Carlos Astarita.
Universidad de Buenos Aires.
Universidad Nacional de La Plata
Historia y Ciencias Sociales: préstamos y reconstrucción de categorías analíticas.
Resumen:
La historia de la próxima centuria no puede ser ahora materia de estudio, aunque es
concebible pensar en tendencias evolutivas. Es posible profundizar acerca de ciertos fallos
que surgen de la disciplina y proponer algunas resoluciones para una agenda de trabajo
futuro. Este es el objetivo de esta ponencia, inspirada en mi experiencia como medievalista
inscripto en el campo teórico del marxismo.
Puede asi establecerse una evolución discordante entre los desafíos de un presente
globalizado por la universalización del sistema capitalista y las orientaciones micro
analíticas. Esta contradicción sólo es posible superarla a partir de una reorientación hacia la
historia total, entendida como el estudio de la génesis y funcionamiento del modo de
producción capitalista y sus variantes empíricas. Este tipo de macro estudio, propio de los
padres fundadores de tas ciencias sociales modernas (Marx y Weber), ha sido encarado en
los últimos tiempos principalmente por la sociología histórica que impuso un desafío
permanente a nuestro campo, ya sea por replanteos creativos del sistema relacional entre
estructuras sociales y políticas, ya sea por una visión diacrónico unitaria del funcionamiento
de la economía mundo, ya por un replanteo teóricamente significativo de los mecanismos
transicionales del feudalismo al capitalismo. Sin embargo, una vez afirmado ei rol de
desafio positivo que implicó la sociología histórica con sus esquemas macro comprensivos,
es necesario establecer sus insuficiencias en términos del analisis concreto. Su punto de
partida, dado por un modelo teórico primario conlleva presentar la realidad como
exteriorizaciones de una racionalidad superior ordenadora donde la diversidad no es mas
que una variación formal de la idea absoluta. En este criterio se encierra el secreto de la
sistematicidad de la exposición, pero el resultado es que la investigación se encuentra
desplazada por una construcción empírica en su presentación pero abstracta en su
contenido. Se traduce aquí una idea hegeliana donde, como es percibible en Wallerstein, el
caso histórico se convierte en un atributo de la idea absoluta de economía mundo
adquiriendo la realidad un valor meramente descriptivo, subordinando las condiciones
c,specíficm de cada iugar a una tipología geaeralizante centro-perifena.
Este tratamiento de la historia como mera representación del modelo se opone
diametralmente a las prácticas de nuestro propio campo. Nuestra disciplina, evaluada por
sus obras significativas, ha sido el resultado de un despliegue dual, en tanto combinó la
superación del positivismo otrora dominante conservando la base empírico documental del
proceso cognitivo. Esta carga empírica, que se preserva en los mecanismos de reproducción
de la disciplina, es tanto una modalidad habilitadora del análisis materialista (el punto de
partida no son los conceptos sino la realidad) como una limitación de las audacias
interpretativas. La historia aprende de los modelos de la sociología histórica, pero al mismo
tiempo debe resguardarse de las intromisiones especulativas. En esta relación surgen los
formación del feudalismo) por el crecimiento de las fuerzas productivas. Vinculada con ello
se encuentra la concepción de reproducción intensiva por reinversión ampliada en
sociedades orientadas hacia una economía del consumo donde la forma evidente del
movimiento sociai puede definirse mas bien como reproducción espacial. Este enunciado
puede continuarse. Por ejemplo, el empleo de la categoría mercado como ordenador del
movimiento históríco ligado al empleo de la categoría ricardiana de ventajas comparativas y
subjetivización de la actividad económica basada en un agente abstractamente universal
motivado por el beneficio.
No sólo en la historia económica se detectan estas incongruencias; hasta cierto punto
el examen de la evolución política ha influido en la analítica histórica. Es así como
constatamos que uno de los modelos más elaborados sobre los cambios en la configuración
política de la Edad Media (pasaje al senorío banal y la llamada centralización bajomedieval)
ha sido explicado por dos aspectos interrelacionados: las necesidades de acumulación del
sistema y la lucha de clases señores-campesinos. Ambos criterios no son más que un
derivado de esquemas específicos para la evolución del sistema capitalista, pero de muy
cuestionable pertinencia para la Edad Media.
La primera conclusión que surge de estas observaciones, es que la incorporación de
ciencias sociales a la historia es una operación que puede ser tan fructífera como estéril e
incluso paralizante. El historiador debería, en definitiva, no sólo construir su objeto de
estudio sino también sus propias herramientas de análisis que no están, por norma,
esperando en el taller de una disciplina social. El problema es cómo lograrlo.
El primer paso estriba en medir la inadecuación de las categorías adquiridas
mediante la confrontación entre el instrumental analítico y las cualidades del fenómenos que
se analiza.
Un segundo momento estaría dado por la reconstrucción de nuevas categoría que
den cuenta de la realidad histórica en su especificidad permitiendo abarcar el conjunto de
las determinaciones básicas en su proceso contradictorio autoconstituyente. Para volver al
ejemplo del valor mercantil en los intercambios de bienes suntuarios, aquí, el carácter
abstracto del trabajo como magnitud de gasto energético social no ha aparecido plenamente
(y ello se refleja en la forma imperfecta de la existencia del valor), pero al mismo tiempo,
esta determinación no es absoluta, en la medida en que está corregida por la presencia
embrionaria del trabajo abstracto (y sin esta cualidad no sería concebible la apropiación de
plusvalor en el proceso de intercambio).
Un tercer aspecto del mismo problema, estriba en que la existencia precapitalista de
categorías que sólo con el sistema capitalista han encontrado su pleno desarrollo (lo mismo
puede decirse entonces del trabajo asalariado) no constituye un simple esbozo, una
configuración inicial de la forma posterior o una modalidad meramente transitoria, sino un
contenido específico con dimensión histórica densa.
El último aspecto de esta reconstrucción categoial, que debe comprender la totalidad
de las herramientas y matrices teóricas usadas no es una mera cuestión de definiciones sino
el replanteo de problemas históricos sustanciales. De la redefinición categorial depende la
posibilidad de planteos vinculados de nuevos problemas. Estas consecuencias de corte
práctico pueden ejemplificarse mediante el examen de la categoría de consenso. Muchos
especialistas han tomado este concepto como una guía universal que subyace en toda forma
de dominación. El consenso, en tanto aceptación de los valores de la clase dominante por
los dominados, presupone un grado relativamente elevado de integración social. Este
criterio es, sin embargo, negado + initio por las peculiaridades de sociedades con
problemas centrales que han planteado los vínculos entre la historia y otras ciencias
sociales, en especial en lo referido a los préstamos categoriales, sobre los que se centra esta
ponencia en continuidad con elaboraciones realizadas por Alain Guerreau.
Con prescindencia de tentativas invasoras imbuidas por un espíritu absolutista (como
la pretensión de leer toda la realidad en términos lingüIsticos) es un hecho admitido que la
relación establecida entre la historia y otras ciencias sociales ha dado fructíferos resultados
en términos de una investigación sofisticada e interpretativa. Sin embargo, un examen
ponderado de los resultados puede reducir de manera drástica un optimismo demasiado
autocomplaciente e indicarnos una extendida zona de matices oscuros que llevarían a reveer
críticamente los mecanismos del avance en bisagra entre ciencias sociales.
Las ciencias sociales, y en los últimos anos notablemente la antropología, han tenido
su protagonismo historiográfico. Este centro de ]a escena reconoce un papel protagónico en
los avances que se han realizado en la comprensión de valores y concepciones que subyacen
en el comportamiento social y se han logrado sorprendentes resultados en cuanto a la
racionalidad específica de la conducta premoderna. Si bien se ha llegado a una controlada
elaboración categorial, es posible que la vía principal de avance en esta materia haya sido
mediante la descripción interpretativa a niveles macro y microhistóricos. La esfera
motivacional sociohistórica condicionante del comportamiento ha pasado así a un primer
lugar del escenario en las publicaciones más prestigiosas bajo la dirección no disimulada de
la antropología. Encontramos aquí la irrigación más provechosa de este contacto
interdisciplinar, aunque ello se realizara muchas veces con un abandono de las lógicas
objetivas de funcionamiento de la totalidad. Esta consideración nos permite entrar de lleno
en la sustancia del problema que se quiere plantear.
Si en el plano abocado al análisis de la conducta hubo adquisiciones, el análisis
objetivo sobre las propiedades no intencionales de las relaciones sociales ha sido, por el
contrario, conducido mediante un arsenal de categorías y matrices teórico interpretativas
tomadas en préstamo de distintas ciencias sociales sin modificación.
Este juicio surge de un análisis sobre la utilización de determinadas categorías como
la del valor mercantil en la temporalmente dilatada existencia de intercambio de bienes
suntuarios en sociedades premodernas. Es así como a partir de un conjunto de atributos
concordantes (importancia de la demanda políticamente motivada, rigidez de la oferta,
lógicas de comportamiento de los agentes subordinadas a requerimientos de reproducción
social, monopolio del capital mercantil, inexistencia del trabajo abstracto en su forma
plenamente desarrollada) no es pertinente aplicar aquí en su versión establecida por la
economía política moderna ni la ley del valor trabajo ni la ley subjetiva del valor (en tanto
inexistencia de una propensión marginal al consumo). Sin embargo, la ley del valor en su
formulación clásica rige en los análisis de la historia económica premoderna por
asimilación acrítica de sistemas construidos en las ciencias sociales.
El mismo problema puede plantearse con relación al estudio del parentesco. Aquí la
pregunta es si es posible adaptar sistemas de comprensión elaborados para sociedades donde
las relaciones parentales son dominantes (en tanto plurifuncionales, según el conocido
esquema de M. Godelier) a realidades donde rigen relaciones políticas y económicas entre
clases. Esto se relaciona con que el parentesco, en sociedades como la medieval, si bien no
ha sido desplazado a un mero lugar de la sobrestructura (como en el mundo moderno donde
la familia no es el lugar de producción) tampoco recubre el carácter de relación
plurideterminada de sociedades típicamente estudiadas por los antropólogos,
Estos ejemplos se repiten, por ejemplo, en el esquema teórico adoptado que explica
las transformaciones sociales en períodos precapitalistas (notablemente acerca de la
divisiones clasistas estamentales. El estamento implica una distinción jurídica y estatutaria
rígida por la cual los dominados no se integran en los valores culturales de los dominantes.
Lo menos que se puede decir entonces, es que en sociedades de escasa cohesión social los
mecanismos consensuales no son generales y están socialmente limitados a la clase
dominante. Este replanteo conlleva repensar las formas de dominio político que se
establecen sobre las comunidades campesinas, no concebibles como coerción militarizada
permanente ni como aceptación pasiva de las pautas impuestas por la clase dominante. Es
aquí donde se observa que la reformulación categorial implica un campo de conocimiento
extendido hacia esferas relacionadas que implican el conjunto de la conformación social. En
definitiva el trabajo de abstracción para reformular las categorías analíticas es el trabajo de
construcción de conocimiento histórico.
Estos problemas implican incluir en una agenda de trabajo futuro la elaboración
teórica sistemática sin apelar a un punto de partida modélico sino manteniendo los
fundamentos empírico factuales propios de la disciplina.