Después de ocho años de contactos, reflexiones y debates, a través de congresos, encuestas y últimamente Internet, hemos sentido la urgencia de explicitar y actualizar nuestra posición en diálogo crítico con otras corrientes historiográficas, asimismo desarrolladas en la última década del siglo XX: (1) el continuismo de los años 60-70, (2) el posmodernismo, y (3) el retorno a la vieja historia, la última «novedad» historiográfica.
Estamos viviendo una transición histórica e historiográfica de resultados todavía inciertos. Historia a Debate como tendencia historiográfica quiere contribuir a la configuración de un paradigma común y plural de los historiadores del siglo XXI que asegure para la historia y su escritura una nueva primavera. A tal fin hemos elaborado 18 propuestas metodológicas, historiográficas y epistemológicas, que presentamos a los historiadores y a las historiadoras del mundo para su debate y, en su caso, adhesión crítica y posterior desarrollo.
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METODOLOGÍA
I
Ciencia con sujeto
Ni la historia objetivista de Ranke, ni la historia subjetivista de la posmodernidad: una ciencia con sujeto humano que descubre el pasado conforme lo construye.
Tomar en consideración las dos subjetividades que influyen en nuestro proceso de conocimiento, agentes históricos e historiadores, es la mejor garantía de la objetividad de sus resultados, necesariamente relativos y plurales, por lo tanto rigurosos.
Ha llegado la hora de que la historia ponga al día su concepto de ciencia, abandonando el objetivismo ingenuo heredado del positivismo del siglo XIX, sin caer en el radical subjetivismo resucitado por la corriente posmoderna a finales del siglo XX.
La creciente confluencia entre las «dos culturas», científica y humanística, facilitará en el siglo que comienza la doble redefinición de la historia, como ciencia social y como parte de las humanidades, que necesitamos.
II
Nueva erudición
Somos partidarios de una nueva erudición que amplíe el concepto de fuente histórica a la documentación no estatal, a los restos no escritos de tipo material, oral o iconográfico, a las no-fuentes: silencios, errores y lagunas que el historiador y la historiadora ha de valorar procurando también la objetividad en la pluralidad de las fuentes.
Una nueva erudición que se apoye con decisión en el conocimiento no basado en fuentes que aporta el investigador. La historia se hace con ideas, hipótesis, explicaciones e interpretaciones, que nos ayudan además a construir/descubrir las fuentes.
Una nueva erudición que vaya más allá de la historiografia renovadora de los años 60 y 70 incorporando la nueva relación con las fuentes aportada por la historia de las mujeres, la historia oral, la historia ecológica, la historia mundial/global y otras novedades productivas surgidas o desarrolladas en los años 80 y 90, así como la «nueva historiografía» que está naciendo en Internet y de la cual formamos parte.
Una nueva erudición que, reconociendo que el necesario trabajo empírico no decide la verdad histórica más que a través de las comunidades de historiadores, desenvuelva el debate y el consenso en ámbitos colectivos.
Una nueva erudición, en suma, que nos permita vencer el «giro positivista» y conservador a que nos ha conducido, recientemente, la crisis de las grandes escuelas historiográficas del pasado siglo, y que amenaza con devolver a nuestra disciplina al siglo XIX.
III
Recuperar la innovación
Urge un nuevo paradigma que recobre el prestigio académico y social de la innovación en los métodos y de los temas, en las preguntas y en las respuestas, en resumen, en la originalidad de las investigaciones históricas. Una nueva historiografía que mire hacia adelante y que devuelva al oficio de historiador el entusiasmo por la renovación y por los compromisos historiográficos.
Brotarán nuevas líneas de investigación si pensamos con nuestra propia cabeza: considerando que nada histórico nos es ajeno; avanzando mediante el mestizaje y la convergencia de los métodos y de los géneros; llenando los odres viejos con vino nuevo, desde la biografía hasta microhistoria; prestando atención a las necesidades científicas y culturales, sociales y políticas, de una sociedad sujeta a una profunda transformación.
La historiografía del siglo XXI precisa de la ilusión y de la realidad de enfoques auténticamente innovadores si no quiere quedar convertida, como la mujer de Lot, en una estatua de sal.
Interdisciplina
La nueva historiografía que proponemos ha de acrecentar la interdisciplinariedad de la historia, pero de manera equilibrada: hacia adentro de la amplia y diversa comunidad de historiadores, reforzando la unidad disciplinar y científica de la historia profesional; y hacia afuera, extendiendo el campo de las alianzas más acá y más allá de las ciencias sociales clásicas.
Es menester tender puentes que comuniquen el vasto archipiélago en que se ha convertido nuestra disciplina en las últimas décadas. Al mismo tiempo, la historia ha de intercambiar métodos, técnicas y enfoques, además de con las ciencias sociales, con la literatura y con la filosofía (de la historia y de la ciencia, sobre todo), por el lado de las humanidades, y con las ciencias de la naturaleza, por el lado de las ciencias. Sin olvidar las disciplinas emergentes que tratan de las nuevas tecnologías y de su impacto transformador en la sociedad, la cultura, la política y la comunicación.
Aprendiendo de experiencias pasadas, tres son los caminos que hay que eludir, en nuestra opinión, para que la interdisciplinariedad enriquezca a la historia: 1) perseguir una imposible «ciencia social unificada» alrededor de cualquiera otra disciplina, sin menoscabo del máximo desarrollo interdisciplinar tanto individual como colectivo; 2) hacer del diálogo historia-ciencias sociales la receta mágica de la «crisis de la historia», que nosotros entendemos como cambio de paradigmas; 3) diluir la historia en tal o cual disciplina exitosa, como nos proponen hoy en día los narrativistas extremos en relación con la literatura.
V
Contra la fragmentación
El fracaso de la «historia total» de los años 60 y 70 abrió la vía a una fulgurante fragmentación de temas, métodos y escuelas, acompañada de crecimiento y caos epistemológico, que pareció detenerse en los años 90 y resulta cada vez más anacrónica en el mundo que viene, basado en la interrelación y la comunicación global.
Nuestra alternativa es avanzar, en la práctica historiográfica, nuevas formas de globalidad que hagan converger la investigación histórica atravesando espacios, géneros y niveles de análisis.
Para hacer posible una historia a secas, integral, hay que experimentar, pues, iniciativas de investigación que adopten lo global como punto de partida, y no como «horizonte utópico»: líneas mixtas de estudio en cuanto a fuentes y temas, métodos y especialidades; incorporación a la historia general de los paradigmas especializados más innovadores; combinar enfoques cualitativos y cuantitativos; articular temporalidades (que engloben presente y futuro) y escalas diversas; escrutar la globalidad a través de conceptos y métodos, aún potencialmente abarcantes, como mentalidad y civilización, sociedad, red y cambio social, narración y comparación, y crear otros nuevos; indagar la historia mundial como un nuevo frente de la historia global; servirse de las nuevas tecnologías para trabajar a la vez con escritos, voces e imágenes, juntando investigación y divulgación; impulsar la reflexión y el debate, la metodología y la historiografía, como terreno común a todas las especialidades históricas y punto de contacto con otras disciplinas.
HISTORIOGRAFÍA
VI
Tarea historiográfica
Sabiendo como sabemos que el sujeto influye en los resultados de la investigación, se plantea la necesidad de indagar al propio historiador en aras de la objetividad histórica. ¿Cómo? Procurando integrar los individuos en grupos, escuelas y tendencias historiográficas, implícitas y explícitas, que condicionan, se quiera o no, la evolución interna de la historia escrita. Estudiando a los historiadores y a las historiadores por lo que hacen, no sólo por lo que dicen; por su producción, no sólo por su discurso. Aplicando, con matices, tres conceptos clave de la historia de la ciencia pospositivista: el ‘paradigma’ como conjunto de valores compartidos; la «revolución científica» como ruptura y continuidad disciplinar; la ‘comunidad de especialistas’ por su poder decisorio, a su vez condicionada por el entorno social, mental y político. Practicando, en conclusión, una historiografía inmediata que procure ir por delante de los acontecimientos históricos que inciden en los cambios historiográficos que estamos viviendo.
Historiografía global
El agotamiento de los focos nacionales de renovación del siglo XX ha dado paso a una descentralización historiográfica inédita, impulsada por la globalización de la información y del saber académico y superadora del viejo eurocentrismo. La iniciativa historiográfica está hoy más al alcance de todos. El auge, por ejemplo, de una historiografía latina crítica y de una historiografía poscolonial, lo demuestran. Las comunidades transnacionales de historiadores, organizadas en Internet, juegan ya un papel importante en la formación de nuevos consensos en detrimento del anterior sistema de dependencia de unas historiografías nacionales de otras y de intercambios académicos elitistas, jerárquicos y lentos.
No entendemos la globalización historiográfica como un proceso uniformador, pensamos y ejercemos la historia, y la historia de la historia, como docentes e investigadores, en diferentes ámbitos superpuestos e interrelacionados: local, regional, nacional, continental e internacional/global.
Autonomía del historiador
Conforme los proyectos colectivos del siglo XX fueron entrando en decadencia, sin ser todavía reemplazados por un nuevo paradigma común, ha crecido de manera exagerada la influencia del mercado editorial, de los grandes medios de comunicación y de las instituciones políticas, en la escritura de la historia, en la elección de temas y métodos, en la formulación de hipótesis y conclusiones, con un sentido cada vez más evidente de promoción de la vieja historia de los «grandes hombres».
Recuperar la autonomía crítica de los historiadores y de las historiadoras respecto de los poderes establecidos para decidir el cómo, el qué y el por qué de la investigación histórica nos exige: reconstruir tendencias, asociaciones y comunidades que giren sobre proyectos historiográficos, más allá de las convencionales áreas académicas; utilizar Internet como medio democrático y alternativo de comunicación, publicación y difusión de propuestas e investigaciones; observar la evolución de la historia inmediata, sin caer en el presentismo, para captar las necesidades historiográficas, presentes y futuras, de la sociedad civil local y global.
IX
Reconocer tendencias
La vía más nociva para imponer la propia tendencia historiográfica, normalmente conservadora, es negar que existan o que deban existir tendencias historiográficas. El imaginario individualista, los compartimentos académicos y las fronteras nacionales, ocultan lo que tenemos de común, muchas veces sin saberlo o sin decirlo: por formación, lecturas, filiaciones y actitudes. Somos partidarios y partidarias, en consecuencia, de sacar a la luz las tendencias actuantes, más o menos latentes, más o menos organizadas, para clarificar posiciones, delimitar debates y facilitar consensos. Una disciplina académica sin tendencias, discusión y autoreflexión, está sujeta a presiones extra-académicas, con frecuencia negativas para su desarrollo. El compromiso historiográfico consciente nos hace, por lo tanto, libres frente a terceros, rompe el aislamiento personal, corporativo y local, favorece el reconocimiento público y la utilidad científica y social de nuestro trabajo profesional.
X
Herencia recibida
Nos oponemos a hacer tabla rasa de la historia y de la historiografía del siglo XX. El reciente retorno de la historia del siglo XIX hace útil y conveniente rememorar la crítica de que fue objeto por parte de Annales, el marxismo y el neopositivismo, aunque justo es reconocer también que dicho «gran retorno» pone en evidencia el fracaso parcial de la revolución historiográfica del siglo XX que dichas tendencias protagonizaron. El imprescindible balance, crítico y autocrítico, de las vanguardias historiográficas no anula, por consiguiente, su actualidad como tradiciones necesarias para la construcción del nuevo paradigma. Porque simbolizan el «espíritu de escuela» y la militancia historiográfica, así como el ejemplo de una historia profesional abierta a lo nuevo y al compromiso social, rasgos primordiales que habremos de recuperar ahora en otro contexto académico, social y político, con unos medios de comunicación muy superiores a los existentes en los años 60 y 70 del ya pasado siglo.
XI
Historiografía digital
Las nuevas tecnologías están revolucionando el acceso a la bibliografía y a las fuentes de la historia; desbordando las limitaciones del papel para la investigación y la publicación; posibilitando nuevas comunidades globales de historiadores. Internet es una poderosa herramienta contra la fragmentación del saber histórico si se utiliza de acuerdo con su identidad y posibilidades, esto es, como un forma interactiva de transmitir información instantánea de manera horizontal a una gran parte del mundo.
Según nuestro criterio, la historiografía digital ha de seguir siendo complementada con libros y demás formas convencionales de investigación, difusión e intercambio académicos, y viceversa. Este nuevo paradigma de la comunicación social no va a reemplazar, en consecuencia, las actividades presenciales y sus instituciones seculares, pero formará parte de una manera creciente de la vida académica y social real.
La generalización de Internet en el mundo universitario, y en el conjunto de la sociedad, así como la educación informática de los más jóvenes irán imponiendo esta nueva historiografía como factor relevante de la inacabada transición paradigmática entre el siglo XX y el siglo XXI.
XII
Relevo generacional
En la segunda década de este siglo tendrá lugar un considerable relevo generacional en el cuadro de profesores e investigadores a causa de la jubilación de los nacidos después de la II Guerra Mundial. ¿Supondrá esta transición demográfica la consolidación de un cambio avanzado de paradigmas? No lo podemos asegurar.
La generación del 68 fue más bien una excepción. Entre los estudiantes universitarios actuales contemplamos parecida heterogeneidad historiográfica e ideológica que el resto de la academia y de la sociedad. Podemos encontrarnos con historiadores e historiadoras mayores que siguen siendo renovadores, y jóvenes con conceptos decimonónicos del oficio de historiador y de su relación con la sociedad. Nuestra responsabilidad como formadores de estudiantes que serán mañana profesores e investigadores es, a este respecto, capital. Nunca fue tan crucial continuar explicando la historia con enfoques avanzados -también por su autocrítica- desde la enseñanza primaria y secundaria hasta los cursos de posgrado. La historia futura estará condicionada por la educación que reciben aquí y ahora los historiadores futuros: nuestros alumnos.
Historia pensada
Es esencial para el historiador pensar el tema, las fuentes y los métodos, las preguntas y las respuestas, el interés social y las implicaciones teóricas, las conclusiones y las consecuencias, de una investigación.
Somos contrarios a una «división del trabajo» según la cual la historia provee de datos y otras disciplinas reflexionan sobre ellos (o escriben relatos de amplia difusión). Las comunidades de historiadores profesionales tienen que asumir su responsabilidad intelectual tratando de completar el ciclo de los estudios históricos, desde el trabajo de archivo hasta la valoración y reivindicación de su impacto en las ciencias sociales y humanas, en la sociedad y en la política.
El aprendizaje de los estudiantes universitarios de historia en cuestiones de metodología, historiografía, filosofía de la historia y otras disciplinas con base teórica, es el camino para elevar la creatividad futura de las investigaciones históricas, subrayar el lugar de la historia en el sistema científico y cultural y fomentar nuevas y buenas vocaciones historiográficas.
Nuestra meta es que el historiador que reflexione intelectualmente haga trabajo empírico, y que el historiador que investiga con datos concretos piense con alguna profundidad sobre lo que hace, obviando así la fatal disyuntiva de una práctica (positivista) sin teoría o de una teoría (especulativa) sin práctica. Una mayor unidad de la teoría y la práctica hará factible, por lo demás, una mayor coherencia de los historiadores y de las historiadoras, individual y colectivamente, entre lo se dice, historiográficamente, y lo que se hace, empíricamente.
Fines de la historia
La aceleración histórica de la última década ha reemplazado el debate sobre el «fin de la historia» por el debate sobre los «fines de la historia».
Asumiendo que la historia no tiene metas pre-establecidas y que, en 1989, dio comienzo un profundo viraje histórico, cabe preguntarse, también desde la historia académica, adónde nos lleva éste, quién lo conduce, en favor de qué intereses y cuáles son las alternativas.
El futuro está abierto. Es responsabilidad de los historiadores y de las historiadoras ayudar a que los sujetos de la historia construyan mundos futuros que garanticen una vida libre y pacífica, plena y creativa, a los hombres y mujeres de todas las razas y naciones.
Las comunidades de historiadores han de contribuir pues a construir una «nueva Ilustración» que, aprendiendo de los errores de la historia y de la filosofía, piense teóricamente sobre el sentido del progreso que hoy demanda la sociedad, asegurando a las grandes mayorías del Norte y del Sur, del Este y Oeste, el disfrute humano y ecológico de los avances revolucionarios de la medicina, la biología, la tecnología y las comunicaciones.
SOCIEDAD
XV
Reivindicar la historia
El primer compromiso político de los historiadores debería ser reivindicar, ante la sociedad y el poder, la función ética de la historia, de las humanidades y de las ciencias sociales, en la educación de los ciudadanos y en la formación de las conciencias comunitarias.
La historia profesional ha de combatir aquellas concepciones provincianas y neoliberales que todavía pretenden confrontar técnica con cultura, economía con sociedad, presente con pasado, pasado con futuro.
Los efectos más notorios de las políticas públicas de desvaloración social de la historia son la falta de salidas profesionales, el descenso de las vocaciones y los obstáculos a la continuidad generacional. Las comunidades de historiadores debemos aceptar como propios los problemas laborales de los jóvenes que estudian y quieren ser historiadores, cooperando en la búsqueda de unas soluciones que pasan por la revalorización del oficio de historiador y de sus condiciones de trabajo y de vida, en el marco de la defensa y desarrollo de la función pública de la educación, la universidad y la investigación.
XVI
Compromiso
En tiempos de paradójicos «retornos», queremos constatar y alentar la «vuelta al compromiso» de numerosos académicos, también historiadores, en diversos lugares del mundo con las causas sociales y políticas vinculadas a la defensa de valores universales de educación y salud, justicia e igualdad, paz y democracia. Actitudes solidarias indispensables para contrarrestar otros compromisos académicos con los grandes poderes económicos y políticos, mediáticos y editoriales. Contrapeso vital, por lo tanto, para conjurar una virtual escisión de la escritura académica de la historia respecto de las mayorías sociales que financian con sus impuestos nuestra actividad docente e investigadora.
El nuevo compromiso que preconizamos es diverso, crítico y con anhelos de futuro. El historiador y la historiadora han de combatir, desde la verdad que conocemos, aquellos mitos que manipulan la historia y fomentan el racismo, la intolerancia y la explotación de clase, género, etnia. Resistiendo, desde el conocimiento del pasado, los futuros indeseables. Cooperando, y rivalizando, con otros científicos sociales y humanistas, en la construcción de mundos históricamente mejores, como profesionales de la historia, pero también como ciudadanos.
La relación del historiador con la realidad que nos rodea pasa por su análisis en un contexto temporal continuo. Si se acepta que la objetividad de la ciencia de la historia es inseparable de la subjetividad (plural) del historiador, debemos concluir que no existen grandes diferencias cualitativas entre una historia inmediata y una historia mediata, entre una historia más contemporánea y una historia más antigua. Todo es historia, si bien cuando más nos distanciamos de lo actual mayor es la carga que recae sobre nosotros, historiadores, por ausencia de las disciplinas más presentistas.
XVII
Presente y futuro
Nuestro objeto de estudio (hombres, mujeres y medio natural humanizado) está evidentemente en el pasado, pero nosotros estamos en el presente, y estos presentes están preñados de futuros. El historiador no puede escribir con rigor la historia al margen del tiempo vivido, y de su fluir permanente.
Contemplamos varios niveles en la relación del historiador con la inmediatez histórica: compromiso social y político, tema de investigación, historiografía de intervención o criterio metodológico general para la investigación. Hace medio siglo que los fundadores de la escuela de Annales lo formularon: «comprender el pasado por el presente, comprender el presente por el pasado». Hoy es preciso, además, poner el mismo énfasis en la interrelación pasado/futuro.
La caída de la filosofías finalistas de la historia, sean socialistas sean capitalistas, ha puesto de relieve un futuro más abierto que nunca. El historiador ha de asumir un papel en su definición con sus experiencias y argumentos históricos, con hipótesis y apuestas desde la historia. Edificar el futuro sin contar con la historia nos condenaría a repetir sus errores, a resignarnos con el mal menor o a edificar castillos en el aire.
Nuevo paradigma
La historiografía depende de los historiadores y de la historia inmediata. El cambio de paradigmas historiográficos que venimos proponiendo, desde 1993, cabalga sobre los cambios históricos acelerados iniciados en 1989. Entre diciembre de 1999 (Seattle) y julio de 2001 (Génova) hemos observado los comienzos de un movimiento global sin precedentes, contra los estragos de la globalización, que busca ya alternativas de sociedad: el pensamiento único es ahora menos único. Son muchos los que califican de cambio de civilización la globalización y sus críticos, la sociedad de la información, la nueva revolución científico-tecnológica y el movimiento social global: no es fácil entrever lo que nos depara el mañana pero hay razones para la esperanza. Todos debemos colaborar.
Historia a Debate es parte activa de este proceso transformador: queremos cambiar la historia que se escribe y coadyuvar a cambiar la historia humana. Según evolucione el debate historiográfico, y la historia más inmediata, nuestras propuestas recibirán más o menos consenso académico, las variaremos o no según interese, si bien hay planteamientos que, aun siendo por el momento minoritarios, nos parecen ineludibles para condicionar críticamente el nuevo paradigma en formación: el conjunto plural de valores y creencias que va a regular nuestra profesión de historiador en el nuevo siglo. Por todo ello, la historia nos absolverá, esperemos.
En la Red a 11 de setiembre de 2001
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- Norma de Los Ríos.[20/9/11]
- Nicolas Prognon.[21/9/11]
- Domingo Marrero [30/9/11]
Para los colegas que recién se asoman a Historia a Debate desde la filosofía, recomendamos la lectura del Manifiesto historiógrafico de Historia a Debate (2001), especialmente el punto 1, elaborado y pensado a partir de la propia experiencia de los historiadores:, de manera que conozcamos mejor el contexto y la utilidad de este grupo de discusión: https://h-debate.com/manifiesto/
Me alegro mucho Rodrigo de que podamos acercarnos mediante nuestras afinidades, a pesar de la distancia geográfica. Es una ventaja de Internet, que exepcionalmente disfruto. Digo esto porque en general soy reacia a utilizar internet por propia motivación, en general solo lo uso para trabajar, del mismo modo que la computadora. Incluso cuando me llegó la invitación para participar en este foro (cuestión que agradezco cada vez más)acepté porque me pareció interesante, pero lo hice dudando del grado de mi participación. A medida que fue pasando el tiempo, me fui «enganchando» (término expresivo pero nada académico) progresivamente hasta que ahora me dispongo con mayor agrado a dedicarle cierto tiempo a esto. Creo en los discursos y que sus devenires van mostrando porqué se entrecruzan y creo que el Manifiesto historiográfico de Historia a Debate, es una demostración del sentido de ese entrecruzamiento, que agradezco a Carlos Barros me haya hecho descubrir, así como la alegría de saber que hay muchos otros que están pensando problemas semejantes en todas partes del mundo. Acuerdo felizmente con el Manifiesto aunque haría cierto reparo con la valoración de la globalización. En el plano filosófico también hay una preocupación compartida por una filosofía contemporánea innovadora pero diferente del posmodernismo que sobre todo los países subdesarrollados tenemos más motivos para considerarlo ajeno.
En la plano filosófico contemporáneo, Marta, los historiadores comprometido no vemos referencias adaptadas a nuestro tiempo, salvo la filosofía de la ciencia pospositivista.
Me parece que esto es discutible, sí así fuese Uds. necesitarían de una filosofía propia, pero contemporáneamente se han hecho entrecruzamientos entre distintas líneas o relecturas del marxismo, estructuralismo, hermenéuitca, en función de la crítica y el pluralismo que se acercan a muchos postulados del manifiesto, como en filosofía política Balibar, Zizek, Laclau, Ranciere, etc.que no son pospositivistas, también autores que se han leido como posmodernos y pueden no leerse como tales, aunque haya algunos razgos que lo sean como Derrida, Foucault, etc.También una relectura del Ricoeur posterior a la década del 60 donde para mí es articulable en algunos aspectos con el estructuralismo (cuestión que fundamento en el texto anteriormente citado). Pero mucho más se acercan e innovan autores latinoamericanos como Dussel,Zea, otros autores que los encuentran en una compilación de Eduardo Grunner: Nuestra América y el pensar crítico. Fragmentos de Pensamiento Crítico de Latinoamérica y el Caribe. 2011.Clacso. Bs.As. Y este acercamiento en unos casos es explícito y en otros casos requiere de una reinterpretación o resignificación, sobre todo en los autores europeos citados inicialmente que en realidad hacen sus planteos anteriormente al año de surgimiento del Manifiesto. En muchos de ellos hay una relectura del marxismo. Perdonen por las citas bibliográficas incompletas, con solo el apellido de los autores, pero si les interesa alguno en particular, doy el nombre completo y la obra. En este momento estoy apurada………..
Me gusta esa lectura que haces del Manifiesto, buscando influencias filosóficas, sin entrar en detalles, significa solamente que vamos con los tiempos. Pero sigue siendo cierto que la filosofía ha generado mucho pensamiento fragmentado, heredero del paso, y pocos o ningún sistema articulado como lo fue el marxismo para los nuevos historiadores en el siglo XX. Y dejamos aquí el debate, las posiciones están claras.
Gracias, ha sido lectura maravillosa!!!
También acabo de leer el manifiesto y me pareció muy bueno. Sin embargo, tengo dos observaciones que hacerle. Previamente aclaro, que, aunque mi primer estudio a principios de los años 70 fue en Historia, durante mis posgrados en Alemania me orienté hacia la Ciencia Política y ahora me dedico al periodismo. Como conclusión de ello soy un politólogo histórico o un historiador politológico, como se guste. Desde esta ubicación me permito humildemente hacer tres observaciones críticas. Todo lo que no critico, lo apoyo:
1. Si bien la Historia como disciplina científica no es sólo relato, también es relato. Por lo tanto, si quiere alcanzar una universalidad verdadera, debe ser intercultural y, para alcanzarlo, debe tener en cuenta que las relaciones entre las culturas no son de homonimia, sino de profunda sujección y sometimiento, al punto tal que las culturas sometidas muchas veces pierden (en el sentido de Ricoeur) la capacidad de narrarse. Solamente si somos capaces de devolverles la voz y traducir sus relatos, podremos alcanzar una cierta universalidad. En realidad, lo único que puede ser universal -como subraya Raúl Fornet-Betancourt- es el ejercicio constante de la traducción entre las culturas.
2. En segundo lugar, en consecuencia de lo anterior, la actividad del historiador ya no puede ser más individual o debe trascender la compartimentación que nos imponen las academias, para trabajar interculturalmente, o sea en comunidad.
3. En tercer lugar, me parece loable la aspiración a fundar una nueva Ilustración, siempre y cuando entendamos que ésta no puede ser una repetición mejorada de la del siglo XVIII. Aun en sus mejores expresiones ésta fue logo, falo y etnocéntrica. Una nueva Ilustración debe restablecer el diálogo entre las culturas anterior a la llegada de los castellanos a las islas de los taínos. Si bien la relación entre las culturas europeas y las demás nunca estuvieron libres de dominación, el establecimiento del sistema mundial capitalista durante el siglo XVI quebró la posibilidad de universalidad convivial.
Desgraciadamente el modo en que se están reorganizando los estudios universitarios en la Unión Europea me hace escéptico respecto al desarrollo inmediato. Sin caer en materialismos vulgares, las necesidades laborales que impone el mercado de tabajo en general y la organización de las instituciones universitarias en particular agudizan la competencia individual, el espíritu de supremacía blanca occidental y la dependencia de la producción científica respecto del mercado editorial. En estas condiciones, establecer una universalidad intercultural polilógica se convierte en una empresa militante, aunque no en un horizonte ya visible.
Muchas gracias por el espacio.
Muy de acuerdo Eduardo con lo que dijiste, sólo que dudo de la posibilidad de hacer una nueva ilustración, creo que la lustración requiere de una subjetividad que contemporáneamente no se puede creer tan protagónica como en la modernidad. Aunque desde latinoamérica deberemos consolidar un nuevo tipo de protagonismo para los cambios sociales y creo que ya podemos dar cuenta de ciertas prácticas interculturales……………
Usé la metáfora de la Ilustración en el sentido de los jóvenes intelectuales alemanes que en el último tercio del siglo XVIII soñaban con un mensaje racionalista universal que mejorara la condición del ser humano. Tengo en claro que el sujeto ahora sólo puede ser comunitario y su universalidad sólo puede darse a través de su capacidad para ser recibido y traducido en cada contexto, una suerte de polifonía de las universalidades. Nada más que eso.
En la Modernidad Iluminista, los «sujetos» no solo fueron individuales, eso sería identificar pura y simplemente Modernidad con Liberalismo (Locke y Turgot por ejemplo). Hay otra vertiente en la cual el sujeto se manifiesta esencialmente como colectivo o «comunitario», este se manifiesta tanto en el socialismo utópico (Saint-Simon, Fourier, Blanché, Proudhom), como en el socialismo que procede de la izquierda hegeliana, particularmente en Marx y Engels. El mismo Hegel, en su teología secularizada, considera que el Sujeto por excelencia es el Estado, que es la encarnación del espíritu o razón absoluta en la Historia.
Por otro lado, para que el sujeto sea comunitario (koinonia) ello implica la existencia óntica de un sujeto personal cuya anterioridad ontológica es más que evidente para fundar lo comunitarios, del mismo modo que el logos precede al dia-logos, sin el cual este último no sería posible.
Me parecen bien tus notas, Eduardo, sobre la lectura del Manifiesto, que hemos desarrollado mucho en estos últimos 13 años. Sobre la nueva historia global (intercultura) e Historia a Debate como una comunidad académica de nuevo tipo que supera la compartimentación académica, ver las conclusiones del III Congreso de HaD (2004): https://h-debate.com/primeras-conclusiones-had-iii-305/
Sobre la Nueva Ilustración, por supuesto que no se trata de repetir la vieja Ilustración, consecuencia y causa de las revoluciones burguesas, continuada por los movimientos sociales a través del marxismo y sus antecedentes (como recuerda Rodrigo). El siglo XXI, sólo tiene sentido una Nueva Ilustración en relación con la globalización alternativa,social y humanista (ver el final del Manifesto de HaD) que representa la revolución digital y los actuales movimientos sociales indignados. Sería un error garrafal separar la filosofía de la Historia Inmediata. Pasamos este nuevo debate a las otras redes de HaD…
Ejemplo local de historia mixta como historia global: punto V del Manifiesto de HaD (“Contra la fragmentación”):
“De la cueva de los monjes al burgo de Ponte Ulla (830-1197)”, Norba. Revista de Historia, Universidad de Extremadura, nº 24-25, 2012-2013 (en prensa).
Ver: https://www.academia.edu/11480811/De_la_cueva_de_los_monjes_al_burgo_de_Ponte_Ulla_830-1197_
No se si ya lo verías Carlos, de todas formas te informo que en el correo usc en bandeja de entrada «H-debate» hemos recibo un mensaje bajo el título «SUSCRIBETE» (hace poco habíamos enviado un mensaje que se titulaba suscribete esta parece ser que es su contestación)
el mensaje reza así:
SI LA HISTORIA LA ESCRIBEN LOS QUE GANAN, ESO QUIERE DECIR QUE HAY OTRA HISTORIA…