La Democratización de la UBA exige la del CONICET
A propósito de la lucha por la democratización de la UBA, es decir
por la democratización directa en la elección del Rector y por la
ampliación del sufragio para que comprenda también a los profesores
interinos, me pregunto ¿basta ello para democratizar la generación
de conocimiento en Argentina? ¿basta con haber hecho caer la
candidatura de un Procesista para emancipar a nuestros docentes de
las reminiscencias dictatoriales?
Teniendo en cuenta que la mayor parte de los profesores titulares
regulares con dedicación exclusiva, de las Universidades Nacionales,
son a su vez Investigadores de Carrera del CONICET ¿puede
considerarse que dichos profesores universitarios cuentan con
libertad académica e independencia de criterio en materia de
política científica? ¿puede creerse que dichos
profesores-Investigadores están exentos del temor a que si opinaran
en materia de política científica sus Informes Periódicos sean
rechazados, y que sus requerimientos de promoción o ascenso
sean cajoneados? ¿puede concluirse acaso que los
profesores-Investigadores de la UBA son en realidad rehenes del
Poder Ejecutivo Nacional? ¿pueden los estudiantes de la UBA y los
dirigentes de la FUBA depositar su confianza en docentes --muchos de
los cuales son Consejeros Directivos y Superiores- que carecen de
independencia académica? ¿No será necesario entonces que la FUBA
tome cartas en esta grave cuestión que hace a la autonomía
universitaria y a las libertades académicas y extienda así la lucha
democratizadora más allá de la elección del Rector alcanzando
incluso los órganos de poder del CONICET?
Estos últimos, el Directorio y las Comisiones Asesoras del CONICET
son de una naturaleza profundamente antidemocrática y totalmente
ausentes de transparencia, al extremo de integrar sus filas con
personajes del Proceso y toda suerte de cortesanos del poder, y
encubrir asimismo actos de corrupción que han sido hasta hoy
imposibles de investigar. Por un lado, la mitad de su Directorio
tiene un origen puramente corporativo (instituciones representativas
de la industria, del agro, de las provincias y de las
universidades); y por el otro, la segunda mitad tiene una
representación periódica fragmentada en cuatro (4) áreas del
conocimiento totalmente incomunicadas entre sí. Si bien la elección
que designa a los representantes Coordinadores de estas cuatro (4)
áreas es de naturaleza directa, está estrictamente fraccionada en
sus listas y padrones en cuatro áreas disciplinares; y sus
candidatos son segregados por regiones geográficas, y son
restringidos a las dos (2) jerarquías más altas del escalafón
científico; es decir, el sufragio es calificado, regionalizado
y anacrónicamente sectorializado por área de conocimiento.
El régimen electoral debería estar entonces constituido con listas
únicas y sin distinción de disciplinas ni regiones, que democratice
y nacionalice su representatividad, y extienda el voto pasivo a las
demás jerarquías inferiores, mediante el sistema de la lista
incompleta con mandatos para mayorías y minorías, de modo de
movilizar las inteligencias y generar en las respectivas campañas
electorales (se renuevan por mitades cada cuatro años) discusiones y
debates acerca de las futuras políticas científicas a fomentar e
implementar, que tomen al conocimiento científico como una unidad
crítica y no como compartimentos estancos, corporativos,
regionalizados y clientelizados.
En ese sentido, el régimen electoral en el CONICET se asemeja en
gran medida al vigente actualmente en la UBA donde si bien la
elección del Rector es indirecta el padrón y las listas de electores
están corporativamente divididas por Facultades, de manera tal que
sus filas se hallan totalmente fragmentadas, en un espacio académico
a su vez geográficamente parcelado en un archipiélago urbano cuyas
distancias físicas son imposibles de salvar, alimentando así una
frustración vocacional generalizada que deriva en altos índices de
exclusión y deserción.
Eduardo R. Saguier
Historiador
Investigador del CONICET
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