[Nota: Adjuntamos intervención del profesor Boris Berenzon en la presentación nº 14 de HaD en México (que hace la nº 4 en la UNAM*) sobre «Historia a Debate: balance historiográfico»]
Una familia de tantas, los hilos de la historia
Boris Berenzon Gorn[1]
A Elvira Baez, con amor
Preámbulo
Perdónenme por acudir al lugar común, “¡Que familia la nuestra!” Y perdonen el narcisismo que ya mi edad, se puede confundir con otras cosas…de creer que soy único y no me doy cuenta de que así son todas las familias, pero la verdad es que no se si me gusta la familia en la que me toco nacer, y permítanme el abuso de hablarles de ella.
Clío es una musa escurridiza, que funde la pasión por el saber con la razón de entender el conocimiento del pasado, de la que nace la historia y la historiografía occidental, -y amor con amor se paga- y Heródoto está considerado como el padre de la Historia, su trascendencia va más allá de la simple narración de hechos Su obra estaba escrita en dialecto jónico, y más tarde fue dividida por los gramáticos de Alejandría en nueve libros que tomaron el nombre de las nueve musas de la mitología griega: Calíope, Clío, Talía, Euterpe, Terpsícore, Melpómene, Erato, Urania y Polimnia. Todas ellas, hijas de Zeus y Mnemoside. Estas musas eran consideradas como las protectoras de las artes, la memoria y la astronomía. Luego Cicerón, nos lleva pensar que la historia es “la maestra de la vida”; y así familia pugna por siglos entre las herencias de lo objetivo y lo subjetivo, el positivismo, el materialismo histórico, el historicismo, hasta llegar a la posmodernidad y así Historia a Debate como el grito romántico del adolescente nos convoca en todas sus aportaciones a trascender que no a olvidar a la familia, y resignficarnos como historiadores.
Los síntomas
Una vez más la bestias de la reyerta hicieron cabriolas el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, mostrando el tan anhelado «choque de las civilizaciones[2]» y los cargados vientos de un capitalismo agotado, ansioso del desdeseo.
El abanico del tiempo, se movió para recordarnos una vez más que siempre habrá un día «cero», un día «D» un antes y un después; para hacer patente la decepción e impotencia de nuestras viejas sociedades. e hicieron patente las heladas aguas del terror que siempre han deambulado en las luchas del poder desde que el tiempo es tiempo.
Estos monstruos abrieron sus fauces y desde hace doce meses se pasean intimidatoriamente por las calles; atacan desde la violencia, de modo activo, pero también y sobre todo por omisión lo que produce un panorama siniestro: aquello que debiera ser amparador se transforma en persecutorio o como lo mostró el grito desfigurado de Mr. President: «Si no están con nosotros, están con el terrorismo», No es así, no oigamos el alarido perverso; Yo, nosotros, si sabemos de matices ni con ustedes ni con el terrorismo; con el anhelo de la equidad, de la igualdad y los derechos humanos; del equilibrio del mundo. diciendo no a la espiral de la violencia.
Esto coexiste con los síntomas inmediatos de una globalización mal entendida: desocupación, expulsión del sistema económico, pauperización, lo cual conduce a la imposibilidad de toda idea de futuro, a nivel individual y colectivo.
¿Pero cómo se presenta la comunidad de historiadores ante este movimiento que oscila entre la catástrofe y la creación?, ¿cómo afecta al trabajo de percepción e interpretación del pasado, del presente y del futuro?
El reto consiste en psicopatologizar y sociologizar los fenómenos históricos que se hacen presentes. Lo hemos vivido a lo largo del tiempo, no vayamos a un pasado remoto pensemos en las guerras mundiales, el holocausto, los movimientos del sesenta y ocho, o 1989[3].
Diversas intermediaciones anudan el lazo entre psique y sociedad registro identificatorio, ideales e imaginarios. Estos son siempre un destino socialmente impuesto para la sublimación de las pulsiones, objetos obligados de la sublimación, de fin del conocimiento en abyección del saber.
La cultura mediante las instituciones de la sociedad es un lugar de apoyo para permitir la estructuración del conocimiento: esto hace que la cuota de malestar por habitar en ella sea tolerable.
La cultura cumple una función de amparo, tomando a cabo la llevada a cabo originariamente por las figuras de lo semejante.
La tesis cambia dramáticamente si consideramos la existencia de una sociedad en la cual ha caducado su función de amparo como la nuestra, lo que la instala en un más allá del malestar en la cultura. Se hace insoportable y sin sentido la participación en el colectivo social.
Cuando esto ocurre, se puede producir una fragilización importante del ser. Y pueden tener lugar dos cuestiones que son solidarias: al permeabilizarse las fronteras, puede alterarse la diferenciación yo/no yo, adentro/afuera y entre instancias del pensamiento además, la depositación de lo mortífero que se realizaba en las instituciones se ve impedida, de modo que la pulsión de muerte queda libre. reaparece el malestar de la cultura en cuanto que no ofrece un lugar para el sujeto y exige su afánasis, el malestar en la cultura forma parte también del imposible de gobernar.
Por eso podemos pensar que, en el estado actual de nuestra cultura, todos somos potencialmente sociedades limites: se produce una suerte de estado de acotamiento artificial; los bordes del pensamiento entre instancias y entre la imaginación y la realidad se alteran, se fragilizan, produciendo fallas en la tramitación del mundo pulsional/deseante e identificatorio.
Las derivaciones de esta situación son múltiples.
Al respecto, quiero resaltar una de las consecuencias de la desestructuración social, Es notable cómo puede fecharse el origen de ciertos daños sociales a partir de los eventos de fines del 2001.
Il.-la “afánisis”.
La afánisis ha merecido dos consideraciones que resaltan: la de Ernest Jones y la de Jacques Lacan. El término proviene del griego aphanisis, y quiere decir invisibilidad, desaparición.
Para Jones se encontraría en la base de todas las neurosis, por provenir de una prohibición paterna: “Ninguna satisfacción sexual es permitida”. resulta curioso ver como simbólicamente hace un año los aviones trataron de hacer una afánasis de esas torres del capitalismo.
Esta amenaza de una extinción de la sexualidad llevaría a tener que renunciar al objeto deseado, o bienal propio sexo.
Para Lacan, se trata más bien de la desaparición del sujeto mismo: el sujeto puede temer la desaparición futura de su propio deseo. Se trata, entonces, de que la estructura lleva necesariamente a que el objeto y el sujeto sean lo mismo se confundan, siempre en caída, la afánasis es estructural del sujeto.
Esa es la modernidad desde Sade y ese es el malestar, ni la cultura puede dar amparo al «ello». a la desaparición del deseo, o a su evaporación lisa y llana, y a un desvanecimiento/desaparición del sujeto.
Se trata de la presencia del pánico al deseo del Otro, no existe un miedo mayor o que puede llevar a desear que exista un Amo del deseo;
Lo anterior se encuentra potenciado por el actual estado de nuestra cultura, y la fragilización a la cual arroja al pensamiento veamos el sutil y seguramente incompleto entramado que lleva a esta consideración.
Hoy sabemos que las catástrofes sociales potencian el accionar del amo del goce y del deseo[4], y que este actúa prohibiendo el deseo. A mayor desgracia, mayor sentimiento de culpabilidad, por mayor tensión; digamos, de paso, que este sentimiento de culpabilidad es señalado como uno de los mayores obstáculos para la vida en sociedad. porque la culpa nos muestra que se ha realizado un deseo y por lo tanto uno esta dispuesto a ir a otra cosa.
Esta dialéctica llevaría a lo señalado más arriba: dejar de desear o miedo a dejar de desear, por la imposición de una prohibición del desear. En el primer caso se superpone con un desvanecimiento del sujeto, ya que en el humano su condición de deseante es esencial: somos deseo en tanto nos hemos originado a partir del deseo del Otro.
La afánisis del sujeto se manifiesta actualmente como temor a la pérdida o directamente como abandono de lazos amorosos, estudios, vida social, produciendo en muchos casos aislamiento: la base es la mencionada, miedo a desear.
Las bestias están sueltas, en la realidad social y, como pulsión de muerte liberada. Lo que se produce es un miedo al deseo, a amar, miedo a Eros, por amenaza superyoica: hace que el sujeto desaparezca, se desvanezca, se vaya.
Lo que, en círculo, lleva a un miedo a dejar de desear o lleva directamente a dejar de desear, lo que implica un eclipse del sujeto. Un efecto que suele acompañar este estado es la resignación, que es resignación del deseo amoroso, de lazos, proyectos -; también la indiferencia, el aburrimiento. Podemos avanzar un poco más. Si falla la función de amparo, esto significa que nos hemos quedado sin Otro, sin lugar en su deseo. Sufrimos, por así decirlo, las consecuencias de la afánisis del Otro, es decir, que el subrogado de los objetos paternos da las espaldas a la mayor parte de la población. Esto produce catástrofes no sólo sociales sino individuales..
Un significado del Manifiesto Historiográfico de Historia a Debate
Pero, desde los bordes sociales y psíquicos a los cuales han sido arrojados los sujetos, también es posible la creación de nuevas formas. Para los historiadores implica el reto de llevar adelante su práctica en medio de la más absoluta incertidumbre sobre su actualidad y futuro (al igual que el común de la población), obligados y también a crear nuevas formas para esa práctica y para la teoría social.
Se sabe que los individuos nos ubicamos socialmente de acuerdo a las coordenadas de tiempo y espacio en que nos toca vivir. Desde el análisis retrospectivo se ha llegado a esbozar la idea de que el sujeto actual no es el mismo que el de siglos pasados, ya que su posición está determinada, en parte, por la historia.
Es a partir de esta enseñanza que es posible pensar acerca de los significantes que marcan a un sujeto y que conforman lo que podríamos llamar:, la subjetividad de una época: Cada época tiene un discurso que le es propio y cada generación produce, justamente, significantes que la representa. El manifiesto de historia a debate es y será sin duda alguna unos de los signos de nuestros tiempos. Así mientras, ante la crisis del ochenta y nueve, tuvo vigencia el nihilismo del fin de la historia, en el 2001 un grupo de historiadores, iniciamos el siglo contestando desde una honesta esperanza que apuesta al valor de la palabra del sujeto. Por ellos propusimos lo que bien podrían llamarse acuerdos mínimos.
Acuerdos mínimos:.
Y Así fue en el hoy tan golpeado ”sistema mundo” síntoma y símbolo de nuestro tiempo,, presentamos por tercera vez las actas de Historia a Debate, arropados por la sombra de Carlos Barros, y la suficiencia de la Universidad Nacional Autónoma de México Días de emoción que me hacen recordar el tan añorado individualmente para mí por razones estrictamente familiares, a Buenos Aires, y la primera presentación en la que participe y como diría el tango:
«¿como habrá cambiado tu calle Corrientes su facha Esmeralda, tu mismo arrabal[5]».
El viaje, en todas sus acepciones, fue entrañable platique horas y horas con Carlos Barros quién ya lucía después de un rato de estar en Argentina, un melodioso aire porteño, que competía con su tozudez gallega y discutimos y soñamos varias veces sobre el Manifiesto; el sentido de este lo mismo en Buenos Aires, que en toda Hispanoamérica aquí otro comienzo: era la primera propuesta que surgía del mundo hispanoamericano.
Redescubrí a un Carlos apasionado por construir el nuevo paradigma de la historia desde la conciliación, la crítica y una madura inclusión; así llegamos a la hermosa provincia de Entre Ríos, yo le insistí, en hablar de acuerdos mínimos, frase que se antojaba abierta, de adhesión, pero incierta, inacabada como lo es el manifiesto mismo, con ello se cumplía el deseo de muchos de nosotros, seguir adelante aceptando que algo habíamos logrado. Pero rompiendo la imposibilidad de desear. Allí se adherió al dialogo la dulce y profunda crítica de Amelia Galetti y de otros muchos colegas argentinos. ¡Y sí! Vaya que han hecho una maravillosa aportación a la discusión a ritmo milonga.
Hoy Historia a Debate la red más solida de las discusiones teóricas y metodológicas de la historia, ha sido ampliamente firmada por cientos de historiadores y presentado por lo menos quince veces lo mismo en España, que Alemania, Guatemala, México, Ecuador, Perú, Colombia, Argentina, Noruega por mencionar solo algunos, probablemente el manifiesto se ha presentado con buen éxito en promedio mas de una vez al mes en un año.
¿Acuerdos mínimos? Sí, 18 tesis ontológicas, éticas epistemologías y metodológicas
A continuación presento cinco bloques que muestran las preguntas de fondo que pueden surgir de las tesis del manifiesto que han girado por todo el mundo dando mas consenso en torno a la historia y que siguen siendo el pretexto inicial que construirá, a mi juicio, los cimientos del nuevo paradigma histórico de este siglo:
· tesis epistemológicas
El manifiesto aborda las alternativa de los mecanismos históricos. ¿Cuáles son los mecanismos de la historia (leyes, factores, motores, tendencias, fuerzas en movimiento)? se pregunta si ¿Existe la esencia interior del fenómeno histórico? ¿Cuáles son las razones del devenir histórico (evolución, progreso, regresión, cambio o ninguno)?
· tesis metodológicas
Así entramos en los enigmas de la estructura de la historia,. ¿Cuál es la conexión entre los mecanismos históricos y la estructura de la historia? (temporal y atemporal) ¿Cuál es la estructura temporal de la historia humana? ¿Cómo se estructura temporalmente el devenir humano? (épocas, estadios, formaciones, niveles; axis, centros y bifurcaciones) ¿Qué puede ser «el fin de la historia», la posmodernidad y sus fuentes y cuáles son su significado? ¿En qué consiste la estructura atemporal de la historia humana? (geográfica, nacional, cultural, religiosa, política, social, económica, tecnológica) ¿Cuáles son los principales elementos de la estructura atemporal de la historia? (continentes, civilizaciones o sociedades, naciones o Estado-naciones, cultura, mundos, tipos socioculturales)
· tesis ontológicas:
Los problemas en el significado de la historia. ¿Cuál es la dirección general de la realización de los mecanismos históricos? ¿Cuál es el principio para la estructura temporal de la historia? (secuencia, círculo, espiral, evolución, progreso, regresión, crecimiento, desarrollo) ¿Cuál el principio para la estructura atemporal de la historia? ¿Existe el sentido de la historia?, ¿cómo deberían de ser las relaciones de un individuo, sujeto o comunidad respecto de los hechos históricos, cambios y procesos?; ¿existe un sentido de la historia o hay muchos sentidos de la historia? ¿Cómo pueden ser revelados, creados o formulados el sentido o sentidos de la historia? ¿Pueden éstos cambiar? ¿Cuál es la dirección general de estos cambios?
· tesis ontológicas y metodológicas
Los rompecabezas de la autodeterminación en la historia. ¿Cómo puede cualquier sujeto (individuo o comunidad) revelar su lugar, rol, estatus, o posición en el contexto de la historia humana? En otras palabras ¿cómo puede cualquier sujeto determinar o identificar su pasado, su presente y su futuro? ¿Existen faltas históricas, méritos históricos o misiones históricas?, ¿podría ser alguien moralmente responsable de las faltas o los méritos de sus ancestros, o debería seguir realizando la misiones de éstos?
· tesis éticas
Los dilemas pragmáticos. ¿Es posible para cualquier sujeto determinar, revelar, o establecer sus valores (ideales, necesidades, preferencias, actitudes, principios, normas) sobre la base del conocimiento científico y la comprensión filosófica de la historia? o bien, ¿cómo puede ser usado el conocimiento científico a partir de la aceptación de una ciencia con sujeto y la comprensión filosófica de la historia en el devenir humano?; para abordar entonces, ¿cuáles son los principales temas éticos para la solución de los problemas antes señalados?
Firmemente sigo creyendo a una década de la aparición del manifiesto que solamente la discusión académica de fondo, frente a la apatía, las inercias del discurso del amo, y las críticas simplistas, baste con citar aquellos que dicen que los historiadores dedicados a la historiografía o a la teoría, somos como esos seres que se pasan mirando el ombligo, para no ver el resto de su cuerpo. En contra de estas visiones la discusión académica puede y debe permitir la aprensión de los valores éticos de los historiadores del siglo XXI.
Pero no gocemos, como aquellos que convocan al amor y ya que lo tienen se asustan y huyen de la pasión seamos consecuentes, asumamos el reto:
Propongo que Historia a Debate se convierta en una escuela porque no es una asociación simple de individuos sino una escuela, no participa de los Fines solo institucionales porque no es una empresa más de adoctrinamiento superyoica ni un pretexto político, sin perjuicio de que cada uno de sus miembros se comprometa en la empresa política que le parezca más digna de ello, a conciencia, como sujeto advertido, sin atribuirse la representación de los demás y sin descargar sobre una dimensión institucional la responsabilidad de su acto. Una escuela, que pretende, como tal, caracterizarse por un forma en la transferencia y producción del saber propio de la historia, un saber no sabido en la experiencia singular y una exploración del marco teórico en el que deviene el manifiesto a partir de los límites en que nos deja la enseñanza de las anteriores tendencias historiográficas retomada y reformulada y reinventada por nosotros desde una perspectiva latina Un estilo en el que hay una preocupación por los textos heredados, para, a partir de ello, producir un suplemento de discípulos que al retomar la estafeta generacional no se reduzcan a ninguna imitación. Quién desee poner a prueba si se es o no consecuente con ese objetivo, dispone de las producciones de las página Web de historia a Debate y de los tomos de de los congresos de sus miembros e, incluso, del tono de esta intervención. Seguramente podrán descubrir que muchos de los miembros no están, o no estamos, a la altura de esos objetivos. En efecto, ser miembro de historia a debate no garantiza para nada una posición consecuente con el estilo que se pretende producir y transmitir. Actualmente con alrededor de —- miembros, esta cantidad es suficiente para que la escuela esté amenazada como siempre de caer en una heterogeneidad exagerada o en un elitismo pedante. En la práctica se podrá comprobar hasta que punto cada miembro incurre en esas desviaciones o persevera en la dirección que esos objetivos le proponen.
[1] Facultad de Filosofía y Letras UNAM, Miembro del Grupo Manifiesto
[2] Ver, Samuel Huntington, The crash of civilizations and the remake of world order, Simon&Schuster. Nueva York, 1996. La realidad contemporánea, con la crisis del socialismo y el colapso soviético por un lado y «el achique» planetario producido a través de la tecnología por el otro, ha dado efectivamente lugar a un auge de los nacionalismos a menudo creados con la descomposición imperial, sin atender a las identidades de los pueblos, que cuestiona por ello muchos de los «estados nacionales». Tal es el mosaico sobre el cual talla Samuel Huntington su tesis principal: la inviabilidad de la occidentalización del mundo por la insurgencia cada vez más perentoria de culturas otrora sumergidas y ahora arrolladoras en sus ímpetus expansionistas. Su lectura deja así una sensación de «mundo al revés», cuando es precisamente la occidentalización o incluso la nortramericanización del mundo.
[3] Francis Fukuyama el improvisado teórico de la historia que decretó su fin ante la caída del muro de Berlín retoma el hilo en su artículo Seguimos en el fin de la historia señalando: «Una serie de analistas han afirmado que la tragedia del 11 de septiembre demuestra que yo estaba absolutamente equivocado cuando dije, hace más de una década, que habíamos llegado al fin de la historia. El coro comenzó casi inmediatamente, con George Will, que afirmó que la historia había vuelto de sus vacaciones, y Fareed Zakaria, que declaró el fin del fin de la historia.
A primera vista resulta absurdo, e insultante para la memoria de aquellos que murieron el 11 de septiembre, declarar que este ataque sin precedentes no alcance el nivel de hecho histórico. Pero la forma en que yo utilicé la palabra historia, o, mejor dicho, Historia, era distinta: se refería al avance de la humanidad a lo largo de los siglos hacia la modernidad, caracterizada por instituciones como la democracia liberal y el capitalismo.
Mi observación, hecha en 1989, en la víspera de la caída del comunismo, era que este proceso de evolución parecía estar llevando a zonas cada vez más amplias de la Tierra hacia la modernidad. Y que si mirábamos más allá de la democracia y los mercados liberales, no había nada hacia lo que podíamos aspirar a avanzar; de ahí el final de la historia. Aunque había zonas retrógradas que se resistían a este proceso, era difícil encontrar un tipo de civilización alternativa que fuera viable en la que la gente quisiera de verdad vivir, tras haber quedado desacreditados el socialismo, la monarquía, el fascismo y otros tipos autoritarios de gobierno.
Este punto de vista ha sido discutido por mucha gente, y quizá el más coherente haya sido Samuel Huntington. Él alegó que, más que avanzar hacia un único sistema global, el mundo permanecería enfangado en un ‘choque de civilizaciones’, donde seis o siete grandes grupos culturales coexistirían sin converger y constituirían las nuevas líneas de fractura del conflicto global. Dado que el ataque perpetrado con éxito contra el centro del capitalismo mundial se debió evidentemente a extremistas islámicos contrarios a la existencia misma de la civilización occidental, los observadores han estado colocando mi hipótesis sobre ‘el fin de la historia’ en una situación de enorme inferioridad con respecto al ‘choque’ de Huntington.
Yo creo que en el fondo sigo teniendo razón. La modernidad es un poderoso tren de mercancías que no descarrilará por los acontecimientos recientes, por muy dolorosos y sin precedentes que hayan sido. La democracia y los mercados libres seguirán expandiéndose a lo largo del tiempo como los principios dominantes de la organización en gran parte del mundo. Pero merece la pena pensar en el auténtico alcance del desafío actual.
Siempre he creído que la modernidad tiene una base cultural. La democracia liberal y el libre mercado no funcionan en todo tiempo y en todo lugar. Donde mejor funcionan es en sociedades con ciertos valores cuyos orígenes pueden no ser enteramente racionales. No es casualidad que la democracia liberal moderna surgiera primero en el Occidente cristiano, dado que la universalidad de los derechos democráticos se puede interpretar muchas veces como una forma secular de la universalidad cristiana.
La cuestión principal planteada por Samuel Huntington es si las instituciones de la modernidad, como la democracia liberal y el libre mercado, funcionarán sólo en Occidente o si su atractivo es lo suficientemente amplio como para permitirlas abrirse camino en las sociedades no occidentales. Yo creo que es así. La prueba está en los avances que han experimentado la democracia y el libre mercado en regiones como Asia oriental, Latinoamérica, la Europa ortodoxa, el sur de Asia e incluso África. La prueba está también en los millones de inmigrantes del Tercer Mundo que todos los años votan con sus pies por vivir en las sociedades occidentales y que acaban por asimilar los valores de Occidente. El flujo de personas que se mueve en dirección contraria, y el número de los que quieren hacer saltar por los aires a Occidente hasta donde puedan, es, en comparación, insignificante.»
[4] Ver Francis Fukuyama «Pensando sobre el fin de la historia diez años después». El país, jueves 17 junio 1999 Madrid, España Nº 1140.
[5] Tango «Anclao en París» de G Babieri/ E. Candicamo.