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III Congreso Internacional Historia a Debate Santiago de Compostela

IV Congreso Internacional Historia a Debate
Santiago de Compostela, 15-19 de diciembre de 2010

Dirección


Ponencias aceptadas

Mesa K. Movimiento social global, pasado y futuro

Autor

Sergio Rodríguez Tejada (Universitat de València, España)

Título

Alterglocalidad El movimiento alterglobalizador en perspectiva histórica

Texto breve

Aunque acuñados anteriormente, desde la caída del Muro de Berlín los términos "globalización" y "mundialización" han cada vez más utilizados, con diversos matices, para designar los procesos de integración y jerarquización de las sociedades humanas a escala planetaria, en un continuo narrativo que ha oscilado ampliamente entre la insistencia en su carácter deseable e inevitable por parte de expertos, organismos y corporaciones internacionales posicionados a su favor; y la denuncia de su naturaleza explotadora y deliberada por parte de analistas, movimientos y organizaciones críticos con su desarrollo y consecuencias.

Los sectores que más abiertamente cuestionaron las promesas neoliberales de un "nuevo orden mundial" basado en un capitalismo renacido fueron muy pronto caracterizados de forma indiferenciada por portavoces oficiales y por la prensa como "anti-globalizadores", con todas las connotaciones negativas de "estar en contra", tales como oponerse al "progreso", sentir "nostalgia" de doctrinas fracasadas y no ofrecer alternativas "constructivas". Bajo el estereotipo subyacían, sin embargo, diferencias radicales de diagnóstico y estrategia, así como una importante precariedad de recursos económicos, institucionales y simbólicos, en un momento en el que tanto la "viejas" izquierdas sindicales y políticas

(socialdemócrata y comunista) como las "nuevas" izquierdas "sesentayochistas" se veían afectadas por una doble crisis de identidad y de reclutamiento; mientras que en numerosos lugares del planeta otros discursos comunitarios, en este caso de base étnica y/o religiosa, se presentaban renovados y exhibían su potencial de convencimiento y movilización, a menudo con una práctica violenta y excluyente.Sin embargo, haciendo de la diversidad virtud y utilizando ampliamente las posibilidades de los nuevos medios de comunicación (Internet, telefonía móvil), sólo diez años después de la caída del Muro se había estructurado ya un nuevo internacionalismo, un "movimiento de movimientos", capaz de aglutinar y coordinar causas, proyectos y estrategias muy diferentes, pero orientadas por una triple voluntad común. En primer lugar, poner en evidencia las falacias de la redescubierta "libertad de mercado" (Free Trade), oponiéndole la noción de un "comercio justo" (Fair Trade) para productores y consumidores. En segundo lugar, combatir las imposiciones de desregulación fiscal, social y financiera a favor de los grandes intereses económicos por parte de gobiernos nacionales e instituciones internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI),

el Banco Mundial y la nueva Organización Mundial de Comercio (OMC), mediante una presión colectiva contra las grandes cumbres, cuyo primer hito histórico fue la cumbre de la OMC en Seattle en 1999. Y, por último, ir más allá y realizar propuestas alternativas concretas para probar con hechos que "otro mundo es posible", como la exigencia de una tasa sobre las transacciones financieras para financiar la lucha contra el hambre (ATTAC) o las convocatorias de un Foro Social Mundial, como se hizo por primera vez en Porto Alegre en 2001.

En definitiva, este nuevo cosmopolitismo ha procurado construirse no como un movimiento "anti-globalizador" sino "alter-globalizador", ya que en última instancia busca darle un contenido utópico propio a expresiones utilizadas por los defensores de la globalización capitalista, tales como "comunidad internacional" o "aldea global".

La alterglobalización se ha beneficiado de su capacidad de integrar la experiencia política y sindical de activistas veteranos de otras causas y la creatividad aportada por activistas recién llegados, procedentes de las nuevas cohortes de jóvenes, más viajadas y más formadas que nunca antes -contra el tópico conservador- y que, al mismo tiempo, experimentan un creciente abismo generacional fundamentado en su novedosa familiaridad con los medios digitales de información y consumo, y en la falta de expectativas de luna integración socioprofesional tradicional (sobretitulación, subempleo, infravivienda). El lema "piensa globalmente, actúa localmente" que define el neologismo "glocalidad", resulta doblemente conocido para estos jóvenes, ya que ha sido utilizado simultáneamente por grandes corporaciones comerciales en publicidad "enrollada" o "cool" -explícitamente dirigida a ellos como parte del mercado de consumo juvenil- y por el propio movimiento alterglobalizador -formado por una red de colectivos de base local que reivindican sus propias versiones de la diversidad cultural-, en una dinámica de superposición simbólica que no constituye una novedad esencial respecto a las culturas juveniles del siglo XX.

El impacto real de la protesta alterglobalizadora debe ser medido, tanto por sus efectos sobre la política de los gobiernos, organismos y multinacionales a los que se dirige y enfrenta, como por la gestión de los mecanismos de contención utilizados para combatirla. En el primer caso, es destacable que la presión del nuevo movimiento ha logrado alterar significativamente la agenda comercial y financiera internacional en el corto y medio plazo, modificando, o incluso frenando, medidas ambiciosas, como el Acuerdo Multilateral de Inversiones. También han tenido un impacto simbólico relevando, imponiendo su presencia como observadores, cuando no interlocutores, si bien la capacidad de intervención real que se les ha concedido en la práctica ha sido más que limitada. En el segundo caso, hay que recordar la preocupación despertada por los responsables de seguridad de las grandes cumbres, incapaces de preservar a burócratas y mandatarios de la reprobación pública de multitudes indignadas, si no ha sido pagando el alto precio en imagen pública impuesto por la intervención indiscriminada de los antidisturbios. Diversos observadores y defensores de los derechos humanos denunciaron relativamente pronto la deriva represiva que las fuerzas de seguridad habían adoptado contra los activistas internacionalistas, una estrategia justificada por los gobiernos ante los medios como una necesidad para combatir las acciones violentas de una minoría de activistas, entre los que en ocasiones se ha denunciado -y no faltan los antecedentes- la presencia de provocadores infiltrados. En cualquier caso, esta involución represiva realimentó las tendencias agresivas entre determinados sectores del movimiento y provocó ya una primera víctima conocida en la cumbre de Génova de julio de 2001 en la persona de Carlo Giuliani.

Sin embargo, los atentados de Al-Qaeda contra el World Trade Center de Nueva York dos meses después dieron un vuelco a las circunstancias políticas y simbólicas en las que venía operando el movimiento alterglobalizador, ya que durante varios años le han privado de visibilidad mediática y de atención social, además de proporcionar a las agencias responsables de la denominada eufemísticamente "guerra contra el terror", en Estados Unidos y en otros países, todos los medios formales e informales necesarios para operar según su criterio. En los años posteriores el movimiento ha ido recuperándose lentamente, alentado en parte por las protestas generadas en numerosos países contra la intervención norteamericana en Iraq. Pero está por ver si los efectos de la actual crisis económica en las políticas nacionales e internacionales servirán para reactivarlo o, por el contrario, contribuirán más todavía a su decadencia, dado que sigue teniendo que disputar su audiencia potencial en todo el mundo a otros proyectos disidentes que, como el integrismo islámico y sus equivalentes, pueden llegar a tener una mayor cercanía a las realidades cotidianas de sus posibles seguidores, a la vez que se presentan en su propaganda como más capacitados para infligir daño real al adversario. En este sentido, la "alterglocalidad" sigue, todavía hoy, pendiente de realización.

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