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Irma Antognazzi

RESEÑA

SEGUNDO CONGRESO INTERNACIONAL HISTORIA A DEBATE

SANTIAGO DE COMPOSTELA (ESPAÑA) 14 AL 18 de julio de 1999

Prof. Lic. Irma Antognazzi
Titular de la cátedra Problemática Histórica
Directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia
Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
T y Fax 0054 11 4781 9525
E-Mail
[email protected]
Rosario (Argentina) julio/ 1999

 

El Segundo Congreso Internacional Historia a Debate se realizó en Santiago de Compostela (España) con el extraordinario marco de esa ciudad que muestra con desparpajo su pasado y la naturaleza de una Galicia exuberante. Fue un excelente ambiente para centenares de historiadores -docentes e investigadores- que acudimos a la convocatoria del Prof. Carlos Barros, del Instituto Padre Sarmiento y la Universidad de Santiago. Y una conmovedora experiencia para quienes tuvimos la suerte de alojarnos en el antiguo monasterio de San Martín Pinario, en pleno casco histórico frente a la catedral que recibía diariamente a centenares de peregrinos de todas partes del mundo en este Xacobeo 99.

Nos cuentan los organizadores con orgullo que todo se planificó y organizó en pocos meses. La respuesta fue excepcional por la cantidad de los presentes, por la amplitud de las instituciones que dieron auspicio, y por la calidad de los trabajos presentados. Y particularmente, como lo destacó el Prof. Barros, porque se ha instalado un nuevo problema para el debatecon respecto al Primer Congreso: la relación pasado- presente, el presente como historia.

A pesar de las dificultades económicas de los historiadores de América latina, hubo participantes de Brasil, Uruguay, Chile, Cuba, Venezuela, México y Argentina y por supuesto de España, Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Alemania, entre otros.

Fue interesante participar de un Congreso donde se debatieran los problemas de la Historia- ciencia, de los historiadores y de su oficio, pero sobre todo reflexionar acerca del compromiso del historiador y de los usos de su obra desde el poder. La mayoría de los Congresos de Historia, tienen como eje el debate acerca de la interpretación- explicación de períodos concretos de la historia. Acá no. No era esa la propuesta. La propuesta de poner la Historia a Debate, fue complementada con la realización de una Encuesta Internacional que con el mismo eje fue distribuida por Correo y por E-Mail a historiadores de todo el mundo "porque queremos saber más sobre adónde va la historia para dilucidar adónde queremos que vaya" decía el Organizador, prof. Carlos Barros.

Esta Convocatoria fue la que me movió a participar. Este no era cualquier Congreso. Por eso al enterarme propuse que el Grupo de Trabajo Hacer la Historia que dirijo en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), participe como una de las entidades científicas colaboradoras. Difundimos la propuesta y gestionamos ante la Universidad apoyo. Presenté la ponencia "Necesidad del enfoque historiográfico para explicar los procesos sociales del presente" que fue incorporada al Programa en la Mesa "Pasados y presentes; pasados y futuros" y reflexiones acerca de "El historiador y el poder" incoporada a la Mesa homónima".

La organización del Congreso fue excelente en cuanto a la resolución de todos los aspectos vinculados con la permanencia de varios cientos de personas. Pero quiero destacar además, y particularmente, la manera en que se organizaron las actividades académicas: Conferencias, como apertura del trabajo de cada día; Sesiones, donde se presentaban las ponencias previamente aceptadas por el Comité Organizador con sus respectivos presidentes, y Mesas, donde los panelistas presentaban reflexiones como base para la discusión. Y en este sentido quiero manifestar que estuvo previsto un amplio espacio para las preguntas y participación del público que seguía con atención, y emoción y entusiasmo en muchos casos, los distintos temas puestos a debate.

Los nuevos enfoques de la historia ante el balance de la historiografía del siglo que concluye, la crisis de la historia y la necesidad de "nuevos paradigmas", fue a mi entender el nudo de todo el Congreso. Porque allí radica la cuestión de cómo nos ubicamos los historiadores ante la historia que va marchando por caminos, como siempre, no queridos por nadie en particular, pero es obvio, va siendo orientada en la dirección que, por lo menos por ahora, conviene a los sectores de poder financiero transnacional.

Hubo debate, se confrontaron ideas, se pusieron sobre la mesa cuestiones que ya muchos historiadores, no solamente europeos, daban por cerrados. Se pensó acerca de cómo el conocimiento que producimos los historiadores, o que desarrollamos en el aula, actúa sobre la manera en que se van conformando las ideas y por ende las prácticas en la sociedad. Por eso, para mí uno de los puntos culminantes del Congreso fue poder pensar juntos sobre cómo actúan los poderes constituidos en la sociedad y cómo los historiadores debemos tomar conciencia de ello en nuestro trabajo de investigación y de docencia. Se pusieron en tela de juicio aquellas afirmaciones que emanan desde el poder que intenta borrar el pasado en pos de un presente y un futuro sin conflictos. No hubo unanimidad, es cierto. Hasta puedo llegar a afirmar sin temor a equivocarme que eran mayoría quienes adherían a algunas corrientes o puntos de vista de moda. Pero hubo discusión, y en ese ida y vuelta llevado adelante con seriedad y compromiso, pude encontrarme con quienes creían - y de ello se lamentaban- que las posturas llamadas con un eufemismo "posmodernismo" habían invadido todo de tal modo que no quedaba espacio para pensar desde otro lugar, desde la necesidad de una historia que descubra los intereses en pugna, que destape las maniobras del poder, que no haga reduccionismos de "buenos" y "malos", que sirva a la humanidad para explicar el momento al que hemos llegado, y por qué no, que sirva para brindar posibles herramientas y caminos de acción necesarios para construir una sociedad humana para este planeta que es nuestro.

Creo que a todos los que fuimos y participamos con ganas de aportar a la producción historiográfica nos sirvió para conocernos, para re- conocernos en nuestras respectivas prácticas pero a la vez para advertir que esto que llaman "globalización", también aparece en esto de "hacer historia" y en este aspecto es una gran ola, o un gran globo, que desde el poder penetra en todos los ámbitos académicos para hacernos decir acríticamente, si no nos detenemos a reflexionar, que "no hay que mirar atrás", que "hay que mirar para adelante", pues de esa manera "cicatrizamos las heridas".

Estoy segura que aquéllos que fuimos dispuestos a protagonizar este Congreso, tuvimos la experiencia en la piel, -no sólo a través del pensamiento-, de que la historia no puede entenderse ocultando, tergiversando, fragmentando los temas y los enfoques, y menos cuando nos definimos democráticos y antifascistas. Para ser consecuentes con esas caracterizaciones debemos estar permanentemente alerta para no reproducir, sin advertirlo siquiera, los discursos que necesita el poder financiero para sostenerse. Esto se habló en los ámbitos previstos por el extenso programa del Congreso y, además, en los pasillos y en los coloridos almuerzos compartidos.

Hubo emoción en algunos debates, y esto lo rescato sobremanera, porque quizás pone la diferencia entre discursos y actitudes acartonados para cumplir con categorizaciones o buscar antecedentes para puntajes y, en cambio, cuando el conocimiento llega a flor de piel, que no quiere decir perder la ciencia y dejarse arrastrar por las pasiones.

Creo haber percibido, que este asunto de la relación sentimiento- afecto- razón fue aportado al Congreso desde nuestra participación; pero era lo que muchos estaban necesitando, y esperando, y hasta afirmando en soledad que existía todavía esa posibilidad, a pesar de tanto discurso del "fin de la historia". Estoy segura que la experiencia fue enriquecedora para todos y creo advertir que particularmente para los historiadores españoles. Porque para España, aunque desde el discurso oficial se hacen tantos esfuerzos para esculpir una "transición" pacífica que habría permitido "cerrar las heridas" (desde la Guerra Civil), ese discurso se dio de bruces con los que llevamos la idea de que es posible y sobre todo necesario, descubrir, destapar, saber por dónde corren esos ríos subterráneos de fuerzas sociales y de intereses que van haciendo la historia a pesar de que se pretenda ocultarlos para manipular. Porque justamente, hoy, en el presente, se ven fenómenos que sin el descubrimiento de esos ríos subterráneos parecieran salidos de la galera de dioses o demonios.

En suma, este Congreso, produjo material para llevar los debates a cada lugar donde vayamos y antes del nuevo año Compostelano en que nos comprometimos a volvernos a reunir. Por supuesto cuando se impriman las Actas tendremos las posibilidades de re- trabajar todas las ponencias presentadas.

Desde el poder instalado se trata de seducir a los intelectuales. Estamos en su mira pues podemos serle muy útil ya que tenemos la capacidad para justificar todo. Sin embargo eso no sería ciencia, no es serio, no es un aporte abnegado a la humanidad. Este Congreso permitió encontrarnos entre los historiadores que ya advertimos las consecuencias de la "globalización" manejada por los intereses transnacionales, pero que también empezamos a sentir una demanda de los pueblos para que la producción que hagamos le sirva para hacer la historia.

Una cosa más me preocupa. Es cierto, era época de receso escolar. Pero noté la ausencia de estudiantes. Pero también valoré la presencia de jóvenes docentes de escuelas medias, sobre todo de España, que buscaban y que sabían qué buscaban. La mayoría de ellos no se conforma con los discursos "oficiales" acerca del pasado ni del presente. Convocar a los jóvenes estudiantes especialmente a Congresos así abre nuevas perspectivas.

En suma, este Congreso, fue una experiencia de vida para quienes tomamos la vida también como una construcción histórica.

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