II Congreso internacional Historia a debate
mesa redonda F: El debate de las Humanidades: balance y
perspectivas.
Rafael Valls Montés
Universidad de Valencia
La finalidad educativa asignada a la enseñanza de la historia es la que nos podrá mostrar el camino más adecuado entre las dos tendencias-opciones más patentes de todo proyecto educativo relacionado con la formación histórico-social del alumnado, esto es, el decantarse por una vertiente más enciclopedista-culturalista o el decidirse por otra basada en una comprensión más crÃtica y profundizada de los considerados como problemas más relevantes de la sociedad presente y de la dimensión histórica de los mismos.
¿Puede ser la educación obligatoria un simple resumen, forzosamente caricaturesco por lo limitado del tiempo escolarmente disponible, de lo aportado por las diversas ciencias reflejadas en el curriculum escolar? y ¿se puede establecer un conocimiento escolar útil si éste está alejado del estado actual de las ciencias referentes?. Si cambiamos el registro de las anteriores preguntas y lo llevamos a un terreno más particularizado tendremos que interrogarnos a propósito de lo que subyace a la recalcitrante voluntad de la actual administración polÃtica y de sus asesores mediáticos, asà como de cierta parte del profesorado, en su intento de considerar que un programa que aborde una temática muy semejante a la establecida en la primera parte del siglo XIX (al menos por lo que se refiere al cuestionario de historia) pueda ser considerado como reflejo de lo que se considera una formación educativa suficiente o completa, esto es, no seleccionada, en su opinión.
Desde la actual investigación didáctica y también desde la sociologÃa critica de la educación está ya muy claro que no es por ese camino por donde van los tiros. Tales investigaciones han mostrado fehacientemente que todo curriculum, y aún más todo programa cerrado, no flexible, supone una opción ideológica y polÃtica, aunque ésta pretenda revestirse de la más pura y declarada objetividad o neutralidad. La opción más democrática, por tanto, reside en la manifestación de los motivos de la selección realizada y en la explicitación de la voluntad que ha dirigido tal selección. Una práctica democrática, que pretenda ser aceptada como real y no solo declarativa, deberá posibilitar, además, que los distintos agentes sociales, y entre ellos básicamente los enseñantes, tengan opción, bajo su responsabilidad civil y profesional, para poder matizar y destacar aquellas cuestiones básicas que por consenso democrático hayan sido establecidas.
El problema reside, pues, en cómo hacer una selección no superficial de lo cientÃficamente disponible para un tratamiento y consecución pertinentes de lo que se considere un conocimiento histórico escolar adecuado para una formación ciudadana y crÃtica de los alumnos.
Todo parece indicar que, de no cambiar profundamente la actual correlación de fuerzas polÃticas, el actual debate sobre la enseñanza escolar de la historia no alterará apenas las propuestas curriculares de 1991, fruto de un delicado y laborioso acuerdo de mÃnimos, y que las intenciones de la administración "popular" no prosperarán en lo que a la historia se refiere, aunque si puedan modificarse parcialmente alguno de los aspectos relacionados con las restantes disciplinas humanÃsticas.