Amigos y amigas de HaD-HI:
Ante el atentado terrorista del 7 de enero de 2015 en el que fueron masacrados en París 12 periodistas de la revista “Charlie Hebdo”, reivindicado por Al Qaeda, la red internacional Historia a Debate proclama su solidaridad incondicional con los periodistas asesinados, condena una vez más el terrorismo como forma de acción religiosa y/o política y defiende una libertad de expresión sin cortapisas.
Desde hace 15 años nos venimos manifestando como Academia Solidaria contra los asesinatos de ETA, la guerra de Irak o las matanzas del 11S en EE. UU. (2001) y del 11M en Madrid (2004), también reivindicados por Al Qaeda.
No concebimos nuestro oficio de historiadores al margen de la historia inmediata, practicamos y proponemos una historiografía de valores como la paz y la democracia, la educación y la salud, la justicia y la igualdad social, que han de estar por encima de las ideologías, las religiones y los enfoques historiográficos.
Los necesarios análisis y interpretaciones del fenómeno terrorista, azote de nuestro tiempo, no deberían servir de excusa para mostrarse “neutrales”, eludir la condena o mostrar ambigüedad ante la muerte de inocentes y la conculcación de nuestros derechos, sea por parte de los Estados, sea por parte de grupos fundamentalistas que quieren imponernos de manera criminal sus creencias o maneras de pensar.
Por su propia razón de ser la universidad ha de estar siempre contra el terrorismo y del lado de las víctimas, la tolerancia, la paz y las libertades que tanto nos ha costado conquistar.
Nous sommes Charlie Hebdo.
Carlos Barros
Coordinador de Historia a Debate
Estimado Carlos, creo que hay que hacer como historiadores y ciudadanos un rechazo sin paliativos a cualquier atentado, físico o no, en contra de los derechos y las libertades. Hoy mismo he enviado a un periódico de Murcia (La verdad) un artículo titulado Yihadismo, otro huevo de serpiente, en que hago un apunte histórico y de opinión. No al terrorrismo¡¡¡¡
María Martínez
Universidad de Murcia
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YIHADISMO, OTRO HUEVO DE SERPIENTE
El yihadismo es la ideología que basa actualmente sus acciones terroristas en el yihad o “guerra santa”, uno de los cinco pilares del Islam, la religión monoteísta (No hay más Dios que Allah, el clemente, el misericordioso) fundada por el profeta Muhammad a principios del siglo VII. El yihad fue utilizado por el profeta para conquistar y unificar la Arabia preislámica politeísta y crear la umma o comunidad de creyentes sometidos al Islam: un Estado teocrático cuya jefatura política y religiosa recaía en la misma persona, el califa, príncipe de los creyentes o amir al-muminin. Constituida la umma en Madinat al-nabi (la ciudad del Profeta) el Islam comenzó su expansión fuera de Arabia: por Oriente (a costa de Persia y Bizancio) y por Occidente (Norte de África y España). El objetivo ecumenista del Islam se impuso rápidamente en poco más de un siglo con las conquistas militares y la consiguiente formación de un Imperio islámico desde la India hasta al-Ándalus (España). La práctica del yihab, como deber religioso de todo musulmán, fue la clave de la expansión islámica. Sin embargo, la concepción unitaria y universalista del poder teocrático del Islam pronto dio muestra de ser un coloso con pies de barro: la fragmentación del mundo islámico en diferentes califatos-imperios (omeya, abasí, fatimí, selyúcida, almorávide, almohade, mongol, otomano), cuatro escuelas jurídicas ortodoxas (que interpretaban de forma diferente el Corán y la tradición o sunna, basada en los dichos y hechos del Profeta) y la aparición de sectas heterodoxas como el shiísmo (actualmente imperante en Irán) o el jarichismo del Magreb. No obstante las diferencias internas del mundo islámico en cuanto a interpretaciones religioso-jurídicas, existe desde la época medieval una identidad cultural significativa basada en el hecho religioso que aúna hoy a más de 1.300 millones de musulmanes, lo que no significa que todos compartan el yihad como bandera activa. El mito imperialista (el glorioso pasado perdido del Medievo) resucitaba el “yihad” en la segunda mitad del siglo XX, y desde el siglo XXI con más fuerza aún, como recientemente hemos sufrido en París.
Yihadistas que, de manera individual o reunidos en escuadrones terroristas y que apenas si son distinguidos por sus nombres de guerra -al-Qaeda, Estado Islámico, Hermanos musulmanes…-, atentan indistintamente contra sus propios correligionarios para imponer en los diferentes países islámicos la rigorista interpretación de la sharía o ley religiosa. La ultraortodoxia radical de los practicantes del yihad se infiltra en todos los ámbitos de la vida (pública y privada), jurídica y cultural de las sociedades musulmanas. Porque el islam no es solo una religión sin más, es una manera de concebir la vida regulada y establecida por una ley religiosa (inmutable para los yihadistas, pues se fundamenta literalmente en el Corán y la tradición) que se infiltra socialmente con sus aleyas coránicas, hadices (tradiciones basadas en los dichos y hechos del profeta desde la familia hasta el estado) y fetuas (dictámenes jurídicos resultantes de la aplicación de la sharía). Nada escapa al poder de la religión (política, ética y moral, economía, asuntos individuales, nacionales o internacionales), pese a los intentos de reforma, fallidos claro, que intelectuales, juristas y reformadores religiosos llevaron a cabo a partir de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. La reforma imposible del Islam trató de transformar el yihad aplicando la concepción mística islámica (el sufismo surgido en el siglo XI) que metafóricamente la dotaba de un significado de lucha interior para purificar el alma del musulmán, o como mucho la aceptaban en un sentido real, belicista, para defender a la sociedad musulmana de ataques externos (es decir, en defensa propia).
Sin embargo, los yihadistas enarbolan en todo su real y riguroso sentido el yihad, como un deber que obliga a los fanáticos musulmanes contra los “otros”, tanto dentro del mundo islámico (Egipto, Iraq, Siria, Afganistán…) como fuera (EEUU, Inglaterra, España y Francia, por ahora). Se establecen en las estructuras de poder de los gobiernos e instituciones de países islámicos o se acogen bajo el paraguas de la tolerancia occidental para organizarse en células (bien entrenadas y conectadas con los “jefes”); sojuzgan sin temor, ahogan cualquier movimiento de apertura y matan con la alegría de morir y convertirse en “mártires” del islam. Lo más grave es que la laicización y la garantía de los derechos individuales y colectivos no serán posibles mientras códigos y constituciones (en los países que los hay) no se liberen de ciertas tradiciones y preceptos religioso- jurídicos opresores del Islam. Quizá se necesite para ello una “revolución” (como pasó en la época contemporánea en Europa, América y Turquía), pero mientras llega o no, Occidente debe apoyarse y defenderse de este poder teocrático-terrorista que mata en nombre de un Dios al que adjetivan de clemente y misericordioso. El yihadismo se extiende anidando, incubando y colocando sus huevos de serpiente, con la creencia de una “superioridad religiosa” (“nadie es superior a otro excepto por su fe y por su temor de Dios”) que combate para dominar a “los enemigos del islam”. “Superioridad” avalada por las armas en la mano y las bombas en el cuerpo, y ante la que solo cabe la fuerza de políticas globales. Matarán, pero no pasarán.
Una vez más me sumo a la protesta y expreso mi solidaridad con las víctimas, y mi rechazo a toda forma de violencia, sobre todo en los términos expresados por el compañero uruguayo: contra toda forma de terrorismo fundamentalista, sea éste religioso, ideológico, o de Estado. ¿Aprenderemos algún día a conjugar libertad con respeto?, justicia con ética?
Norma de Los Ríos.
UNAM, México
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Bonsoir,
je suis tout à fait d’accord avec Carlos pour condamner toutes les formes de terrorisme qui posent en axiome que la fin justifie les moyens ce qui permet de justifier tous les excès. Mais il convient, également, de s’interroger sur les origines de telles pratiques. Peut-on décemment penser que des mesures sécuritaires, qui apparaissent être pour le moment l’option choisie par le gouvernement de Manuel Vals, soit susceptibles d’endiguer un fléau planétaire largement alimenté par les inégalités planétaires ?
Nicolas Prognon (GRHI-Université Jean Jaurès, Toulouse, France)
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Prezados
Esta questão sobre o atentado contra os cartunistas do Charlie Hebdo é demasiado delicada. Para mim nenhuma violência é justificável.
Nenhuma! Por isso acho que os radicais que promoveram o atentado devem ser responsabilizados juridicamente pelos seus atos. Contudo, tal responsabilização deveria obedecer os trâmites da justiça legal na França. Não parece que isto esteja acontecendo… Sobre isso um artigo do Boaventura Santos, de quem nem gosto tanto, é bastante pertinente.
Abaixo o link:
https://www.pambazuka.net/pt/category/features/93782
Por outro lado, não penso que liberdade de expressão seja fazer piada com gays, negros, islâmicos, cristãos ou quem quer que seja. Isto não
é liberdade de expressão mais expressão de preconceitos. Acho que devemos saber responsabilizar cada por seu erro. E nunca esquecer que
as consequências de provocações preconceituosas podem ser imprevisíveis. Sobre isso ver uma reflexão da poetiza queniana Shailja Patel, denominada os engraçadinhos:
https://www.pambazuka.net/pt/category/features/93787
Grande abraço
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Marcos Dias Coelho
Doutorando em História Social da África
Universidade Estadual de Campinas – UNICAMP
Gracias Carlos, por hablar con la voz de todos nosotros!
Daniela Romagnoli
Historiadora medievalista italiana
JE SUIS CHARLIE
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Absolutamente de acuerdo.
Stella Garcia
Prof. de Historia egresada del ISP
«Dr. Joaquín V. González»
Buenos Aires
Argentina
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Estimado Carlos.
Comparto 100% tus acertados comentarios. Solo me gustaría agregar a la lista de grupos terroristas a algunos Estados que lo practican sistemáticamente desde hace décadas. No puedo dejar de rechazar el terrorismo del napalm en Vietnam, ni las masacres de Africa por parte de algunos gobiernos como el de Idi Amin, o los 30.000 desaparecidos en Argentina durante su última dictadura militar, el genocidio indígena en Guatemala que se arrastra desde hace más de 50 años, Es decir a los lamentablemente decenas de terrorismos de Estado.
Reafirmando tu comentario, rechazo a todo tipo de terrorismo, fundamentalista, ideológico o de Estado. A la hora de convivir, podemos pensar distinto pero debemos actuar igual: con tolerancia y empatía.
Cordiales saludos,
Alberto Mazzini
Universidad de la República
URUGUAY
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