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III Congreso Internacional Historia a Debate Santiago de Compostela

III Congreso Internacional Historia a Debate
Santiago de Compostela, 14-18 de julio de 2004


Protagonistas individuales y colectivos en la historia


MESA C. Protagonistas individuales y colectivos en la historia

La estructura del ejército villistauna propuesta para entender la relación caudillo-masas yla participación colectiva en la Revolución mexicana

Pedro Salmerón Sanginés
INEHRM-México.

Una de las bestias negras favoritas de la nouvelle histiore francaise es la historia militar, una historia de minorías, que tradicionalmente enfatizó el papel de los caudillos sobre el de las masas... la historia événementielle por excelencia, de modo que venir a hablar de historia militar al Congreso de Historia a Debate podría parecer anticlimático, por lo menos, pero creo, más bien, que puede ser este un excelente foro para defender ciertas modalidades de la historia militar.

En México no existe una historia militar comprensiva. Su ausencia ha sido ocupada por crónicas, por eruditas compilaciones de partes y documentos oficiales que han hecho de la historiografía militar mexicana justo lo que los padres de los Annales llamaron a expulsar del reino de Clío la erudición sin sentido, la sobredocumentación de asuntos baladíes, la narración llana y vana de los hechos de los "grandes hombres".

Mientras la historiografía militar no sea otra cosa que la reproducción de documentos, que discusiones sobre cifras de muertos y heridos, nombres de generales, listas de oficiales y lugares y fechas de batallas, será una historia muerta. La historiografía militar, como cualquier otra historiografía, cobra sentido cuando surge de la vida, cuando su estudio puede ayudarnos a ver claramente la situación dentro de la cual debemos actuar. Cuando está viva y vinculada a nosotros.

La historiografía militar puede responder y responde a las acuciantes preguntas del presente, cuando trasciende la crónica y empieza a cuestionar los hechos y a buscarles una explicación; cuando deja de lado lo anecdótico y se preocupa por una comprensión de los acontecimientos en que lo militar se integra con los demás ámbitos de la vida, en que lo militar es parte de la cultura, como propone John Keegan.

Para lograr eso, el historiador militar tiene que abandonar la idea tradicional según la cual la batalla es el hecho histórico por excelencia, y sin olvidarla, mover su objetivo o, mejor, ampliarlo. En lugar de buscar entonces en las diferencias de armamentos, en el número de efectivos, en la calidad y valor de soldados y mandos, en fin, en lo militar propiamente dicho, las razones por las que este ganó y aquel perdió (y hacer de estos triunfos o derrotas la explicación del curso de la historia, siempre que la explicación de estos triunfos y derrotas no estén subordinados -cual suelen- a alguna visión teleológica resultando entonces que el que ganó tenía que ganar), para buscarlas en la composición de los ejércitos; en las razones de su moral de combate; en la sociedad de que tales ejércitos forman parte, sus formas políticas y económicas; en la manera en que se resuelven los problemas de reclutar, entrenar, vestir, alimentar y armar a una masa de hombres; etcétera. Y ya en esas, ¿ganó, en efecto, el que ganó la guerra?, ¿cómo incidieron estos hechos de armas en su mundo, es decir, en nuestro mundo?

Una historia militar comprensiva debe empezar por desterrar la creencia común de que una batalla siempre es una batalla, de que hay una esencia de la guerra o que una parte de la naturaleza humana inclina a la violencia, para estudiar los hechos particulares, lo distintivo, lo peculiar, lo histórico. También hay que dejar de ver las guerras y batallas como sucesos subordinados a sus resultados, es decir, atender lo militar sólo en función de cómo termina, para atender también la manera en que influyó en los hombres que tomaron parte en los hechos o fueron afectados por ellos, la experiencia.

He aplicado esta concepción de la historia militar al estudio de un tema particular la revolución mexicana en el norte, en particular el villismo, uno de los mitos más persistentes en la historia de México, un movimiento que, aunque fue derrotado, incidió profundamente en la historia del siglo XX mexicano, quedó marcado con tintas indelebles en la conciencia nacional y sigue siendo bandera e inspiración de movimientos sociales muchas veces contradictorios.

Partiendo de esta concepción de la historia militar logré desentrañar, en la medida de lo posible, la vinculación de las corporaciones militares integrantes de la División del Norte con determinadas regiones y con caudillos revolucionarios particulares. De esta vinculación se desprende la estructura de la División del Norte, cuyo elemento principal son las brigadas.

A partir de la identificación de las brigadas y regimientos entendí que en los territorios villistas, los rebeldes que respondieron al llamado a las armas, lo hicieron de manera colectiva, más que respondiendo a una decisión individual. Se alzaron por pueblos y los rebeldes de cada pueblo se dieron su jefe y tendieron a asociarse con los rebeldes de los pueblos vecinos, que solían tener agravios e impulsos rebeldes parecidos, además de añejos vínculos de sangre. Así surgieron los grupos guerrilleros que pulularon en las sierras y llanuras norteñas durante la rebelión maderista y que en términos generales habrían de mantener su identidad corporativa y sus propios jefes durante las campañas militares que siguieron, hasta la formación de la División del Norte, conservándolos también en ella.

La razón que me lleva a identificar a estos grupos y a sus caudillos no tiene por objeto presentar una historia militar como las que se escriben en México se hablará de brigadas y regimientos y también de batallas, porque un ejército hace su historia de esa manera, pero lo que busco es mostrar los agravios y las demandas particulares de estos grupos regionales o sociales y su participación colectiva en la lucha armada.

Una vez identificados los pueblos de origen de cada una de las brigadas que constituyeron la División entre septiembre de 1913 y junio de 1914, dividí la geografía villista en las regiones vinculadas a cada brigada y busqué la historia particular de cada una de ellas y las razones particulares por las que sus hombres se fueron a la Revolución y elevaron de entre sus filas a determinado caudillo.

De esa manera, partiendo de la historia militar, llegué a nuevas conclusiones, que presentaré en la ponencia, sobre las razones que lanzaron a unos hombres determinados, habitantes de pueblos determinados, a la lucha revolucionaria.














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