Hola amigos de HaD:Me sumo a la idea de que es interesante discutir el proceso de globalización, sobre todo, si lo relacionamos con los nacionalismos. Deseo retomar la  afirmación de Raúl Dargoltz de que uno de nuestros problemas es nuestra débil identidad.  Yo diría, incluso,  que la situación en Venezuela es más grave que en Argentina. En nuestros países, afortunadamente, no se desarrollaron nacionalismos profundos que nos separen agresivamente.  Nuestra falta de unidad no

viene por exceso en los nacionalismos, sino debido a que nuestra mirada está puesta fuera de América y no nos molestamos en mirarnos y estudiarnos unos a otros.Sobre todo los intelectuales tenemos un empeño en mantenernos al día con todo lo que viene de afuera, preocupándonos muy poco por desarrollar un pensamiento propio.  De allí que muchos en estos países anden pontificando contra  los nacionalismos como si fuesen españoles obstinados de ETA. Pero lo que podría ser positivo, como es la ausencia de nacionalismos virulentos, se vuelve ahora en nuestra contra. De allí nuestra pasividad ante el proceso de globalización.   No hay protestas significativas contra la eliminación de los frenos regulatorios,  son muy escasas las voces que se oyen en defensa de nuestra cultura, de la enseñanza de nuestra historia o de la selva amazónica  (la actitud de Chávez a favor del tendido eléctrico en la Gran Sabana,  pese a la recia oposición indígena, es emblemática). Podemos hablar de una lastimosa entrega espiritual. Incluso en las universidades.  Hasta hace poco los más “actualizados” en asuntos como la posmodernidad decían: “no hay nada que podamos hacer, la globalización disolverá todas nuestras defensas soberanas, de nada vale nuestra voluntad”.  Veremos que dicen ahora que la ultracrítica de la posmodernidad ya no impresiona a nadie.

En verdad, este es un asunto muy importante que merece nuestra atención.

Luz Varela
Universidad de Los Andes
Mérida, Venezuela