para la explicación científica y académica, como el proceso de endeudamiento externo como dominación política, o el proceso de concentración capitalista en manos de la oligarquía fiannciera.

Con los hechos del presente, los del día a día, ocurre otro tanto. Son abordados como conjunto de datos aislados, o entrelazados con la lógica de los fenómenos aparentes sin análisis de procesos. El presente queda en manos del trabajo periodístico o del discurso político, sin rigor historiográfico, que pocos exigen, porque no hay formación generalizada en la población acerca de las formas en que se construye el conocimiento histórico.

Está instalada una tradición de que el presente no es historia, que la historia propiamente dicha termina en un pasado más o menos cercano, pero termina al fin. Este enfoque acerca del trabajo del historiador está dejando un espacio que ocupan los llamados «comunicadores sociales» que «ponen»- (imponen) – desde su formación más bien técnica y careciente de oficio historiográfico y desde las agencias de transnacionales de comunicación cada vez más concentradas- , una «verdad» que presentan como absoluta, -aún cuando el mismo discurso «oficial» trata de rebatir las supuestas certezas del «modernismo». Esta cuestión abre un rico debate acerca del papel activo del historiador y su obra, cuestión que no es nueva, pero que requiere ser discutida a la luz de las demandas actuales de la humanidad que se halla en una encrucijada.

Estas inquietudes fueron ampliamente recogidas en el Segundo Congreso de Historia a Debate y lo evidencian las Actas, que editaron no sólo las ponencias sino los debates de las diversas Mesas y Paneles que abordaron problemas como el compromiso social, la ética, el papel de la enseñanza y de la difusión de la historia, las universidades y la calle, entre otros. HISTORIA A DEBATE se autodefine como «lugar de encuentro, discusión y consenso, experimentación, de los historiadores del mundo». Ese «encuentro» se mantiene en el día a día a través de la red virtual y la localización de información, debates y documentos de interés en la página Web. Los Congresos y los Seminarios periódicos, así como los encuentros de HaD en distintos países del mundo para presentar las Actas y su Manifiesto, son lugares de trabajo donde impera la amplitud y la diversidad.

Los tres tomos de las Actas del 2º Congreso con sus títulos, «Cambio de siglo», «Nuevos paradigmas» y «Problemas de historiografía» son el vigía del cumplimiento de los objetivos de HaD y a la vez el desafío para desarrollarlos entre congreso y congreso. La red virtual va haciendo ese

trabajo cotidiano, tejiendo una amplia comunidad de historiadores de todo el mundo. Van surgiendo no sólo nuevos temas, sino nuevas modalidades y aportes que requieren ir creando nuevas normas de convivencia en este espacio virtual. Es un cuerpo vivo, donde con la capacidad profesional y la aguda sensibilidad del equipo coordinador dirigido por el Prof. Carlos Barros, se van plasmando novedades y rectificando maneras de participar. De ese modo se ha abierto el rumbo de lo que se llama HISTORIA INMEDIATA, a propósito de la intervención del historiador ecuatoriano Juan Paz y Miño que envió un análisis historiográfico de la insurrección popular en Ecuador en paralelo a los hechos. Hubo otros ejemplos de interés, como va siendo actualmente el debate en el día a día de los hechos en Venezuela.

HISTORIA INMEDIATA abrió una brecha en torno a esa temática que empezó a inundar el espacio virtual de comunicaciones propias y ajenas, reenvíos, documentos diversos, heterogéneos en calidad y modalidades, que obligaron a poner algunas normas de control a la correspondencia emitida. Ese espacio, es todavía desparejo, todavía se confunde con noticias, comentarios y opiniones diversos acerca de hechos que están ocurriendo. Es un campo que la historiografía actual todavía no ha incorporado plenamente como propio desde las instituciones académicas, y desde los medios masivos de comunicación se ocupa ese espacio. Justamente desde los medios se extiende una falacia tal como tratar los hechos del presente es «hacer política» y esa actividad de «hacer política» está vedada en la escuela y esa negación tallada a fuego en la formación de los docentes y futuros historiadores. En cambio sí pueden «hacer política» los comunicadores sociales quienes por otra parte, y no es casual, no están formados en el quehacer historiográfico.

El análisis historiográfico del presente, no es algo que debamos inventar. Por ejemplo toda la obra de Marx , de Engels, de Lenin, aparte de la específicamente teórica, son trabajos de análisis histórico de su presente, involucrados en esos procesos, concientes del papel que jugaban sus análisis para la sociedad. Son obras que tienen validez hoy aunque el temor de docentes e investigadores a romper las modas impuestas no les permita incluir en bibliografía trabajos como La guerra civil en Francia, o La situación de la clase obrera de Inglaterra, o el estudio acerca del

Imperialismo como fase superior del capitalismo, entre otros. La fuerza de esos trabajos está dada precisamente en una conjunción de teoría y práctica, de teoría ­ método e historia concreta, porque precisamente esos autores están situados con conciencia del lugar social que ocupan dentro del proceso que están viviendo. Este punto es para mí central en lo que se titula en HaD, HISTORIA INMEDIATA, quizás sin encontrarle todavía un mejor calificativo para expresar esta serie de problemas que encuentro comunes a todos los historiadores y no solamente a quienes se van a abocar al estudio de la historia que transcurre hoy. ¿Es que realmente habría una diferencia sustancial entre el tratamiento historiográfico de los hechos pasados y los del presente? Creo que no. Los historiadores podríamos ir creando un campo común en que nos identifique la pasión por encontrar explicación al proceso histórico, por detectar los factores en juego, su trama compleja, su distinta perspectiva temporal y espacial, una pasión colocada a partir de querer saber cómo es, qué pasa, para actuar, para transformar, para dejar huella, para hacer camino, con la obra historiográfica, que al develar, al encontrar, al sugerir nuevos problemas, descubra las posibilidades que se abren en el presente en el camino de hacer la historia, en vez de dejar que se instale el discurso que quiere imponer la idea del final de la historia o de los rumbos inexorablemente trazados sacando del medio el protagonismo de los pueblos.

Haber devastado el campo del trabajo historiográfico anulando el concepto de clases sociales a partir de pretender imponer que ya no existen, es un grave problema para los analistas del presente, que están desvalidos para explicar la trama profunda de los enfrentamientos sociales. No porque el enfrentamiento entre clases esté siempre presente ni sea el único que permita explicar todos los conflictos. Sino porque ese concepto puede servir, por ejemplo para explicar por qué se incentivan ciertos enfrentamientos que no son de clase, y que por el contrario sirven al poder.

Los choques de «pobres contra pobres», de «hombres contra mujeres», de «viejas generaciones por nuevas», entre credos religiosos, entre etnías,

etc. pueden no ser en sí mismos enfrentamientos de clase. Sin embargo sí lo son las políticas que se introducen para agrandar esas controversias sociales desde el poder financiero, por ejemplo. Como también lo serían si desde otro lugar y otros intereses, se buscara limar esas diferencias y transformarlas en fuerza de unidad popular. Haber perdido la categoría teórica de capitalismo para explicar el proceso histórico actual, anula ciertas raíces teóricas para pensar el presente.

En este sentido, la RED VIRTUAL DE H A D DE HISTORIA INMEDIATA, recoge aportes sobre fenómenos del presente, producidos por diversos participantes de la red, aunque consideramos que en su mayoría distan de ser trabajos desde lo que aquí definimos como perspectiva historiográfica. La HI es un área nueva. Los obstáculos que imponen los sectores de poder son numerosos para avanzar en esa dirección. Ha sido desvalijada la intelectualidad de una herramienta para pensar el movimiento de las sociedades que es la teoría materialista histórica dialéctica, con algunos argumentos que parecieron válidos, como que era una teoría que había surgido en el siglo XIX. Sin embargo el capitalismo tan exhaustivamente explicado en su forma original y en su fase imperialista, sigue existiendo en esta etapa de transición hacia formas superiores en que el choque de intereses pone cada vez más al desnudo la validez de la teoría que explica los movimientos de las sociedades humanas. La carencia de la formación teórica- metodológica para estudiar la historia del presente en los ámbitos académicos y educativos en general es evidente. Es que investigar el presente lleva de hecho a involucrarse. Los movimientos de los procesos actuales son tan acelerados, tan numerosos y complejos que exigen la permanente actualización de los docentes. Por eso muchas veces son las nuevas generaciones de estudiantes que plantean la demanda por el presente en los ámbitos educativos, y muchos docentes, se muestran incapaces

por ahora de abordarlos con la seriedad de un estudio científico. Las nuevas improntas de los cambios de planes educativos, introducen los temas del presente pero desde un abordaje ahistórico.

HI COMO LÍNEA TEMÁTICA DE HAD. empieza a abrir ricas posibilidades entre los historiadores. Todavía hay mucho por hacer. La necesaria formación del historiador involucrado en su sociedad deben evitar que se confunda la historia del presente con apreciaciones subjetivas en torno de eso, brindadas por los testigos oculares o participantes, protagonistas directos, o por el protagonismo del historiador mismo. El auge de la fuente oral, sin análisis teóricos y sin cotejar con otras fuentes; o la falta de ubicación conciente del historiador o del científico social o comunicador social, lleva la posibilidad de distorsionar las conclusiones acerca del presente. La H I que proponemos es Historia con todo el rigor del trabajo historiográfico, porque es posible y porque es necesario. En el presente está el pasado, pero considero que es más necesaria para cambiar la historia, la convicción de que en el presente está haciéndose, gestándose, incubándose el futuro. Y es grave que hoy los historiadores nos desentendamos del presente como historia. El trabajo es arduo. Los hombres y mujeres que hacen la historia con millones de actos de sus vidas cotidianas, no son hombres de ciencia. Aunque cuanto más claro tengan el sentido de los procesos históricos, conozcan las fuerzas en juego, más cerca estarán de encontrarse con los objetivos que se proponen.

A mi entender HI o HISTORIA DEL PRESENTE como me gusta más llamar, tiene un lugar de importancia creciente en el campo historiográfico. Es una demanda social y sobre esto HaD. da el impulso necesario.

En H I se aceptan todas las opiniones, lo cual está bien en aras del pluralismo y la libertad de expresión; pero mi idea es que Historia a Debate podría avanzar en el sentido de ir sistematizando requisitos propios del trabajo historiográfico para analizar los procesos del presente en perspectiva hacia el futuro. No tenemos por qué quedarnos en un tratamiento superficial y justificador de opiniones cuando se trate de fenómenos del presente que no aceptaríamos para otros estudios de la historia pasada. Esta exposición hoy aquí, al explayarme acerca de la Historia del Presente, cubre también mi falta de dedicación en los últimos tiempos para aportar al debate que han abierto Carlos Barros y sus colaboradores. ¿Es que quizás, la historia inmediata de mi país, me está llevando más a hacer la historia que a estudiarla? Trato de tener presente esta posibilidad para controlar el rumbo de mis acciones desde la cátedra y la investigación, desde el trabajo individual y el trabajo colectivo.

HAD VALE LA PENA, aún cuando ha quedado expresado en mi exposición que yo no soy de aquellos que creen que se han «terminado las grandes teorías» y que se trata de formular «nuevos paradigmas». Sostengo que hay todavía teoría útil para pensar la realidad social y desde ese conocimiento de los procesos es posible aportar para transformarla y hacer crecer la teoría. Y que el materialismo histórico no es una teoría agotada; contrariamente a lo que ocurre con otras ciencias donde las teorías son exhaustivamente estudiadas y usadas y cuando están oxidadas van a parar a los trastos viejos porque otra la supera, aquí, en el caso del movimiento de lo social, se pretendió tirarla al cuarto de los trastos viejos desde que surgió sin haberle exprimido toda su potencialidad. No es casual que haya estudiantes que empiezan a preguntar por fenómenos de la realidad presente y reclaman teoría y bibliografía acerca del materialismo dialéctico porque con los elementos que les provee la academia «oficial» no tienen respuesta. Formo parte de HaD en la medida que, en este espacio, es posible abrir un diálogo sobre estas preocupaciones del trabajo del historiador . Estimula advertir que en distintos lugares del mundo está creciendo la demanda del trabajo historiográfico para explicar los procesos actuales. Al punto que empiezo a ver que el historiador del presente es una pieza clave que puede ser consultado como perito para deshacer falacias, para analizar procesos, que son manipulados desde los sectores de poder. Vale HaD con su HI como un lugar de construcción de las nuevas demandas hacia la historia como ciencia y como materia social.

Irma Antognazzi
Rosario (Argentina) 3 de octubre de 2002.

Nidia R. Areces
Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario

La propuesta de Historia a Debate y la Universidad argentina. Debate de ideas y compromiso ético.

Los problemas abordados en las ponencias y en las mesas redondas desarrolladas en el II Congreso de Historia a Debate realizado del 14 al 18 de julio de 1999 en Santiago de Compostela, reflejan las inquietudes, las preocupaciones y las opiniones de historiadores provenientes de distintos ámbitos y países. Como apunta el Secretario y organizador de los dos Congresos, el Profesor Carlos Barros de la Universidad de Santiago de Compostela, la Historia a Debate podrá ser «una radiografía excepcional de la situación de la disciplina de la historia ante el nuevo siglo».

La mayoría de las exposiciones publicadas en los tres tomos del último Congreso me interesaron, pudiendo coincidir o no con las opiniones planteadas. El puntualizar coincidencias -que son las más- y disidencias no es el tema de mi exposición. Para referirme a dicho tema «La propuesta de Historia a Debate y la Universidad argentina. Debate de ideas y compromiso ético» menciono en particular el intercambio de ideas de la Mesa «El Historiador, la ética y el compromiso social» porque los participantes -desde distintas ópticas, desde distintas vertientes ideológicas- opinaron sobre temas que hoy son centrales para pensar en la transformación de la universidad pública argentina, ámbito de mi formación y de mi trabajo como docente-investigadora en Historia.

El planteo que desarrollaré sea tal vez visto como ‘ingenuo’, me remito al significado desde el derecho: nacido/nacida libre y que no ha perdido su libertad. A partir de esta ‘ingenuidad’ me atrevo a reflexionar sobre la universidad argentina y la propuesta de Historia a Debate. Entiendo que la universidad se encuentra sumergida en el modelo debacle del capitalismo, denominado así porque como todos los desastres o las hecatombes tiene un comienzo y un final anunciados. La universidad con este modelo ha perdido progresivamente universalidad siendo ésta una cualidad de independencia universitaria frente al particularista interés mercantil dominante, es decir, ha ido cediendo autonomía frente a la mercantilización de la educación y de la cultura.

Una mercantilización de la vida que responde al modelo debacle al que tibiamente se denomina globalización pensando erróneamente en un proceso natural donde las fronteras se abren y los países se unen quedando desdibujadas las verdaderas protagonistas, las trasnacionales cuya propia naturaleza hace que persigan, como principal objetivo, apropiarse de mercados e incrementar en forma exhorbitante la tasa de ganancia. Por el contrario, si se observa el devastador efecto de esta globalización sobre el conjunto de la población se patentiza la configuración de un mundo donde la mayoría son arrinconados en la marginalidad y en la pobreza. La explicación de esto reside precisamente en la abusiva concentración de poder económico y político que este modelo alienta en contraposición a la exclusión de grandes grupos humanos, trágico fenómeno de inclusión/ exclusión que se visualiza con crudeza en la Argentina y del cual la universidad no queda afuera.

Incumbe a los historiadores y en general a los cientistas sociales generar capacidades para investigar esta «etapa de peligro» revelando tanto la lógica más profunda del devenir histórico como los múltiples proyectos alternativos de construcción de los futuros posibles, comprendiendo criticamente el pasado y restituyéndolo en su compleja totalidad. Recordemos que entre las Propuestas metodológicas de Historia a Debate se encuentra la V «Contra la fragmentación» donde se plantea la adopción de la globalidad no como «horizonte utópico» sino como punto de partida de las iniciativas de investigación.

En el marco del modelo debacle, las universidades nacionales han recibido fuertes embates. Nos referimos a los proyectos educativos que se presentan inspirados por el neoliberalismo. Todos traen aparejado el reforzamiento de las diferencias y de la exclusión. Mencionemos, en forma genérica, el proyecto de privatización de los sistemas de enseñanza, la denominada descentralización de gestión sin la correspondiente descentralización de los recursos del Estado, el énfasis en la especialización profesional para reducir el desempleo o para atenuar sus efectos, la implantación de medidas de productividad de los profesores a través del número de alumnos que permanecen asistiendo a la institución educativa o que son promovidos, los cortes financieros de los proyectos de investigación, los misérrimos salarios, la introducción de mecanismos de selección en el acceso a la enseñanza superior, el pago de tasas en las universidades públicas, la reducción en los servicios de asistencia a los estudiantes, etc, etc. No podemos dejar de calificar al sistema de incentivos aplicado a partir de 1994 como nefasto, como un disrruptor negativo. Este sistema «incentivó» [entre comillas] la ‘desformación’ y el vaciamiento profesional cuantificando los resultados a alcanzar en corto plazo y privilegiando la competitividad individual, en el marco de una abusiva especialización y segmentación del conocimiento que responde por cierto a la misma lógica del modelo productivo de esta etapa del capitalismo.

Pero el sistema ha mostrado sus quiebres. Estamos en tiempos de cambios. ¿Qué apreciación tenemos acerca del proceso iniciado en Argentina en diciembre del 2001 desde y con los ojos de la democracia? ¿Qué apreciación tenemos de la actual situación universitaria argentina? Por empezar los principios de la democracia son los que deben imperar. Pero ¿de cuál democracia? Una democracia que asegure los derechos fundamentales de los hombres y de las mujeres, que se sostenga sobre la verdad. Estos valores fundamentales son los que, en los últimos tiempos, han sido bastardeados en la Argentina, no escapando a esto la universidad que ha sido avasallada y corrompida por los personeros de turno quienes han creado un clima de clientelismo, favoritismo y tráfico de influencias. Todo esto en el marco de una impresionante reducción presupuestaria que entre otros resultados ha agudizado la diáspora de muchos educadores, científicos y tecnólogos. En síntesis, con la aplicación del ajuste se intenta poner fin al proyecto aún vigente de una universidad pública de excelencia sobre la cual aún pesan los efectos trágicos y destructivos del Proceso Militar.

Frente al desaliento hay que lograr un giro hacia la esperanza, y con él introducir en la experiencia universitaria argentina la fuerza de la imaginación como memoria recuperativa y como deseo de transformación. Se necesita de esta fuerza unida a la voluntad de cambio para elaborar propuestas consensuadas basadas en principios éticos que se conviertan en estatutos orientadores de una universidad acorde a estos tiempos con seguridad refundacionales de la sociedad y del Estado argentino.

Es perentorio modificar el actual estado de cosas en la universidad convertida en un campo de repartija de los partidos políticos tradicionales y de contrapunto despiadado de la supuesta realización profesional, situaciones entre otras que la condujeron a relegar su función de contrapeso frente a la crisis neoliberal y a eludir los cambios reclamados por el torrente crítico de la sociedad. Es ésta una tarea de la comunidad universitaria la que para hacerla tiene que trasvasar los límites falsamente impuestos y vincularse estrechamente con la sociedad a la cual responde y re-erigir así a la Universidad pública y gratuita -valiosa tradición educativa argentina- como bastión de la cultura crítica.

Conocemos las múltiples estrategias que los sectores dominantes utilizan para trabar el desarrollo del pensamiento crítico y la práctica científica. En este sentido el contar con mediadores complacientes y con genuflexos les asegura un canal para la autoperpetuación. A esos sectores les pesa que la universidad pública fuera y siga siendo, a pesar de los embates sufridos, la garantía de la mejor ciencia y de la formación de intelectuales comprometidos, porque la universidad que nació con la reforma del 18 sigue teniendo esa vocación de transformación del país que se logra a través de la construcción, crítica y en profundidad, del conocimiento.

Para construir la universidad a la que aspiramos recurramos a LA IMAGINACIÓN COMO PRÁCTICA SOCIAL. Ni como mera fantasía, ni como un pasatiempo, pero sí como un campo organizado de prácticas sociales, una forma de trabajo (tanto en el sentido de realizar una tarea productiva, transformadora, como en el hecho de ser una práctica culturalmente organizada), y una forma de negociación entre posiciones de agencia (individuos) y espectros de posibilidades globalmente definidos. Propiciar así un espacio donde se construya una identidad universitaria que traduzca la pluralidad, estimular así un debate de la contemporaneidad que resuma el ayer y el mañana, apoyando conductas y personalidades ejecutoras identificadas con los valores de la humanidad las que tendrán efectos expansivos en la institución universitaria.

LA PROPUESTA QUE PARTE DE HISTORIA A DEBATE SE UBICA EN LA BUSQUEDA DE UN PROYECTO DE UNIVERSIDAD DONDE FLUYA EL DEBATE DE IDEAS E IMPERE EL COMPROMISO ETICO, precisamente la universidad en la que estamos pensando.

Valoro por consiguiente el espacio abierto por Historia a Debate entre los historiadores porque entiendo que ha sido la construcción imaginativa la que ha insuflado de ideas a sus organizadores, y la que le ha permitido poner en práctica renovados proyectos para la disciplina histórica.

Agradezco su atención. Muchas gracias

Gonzalo Pasamar 
Universidad de Zaragoza (España)

 

«Historia a Debate», una propuesta en construcción (1993-2002)

Texto leido en la presentación de las Actas del II Congreso de «Historia a Debate» (III Jornadas de Historia Moderna y Contemporánea. Universidad Nacional de Rosario. Argentina, 2-4 de octubre de 2002).

 

Como ya se ha indicado, «Historia a Debate» (en adelante HaD) es incomprensible sin las ideas y la labor organizadora de su coordinador, el profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, doctor Carlos Barros. Sin embargo, es igualmente cierto que en los nueve años transcurridos desde su nacimiento, este proyecto ha transitado paulatinamente de unas reflexiones más o menos personales (recogidas en el I Congreso de HaD en el texto del propio profesor Barros, «La historia que viene», publicado en diversas revistas a partir de 1993) (infra.), hacia un proyecto asumido colectivamente que gira en torno a otro texto, también elaborado colectivamente: el «Manifiesto HaD» (11-9-2001). Tanto las presentes Actas como el Segundo Congreso, del cual surgieron, constituyen un momento decisivo en la transformación de las ideas de HaD en un proyecto intelectual e historiográfico colectivo con rasgos originales. En esta intervención voy a referirme a las propuestas historiográficas del Colectivo y de cómo han ido concretándose con el paso del tiempo hasta llegar al citado Manifiesto.


HaD ha sido, desde sus mismos inicios, un proyecto optimista; un intento de mostrar que los historiadores, si se lo proponen, pueden tomar la iniciativa en el intento de construir una nueva corriente historiográfica con todo lo que esto supone. Debe recordarse el detalle de que el surgimiento del proyecto, allá en los inicios de la década de los noventa y en el contexto de la historiografía española, fue una iniciativa, en cierto modo, a contra-corriente de otros comentarios mucho más pesimistas. Por aquel entonces, en la historiografía española ya no quedaba ni rastro de los dos rasgos que la han caracterizado secularmente (a saber: su centralismo y su poca receptividad o ignorancia de las novedades internacionales). No obstante, en esos años los historiadores españoles más inquietos eran notablemente pesimistas a la hora de valorar el grado de acompasamiento de la historiografía española con respecto a las corrientes foráneas. La estrategia de los organizadores del I Congreso de HaD fue, justamente, la contraria: tomar la iniciativa a la hora de reflexionar sobre la futura historiografía aplicando en la práctica la tesis de que la jerarquía «centro-periferias» había desaparecido del ámbito de la historiografía internacional.


Evidentemente, el contenido de las actas del Segundo Congreso (tres volúmenes, publicado en 2000) guarda relación con los seis volúmenes correspondientes al Primero (1995-96). En ambos casos se aprecian problemas y referencias comunes sobre epistemología y «filosofía interpretativa» de la historia. De hecho, el proyecto de HaD ya estaba esbozado de algún modo en la citada ponencia «La historia que viene», de Carlos Barros.


Tal ensayo podría definirse como una serie de reflexiones generales sobre el carácter científico de la disciplina de la historia en la tesitura de la desaparición de los regímenes comunistas y auge de las «teorías de la postmodernidad». Allí se observa un intento de síntesis de aspectos de las «nuevas historias» -anteriores y posteriores a los años setenta-, a la luz del significado filosófico de la caída del Muro de Berlín. El término kunhiano de «paradigma» sirve, a su vez, para subrayar el carácter científico de la historia y la importancia de la reflexión teórica. Así, en «La historia que viene» se reivindica un «nuevo paradigma historiográfico» a partir del replanteamiento de los principales supuestos en los que se basó el «paradigma común» que habría actuado de punto de referencia de los historiadores renovadores de la décadas centrales del siglo XX (marxistas, annalistas, etc.). El nuevo paradigma debería ser «más global y más transnacional» y basarse en la tesis de que la historia no ha perdido nunca el carácter de una ciencia social que se desarrolla mediante cambios paradigmáticos. Ahora bien, dicha ciencia social requeriría pensar en profundidad algunas nociones, como las siguientes: no existe una meta preestablecida y «el futuro está abierto»; es necesaria una historia global basada en una amplia interdisciplinariedad; o se precisa una narrativa no positivista y «socialmente útil».

Como puede observarse, estas reflexiones ya habían logrado definir un campo de problemas y de propuestas que se abría camino en medio de la retórica de las «nuevas historias» y en unos momentos en los que posiblemente se hallaba en pleno auge la influencia o los debates sobre el postmodernismo. Sin embargo, se trataba de elucubraciones todavía muy personales. De hecho, el Primer Congreso de 1993 (en el que participaron numerosas figuras reconocidas) se debería considerar, propiamente, una «toma de contacto» con la historiografía internacional y un primer intercambio de ideas. Esa es la razón de que en sus seis volúmenes de actas lo que predomine sea, precisamente, la presentación de esas «nuevas historias» (o «nuevos paradigmas»). Allí pueden hallarse desde la «historia de las mentalidades» hasta la «historia intelectual y el giro lingüístico» o la «microhistoria», pasando por la «historia de la familia», la sociología y la antropología históricas, «historia y psicología» o la biografía. Los problemas teóricos más abordados también demuestran lo dicho: el futuro de los Annales y el significado del «tournant critique», el papel del marxismo, la influencia del postmodernismo en la historiografía, o el problema de si existe una «crisis de la historia».


El Segundo Congreso (Santiago de Compostela, julio de 1999) representó un esfuerzo por ir más allá y precisar las nuevas inquietudes surgidas en los años noventa o no definidas hasta entonces. Fue, como digo, un paso decisivo en la conversión de HaD en un proyecto original.


No obstante, antes de continuar comentando este proceso de definición de ideas historiográficas, subrayaré un detalle de la estructura de ese Segundo Congreso que se refleja perfectamente en sus actas (recordemos que una tercera parte de las mismas está dedicada a transcribir en su totalidad los debates de las mesas redondas). Ese detalle es la participación de un pequeño número de figuras y la presencia, en cambio, de un elevado número de historiadores anónimos ávidos de participar no sólo como comunicantes, sino como intervinientes en las mesas redondas. Este hecho, que no ha pasado desapercibido a los observadores -se destaca con frecuencia en las treinta reseñas que se hicieron de este Congreso-, es sobre todo una muestra de que la reflexión historiográfica es una tendencia internacional. Se trata de un fenómeno que viene «desde abajo» y que no se limita en absoluto a una serie de grandes figuras que publican en las revistas de las áreas francófona y anglosajona, sino a algo mucho más extendido de lo que parece.

 

En las presentes actas se combinan la coherencia, que procede de la existencia de un proyecto relativamente definido, con notables dosis de espontaneidad y pluralismo. No es ninguna exageración afirmar que estamos ante un reflejo muy aproximado del actual estado de la historiografía a escala internacional.

 

Recordaré, por ejemplo, que en estos volúmenes podemos hallar diversos recorridos por la historiografìa del siglo XX -esencialmente de las últimas décadas-, panorámicas que adoptan una amplia perspectiva de historia de la historiografía y no se conforman con ser un mero «estado de la cuestión». O que, en materia de epistemología de la historia, estas actas reflejan con suma claridad los cambios acaecidos en los últimos veinticinco años; las críticas a las concepciones mecanicistas del principio de causalidad, a la filosofía analítica y a la «ilusión cientificista». De hecho, son recurrentes las apelaciones al «narrativismo» y a las tradiciones hermenéuticas; siendo P. Ricoeur, M. De Certeau, E. I. Marrou y H. G. Gadamer los autores más ensalzados. Por supuesto, también se rechaza el otro extremo: lo que llama un autor la «borrachera ficcional» (F. Dosse), traída por el postmodernismo. Sin embargo, no puede pasarse por alto que en estas actas se observa, igualmente, una significativa división de opiniones en algunos temas importantes como, por ejemplo, la valoración de cuál ha sido el verdadero impacto del postmodernismo y del postestructuralismo sobre el trabajo de los historiadores).

La filosofía histórica de referencia que se trasluce en dichas actas, explícita o implícitamente, es bastante plural y está marcada por numerosos matices. Podemos encontrar desde posiciones marxista-leninistas hasta la teoría del «campo de experiencia» y «horizonte de expectativa» de R. Koselleck, pasando por abundantes referencias a la «historia de la sociedad». Sin embargo, uno de los rasgos más llamativos es el notable interés en extraer consecuencias «teórico-culturales»; es decir, la importancia que se concede a la «filosofía interpretativa» de la historia, a las reflexiones sobre los acontecimientos históricos de los años noventa y su repercusión sobre la concepción de la historia.

 

El hilo conductor que une I y el II Congreso lo podemos hallar en el ensayo de Carlos Barros, «El retorno de la historia». Aquí observamos algunos temas típicos de HaD: la historia como ciencia paradigmática abierta a la
narración; la historia entendida como una ciencia social reivindicativa o comprometida, así como las apelaciones a «una historia más global». Pero enseguida puede apreciarse, igualmente, que dichos planteamientos han sido precisados y acompañados por un examen de los principales problemas o retos de la historiografía en la década de los noventa (y que se suman al desafío del postmodernismo); problemas que se resumen de la siguiente forma: de un lado, la aceleración de los acontecimientos y el desarrollo de la globalización; y, de otro, la tendencia protagonizada por muchos historiadores de «retorno a los archivos» y de olvido de la teoría y del compromiso social (lo que llama el autor, «un giro positivista» o «el gran giro»).  Así en «El retorno de la historia» se concreta y se insiste en varias cuestiones. Entre ellas, cabe destacar la necesidad de una historia más comprometida con las grandes causas sociales, que se compagine con la exigencia de salvaguardar lo esencial del oficio del historiador, es decir, «el compromiso ético por respetar la verdad pasada». La  importancia de la reflexión sobre el presente y el futuro de la historiografía y de los historiadores (lo que llama el autor «la historiografía inmediata») constituye otro elemento de la reflexión. Finalmente, son repasadas las posibilidades de la Red de Internet. Con ella se propone ayudar al intercambio entre disciplinas y dar a la comunidad de los historiadores una dimensión más global, lo que no es sino una referencia implícita al proyecto de página web puesta en funcionamiento después del Congreso de 1999 (www.vps12.h-debate.com). Con dicha página se ha creado un foro permanente de debate y un nuevo asociacionismo historiográfico superador del tradicional académico.

 

Finalmente llegamos al texto más colectivo de todos los de HaD: el Manifiesto de 11 de septiembre de 2001. Su aparición en la Red coincide con el ataque terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, lo que tiene un carácter simbólico que quiere aludir a la «historia inmediata» y a la responsabilidad ética e independencia intelectual del historiador. Indudablemente el Manifiesto es impensable sin los textos antes comentados, ya que los resume y desarrolla. Pero, además, también lo es sin la constatación de que la reflexión sobre la historia es una necesidad sentida entre muchos historiadores (lo cual, como se ha indicado, se reflejaba en las actas del Segundo Congreso y se ha seguido reflejando día a día en la página web).

 

Si hubiese que explicar cómo aparece reflejado el historiador y su trabajo a través del «Manifiesto» (y del Proyecto HaD en general), se podría comentar lo siguiente: En primer lugar habría que indicar que el mismo «oficio de historiador» queda definido de un modo amplio: los historiadores no son simplemente un puñado de profesores universitarios más o menos estabilizados, sino un colectivo mucho más extenso. Son todas aquellas personas que están en contacto con el estudio de la historia de modo no aleatorio (lo que incluye estudiantes, licenciados, archiveros y profesores de secundaria, etc.) (incluso se sugiere que los aficionados a la historia también pueden aportar ideas interesantes).

 

Esta definición amplia implica tener en cuenta problemáticas como las de las salidas universitarias o los «relevos generacionales». Sin embargo, hay que advertir que esa ampliación de lo que es el historiador no significa disolver su papel en una categoría intelectual más o menos indefinida. De hecho, en el Manifiesto se reivindica «la autonomía del historiador». Pero esta autonomía, además de poseer una vertiente científica, lleva consigo también una vertiente ética y social. Efectivamente, el Manifiesto reivindica la premisa del historiador comprometido con los problemas de su tiempo. Sin embargo, de lo que se trata es de una reformulación de este «compromiso social» a la luz de las experiencias o lecciones políticas e intelectuales de las últimas décadas. Dicho de otra manera: más que en una reivindicación de la típica imagen del historiador militante, se insiste en «la función ética» de la historia (es decir, del historiador).

 

Sin duda, una historiografía abierta al compromiso social y autónoma, tiene que ser una historia consciente de su importancia científica. Por ello el Manifiesto reivindica dos aspectos: una historiografía capaz de reconocer sus propias corrientes, ampliamente autorreflexiva y autocrítica; es decir, una historiografía que sepa dar respuesta a las necesidades de reflexión que sienten muchos historiadores. Pero, además, una historiografía capaz de orientarse por teorías sociales. La historia orientada teóricamente se considera un logro de los historiadores del siglo XX; una conquista que ha aproximado la tarea del historiador al dominio de las ciencias sociales. Sin embargo, se establece un imporante matiz: que dichas teorías carezcan de un contenido filosófico finalista expreso o cerrado; o dicho de otro modo, que transmitan la idea de que el futuro es incierto y está abierto a cambios inusitados.

 

Una historiografía con estas características se declara necesariamente adversaria de cualquier clase de disciplina autosuficiente (llámesele «escuela rankiana», «positivismo», «historia historizante», etc.); y también se declara adversaria, en el otro extremo, de los intentos de borrar del mapa el propio realismo histórico (llámesele «postmodernismo», «postestructuralismo», etc.). En este sentido, el Manifiesto ha desarrollado las tesis del «paradigma común»; esto es, ha reivindicado una historiografía dotada de los más importantes criterios epistemológicos de las escuelas del siglo XX: nuevas fuentes («nueva erudición»); nuevas formas de entender la globalidad (con conceptos y escalas diversas; atenta a la «historia mundial»; capaz de combinar el enfoque cuantitativo con el cualitativo); y, por supuesto, ampliamente interdisciplinaria.

 

Finalmente, el Manifiesto reivindica de nuevo una historiografía capaz de aprovechar las posibilidades del mundo digital (aunque sin renunciar por ello a las actividades presenciales, como las presentaciones, los seminarios o los congresos). A fin de cuentas, estas nuevas posibilidades digitales son hoy por hoy las únicas que pueden crear auténticas comunidades historiográficas transnacionales.

En fin, concluyo mi intervención subrayando que HaD es un proyecto de una comunidad transnacional de historiadores que, por la coherencia y riqueza de sus planteamientos, aspira a convertirse en una «corriente historiográfica». Pero tenemos que ser nosotros, quienes la integramos, quienes materialicemos esa aspiración. Gracias.

 

María Luz González
Universidad Nacional de Mar del Plata

COMO COMPROMETERSE CON LA HISTORIA. A PROPÓSITO DE LAS II ACTAS DE HAD.

HAD ha construido desde 1993 una red estable que con actividades presenciales y en la red de redes reúne historiadores de todo el mundo como lugar de encuentro y medio de enlace entre los que se preocupan por la historia para saber hacia dónde va y hacia dónde queremos que vaya.

El proyecto contribuye a la integración, en especial, de la producción historiográfica española y del mundo latino. Al mismo tiempo se trata de una iniciativa para demostrar el grado de madurez de la historiografía española con el fin de superar viejas dependencias.

Es un foro de debates sobre la docencia, la metodología, la producción y la divulgación de los conocimientos y un proyecto que propicia la interactividad y el intercambio de opiniones.

Uno de sus objetivos centrales de HAD es reconstruir un consenso mínimo a partir de la diversidad, en la comunidad internacional de historiadores para encarar desde una perspectiva diferente, la historia en el siglo XXI. Estos elementos configuran un proyecto que se define en un manifiesto, en una reflexión sobre el cambio de paradigmas.

Los procesos de construcción de nuevos paradigmas y propuesta de alternativas son las vías elegidas para combinar la historia pensada con la práctica de la investigación manteniendo el carácter interactivo de HAD con la comunidad mundial de historiadores.

Comprometido con los problemas de la historia pero también de los historiadores, Carlos Barros, tal como lo definieran en alguna oportunidad, es un optimista inteligente y yo agregaría que, como intelectual fiel a sus propuestas, ha sabido unir el rigor profesional con el compromiso social. Los universitarios deben proponerse cumplir un papel protagónico y crítico en la sociedad de la que forman parte. En esta oportunidad me parece interesante proponer una serie de problemas que son, en principio, cuestiones que merecen ser objeto de planteamientos, de debates, de los que esperamos que partan propuestas concretas. En este sentido, creo que HAD ha demostrado en sus diferentes versiones que constituye un buen ejemplo de cómo se pueden poner en evidencia estas preocupaciones que se ponen de manifiesto en la necesidad de preguntarnos por el sentido de nuestro papel como profesionales que se comprometen con el medio en el que actúan. Si los intelectuales en general o los historiadores en particular renuncian a ser ellos mismos en la sociedad de este nuevo siglo, cometen errores que afectan al conjunto social.

Los historiadores deber comprometerse y convencerse de su utilidad para transformar la realidad. Para conseguirlo, deben interrogarse sobre la relación que mantienen con esa realidad. ¿Cómo se establece nuestra relación con el contexto en el que nos toca actuar? ¿Con qué grado de independencia real nos movemos en él? ¿Cómo llegan los mensajes del historiador a sus posibles destinatarios?

Los nuevos problemas y desafíos deben ser enfrentados con las herramientas que provee el propio oficio de historiador dejando el papel de mero observador para convertirse en actor ¿Cómo conseguirlo? ¿Cuál es nuestro papel? Por otra parte, ¿Es un papel que nos adjudicamos nosotros mismos? O tal vez, ¿Es adjudicado por otros? y en este caso, ¿Por quienes? Historia a Debate, se ha propuesto reflexionar sobre esta y otras

cuestiones impulsado por Carlos Barros, fiel a las consignas inspiradoras una historia en permanente construcción que sea resultado de la integración de elaboraciones y puestas en común. Para conseguir estos propósitos se han impuesto la tarea de redefinir el papel de la historia y los historiadores en los diferentes frentes que se desarrollan en la historiografía actual. Debe destacarse que HAD no es sólo un conjunto de elaboradas disquisiciones teóricas, sino que se traduce en propuestas concretas se trata de una red que comunica a historiadores de todo el mundo mediante la realización de actividades presenciales e intercambios permanentes que tienen lugar a partir de recursos tales como lista de correos, página Web, chat, con la intención de promover la interacción entre sus miembros. Al mismo tiempo, es un foro de debate tanto sobre la metodología, la historiografía, la teoría de la historia, la práctica de la investigación, la divulgación y la docencia de la historia, como sobre las relaciones que las incluyen en el marco de una inalterable actitud de compromiso con la sociedad, la política y la cultura de nuestro tiempo. Estas aspiraciones se ponen en evidencia con la elaboración y difusión de un Manifiesto dado a conocer el 11 de setiembre de 2001 que define el proyecto como una «Tendencia historiográfica, que quiere contribuir a la configuración de un paradigma común y plural de los historiadores del siglo XXI que asegure para la historia y su escritura una nueva primavera.»(vid.www.vps12.h-debate.com). La reunión de dos Congresos Internacionales en los meses de julio de 1993 y 1999, la realización de una encuesta internacional sobre «El estado de la Historia» y los Proyectos de Investigación que ejecuta un destacado equipo de investigadores, el propósito de publicar una revista y las reuniones periódicas de un Seminario permanente, por el que han pasado profesores de universidades españolas y extranjeras, son una buena muestra de coherencia entre palabras y acciones

La edición de las Actas del II Congreso Internacional «Historia a Debate», celebrado del 14 al 18 de julio de 1999 en Santiago de Compostela (presentación de 150 ponentes y 800 inscriptos de más de 40 países), constituye un nuevo hito en la trayectoria de un proyecto global que se afianza y crece. En este sentido, es evidente el éxito y la aceptación de la propuesta que se traduce en la presencia de destacados especialistas junto a noveles investigadores.

La mención de algunos de los temas abordados en los apartados que incluyen un grupo de ponencias y mesas de debate, -sin que tengamos la intención de ser exhaustivos- pueden servir para lograr una aproximación a algunas de las materias objeto de discusión que nos acercan a problemáticas presentes en la teoría y la praxis de los historiadores en el cambio de siglo. En el segundo tomo, en forma particular, las discusiones se centran en el presente y en el compromiso del historiador como actor crítico privilegiado frente a la realidad que integra ¿Cómo hacer historia global? ¿Cómo se relacionan las nuevas tecnologías y la escritura de la historia? ¿Qué historia vamos a enseñar en el nuevo siglo? Estos son algunos de los problemas que se imponen por su urgencia, junto a otros que se presentan relacionados las vinculaciones del historiador con los poderes, el papel de las humanidades, el historiador y su compromiso con la ética y la sociedad, la historia y los posibles discursos.

Las complejas relaciones entre el pasado, el presente y el futuro son una preocupación permanente en HAD. Las propuestas de su Manifiesto sirven como sugerente punto de partida para un debate que debe orientarse a poner en evidencia los problemas resultantes de la interacción entre la historia y los historiadores con la sociedad de nuestro tiempo y a realizar una llamada de atención sobre la urgencia para proponer las soluciones correspondientes.