Nosotros, miembros del Colectivo Neosaurios y con el interés por realizar profesionalmente el estudio de la Historia, ante los acontecimientos nacionales que desde el 24 de febrero pasado lanzan sus humos de esperanza y respeto para la diversidad cultural mundial, no queremos solamente opinar como ciudadanos mexicanos (en comentarios que pueden reducirse a lo meramente político) sobre la marcha que han realizado los zapatistas por algunos estados de la República Mexicana y en los corazones y mentes de mucha gente en todo el mundo-. Queremos abrir modestamente el debate y enriquecer las percepciones que hechos como éste significan para la historia mundial. A partir de esta fecha han retomado fuerzas las demandas del neozapatismo, y a pesar de la incertidumbre ante la respuesta del gobierno mexicano, desde ayer 22 de marzo nos encontramos en el punto expectativo y optimista de la aceptación del Congreso Nacional para dar la palabra a la comandancia del EZLN y permitirles dirigirse a México y al mundo desde esta tribuna federal.

El movimiento zapatista de 1994 tuvo motivos justos para hacerse presente aún por medio de las armas, si por medio del diálogo y la vía pacífica no fuera posible, pues decidieron defender con la vida su lugar en el mundo actual. El neozapatismo conforma el encuentro y la adaptación nada sencillos de distintos puntos de vista, como son básicamente la cosmovisión indígena y la formación ideológica marxista. Su lucha se centra, en el ámbito que se quiera, entre los que menos tienen (los más) contra los que tienen todo (los menos). No es simplemente una lucha racial o de etnias por un territorio o una pequeña oportunidad económica. Es la lucha contra la injusticia, la intolerancia y el olvido. Es la lucha por la vida y esto le da un sentido humano y universal a este movimiento, pues sus causas y demandas no se circunscriben a un ámbito puramente local, ni siquiera nacional, ya que estas causas y demandas existen en todos los países, en todas las regiones, en todos los continentes y en todos los tiempos. No sólo se cuestiona al sistema neoliberal (como podía parecer al principio), sino que ahora se le enfrenta abiertamente y así el movimiento zapatista es punto de referencia como enemigo radical de este sistema, encontrando ecos y motivaciones de otros países que también luchan contra la globalización.

El neozapatismo reclama que en México (como en otros países) hay viejos errores de injusticia y exclusión que se repiten una y otra vez y siguen originando más errores, pues ignoran a quienes a un grueso de la población que ha sido sustento de la vida y el desarrollo nacional. Sin embargo, al mismo tiempo abre la esperanza de concebir otra realidad más justa y respetuosa e invita a cumplir individualmente, entre todos, los propósitos que lleven a ello. Esta esperanza que brinda el movimiento zapatista es la que había estado en peligro en los últimos días. Si fracasaba la marcha y la posiblidad de abrir el diálogo con el gobierno mexicano, no sólo peligraba la seguridad de los comandantes del EZLN, sino el futuro mismo de la historia de este país, pues demostraba que para la resolución de los problemas sociales que se viven quedaba tan sólo la vía violenta y armada de imposición e inequidad.

Esto se inserta en el campo de las Ciencias Sociales, donde diversos acontecimientos sociales de todo el mundo a finales del siglo XX (la posmodernidad) ya implicaban la necesidad de ampliar o replantear las teorías que expliquen la realidad y evolución actuales. La creación de un nuevo paradigma sigue ocupando alta prioridad en el ámbito de los procesos sociales y esto para el estudio de la Historia significa el gran reto de hacer surgir una historiografía que responda a las nuevas necesidades y temáticas del mundo del siglo XXI.

Si entendemos a la Historia, más allá del estudio de lo pasado, de lo muerto o de lo remoto, como un proceso continuo de vida en sus diferentes estados temporales, incluyendo por supuesto al presente, así como un concepto incluyente, diverso y múltiple de la gran complejidad que constituimos los seres humanos y nuestras sociedades, quisiéramos compartir con quien lo desee comentarios a propósito del resurgimiento de las demandas zapatistas de dignidad humana, pues no es solamente indígena. Estamos seguros que a través de muchas voces formularemos preguntas y posibles respuestas que clarifiquen la perspectiva histórica y el compromiso del historiador como ser de este tiempo; del hoy con el legado de ayer y el que indudablemente se construye día a día.

En este sentido, agradeceremos sus comentarios acerca de lo que significa el «zapatour» a México y al mundo, en especial hacia los estudios históricos, como pueden ser, entre muchos otros, el compromiso hoy más que nunca que el estudioso de la Historia debe tener ante acontecimientos actuales que repercuten en las relaciones sociales y políticas futuras, o la importancia que acciones reivindicatorias de grupos como el EZLN ofrecen al estudio de la Historia.

Saludos a todos.

Luz del Rocío Bermúdez Hernández
Benjamín Lorenzana Cruz,
Universidad Autónoma de Chiapas
San Cristóbal de Las Casas