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III Congreso Internacional Historia a Debate Santiago de Compostela

III Congreso Internacional Historia a Debate
Santiago de Compostela, 14-18 de julio de 2004


Historias oficiales



Mesa Redonda I:  Historias Oficiales

Hilda Agostino (Universidad Nacional de La Matanza, Buenos Aires)
Interrogantes en torno a las historias oficiales

 
Hilda N. Agostino PhD
Universidad Nacional de La Matanza. Bs. As. Argentina

Cuando decimos "Historia Oficial" ¿A  qué nos referimos concretamente los historiadores? ¿Puede afirmarse que cada una de las historias nacionales  es una historia oficial?¿En que época se ha formulado la "historia oficial"  de cada país? ¿Quiénes  han  producido la historiografía que la sustenta en cada caso? ¿Se ha reformulado  en algún momento? ¿Cuándo y por que?

No se trata de  preguntas menores y no  escapa a nuestra percepción la dificultad de lograr una única respuesta a cada una de ellas. Para comenzar a encontrar respuestas, iniciamos aquí su tratamiento.

Sostenemos desde nuestro Manifiesto que el sujeto influye en los resultados de la investigación y esto nos lleva a indagar sobre ese sujeto-historiador para conocer sus motivaciones, inferir  su  influencia y explicarla, si es posible. Este accionar  se vuelve ineludible cuando  el objeto de análisis es una    "historia oficial".

Desde nuestra concepción,  esta construcción histórica, en especial,  nace de un recorte  de  la realidad que obedece al propósito de un grupo, que cuenta con el poder suficiente  para instituirlo a través de múltiples canales,  de los cuales el sistema educativo -con las cátedras universitarias  incluidas en él-  es uno de los mas importantes, pero que además, incluye a un sector importante de la  comunidad de historiadores y a los medios de difusión.

En el  Segundo Congreso de Historia a Debate, se abordó  la relación del historiador con el  poder.  El tema de las historias oficiales  está íntimamente ligado  con aquel.

Muchas son las explicaciones  posibles  a la  pregunta sobre él por qué algunos historiadores legitiman con sus obras   ciertos procesos sostenidos desde estas construcciones historiográficas denominadas "oficiales". Cabe como respuesta inclusive,   su sincera convicción íntima o ideológica, pero  si se desea realmente transitar "el camino de la historia de la historia",  como docentes y como investigadores, no se puede  menos que analizarlas exhaustivamente con todo el rigor metodológico que nuestra ciencia requiere.

En la República Argentina el "padre"  de la historia  oficial es Bartolomé Mitre. Su obra historiográfica alcanzó una especial relevancia, diferenciándose  de la producción anterior. Su primer trabajo es el que dedica a  Manuel Belgrano, aparecido en 1857, donde presentaba al creador de nuestra insignia patria  y a toda  una época, generando  el ejemplar inaugural de la llamada escuela erudita.[1]

Mitre se propone  relacionar la idea de nación de existencia anterior,  con una  organización estatal vigente, articula el pasado histórico  con un presente  político del cual él es protagonista central. Establece una continuidad prestigiosa y legitima su actuación institucional. Mitre no escribe  como hombre de la historia,  lo hace como  hombre político. Él elige  a quien incluye y a quien vitupera. Hasta la fecha, el diario La Nación fundado por él sigue  saliendo en el país y ha tenido como norma,  a través del tiempo, eliminar de sus páginas a quienes no  coinciden con la visión del fundador o  a quienes en enaltecen  o simplemente se refieren a sus detractores.

Hasta inicios  de la tercera década  del siglo XX, continuó reinando esa concepción mitrista  de nuestra historia El sitial supremo de esa tendencia lo tuvo Ricardo  Levene, quien  presidió  durante mucho tiempo la Academia Nacional de la Historia, sucesora de la Junta de Historia y Numismática Americana que fundara  el propio Mitre en 1893. Levene  dirigió la publicación de la "Historia de la Nación Argentina", obra voluminosa aparecida entre 1936 y 1942. Esta versión   tiene como columna vertebral el pensamiento liberal, que  debía repetirse y perpetuarse cual dogma de fe. Esa  es la que se conoce como " Historia Oficial de la Argentina".

Los años que  han transcurrido desde allí hasta aquí  han conocido intentos serios de desacralización, pero por una multiplicidad de factores no han logrado su reformulación total, por lo tanto, liderada por  otros  y con el beneplácito de  muchos, la versión  oficial  conserva hoy su lozanía en muchos  aspectos y temas.

Cabe, sin embargo aquí,  realizar una  observación que en  el  contexto de este congreso cobra singular  valor:

En el caso particular de  Argentina,  la consolidación de una versión oficial de la historia  se logró  gracias  a la apoyatura de una intelectualidad  identificada con el pensamiento liberal, que ha detentado el poder,  no solo desde lo político sino desde lo académico y lo económico. Este  poder, otrora monolítico de imposición, ha sido atravesado  por la historiografía digital. Hoy, no se precisa del beneplácito de algunos para poder publicar  ideas diferentes  y dar lugar a los temas  silenciados  en esa explicación oficial. Pueden hacerse conocer otras investigaciones, surgen historiadores  noveles y  se puede llegar a un público inmenso si se trabaja en la red. Esto alienta y esperanza. Solo resta   en los países latinoamericanos  incluir  a un  número mayor de personas  en la utilización efectiva  de las nuevas tecnologías y en la enseñanza y  práctica de ellas en las aulas.

Ese optimismo,   generado por  la aparición de  la historiografía digital está sustentado en gran medida por la propia existencia como comunidad historiográfica, de Historia a Debate, que hace circular el conocimiento a la vez que se compromete solidariamente.















 

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