El día 13 de febrero se presentó en Culiacán, México, el Manifiesto, en una mesa redonda donde participó un estudiante de licenciatura, Mario Cesar Islas Flores y los profesores Carmen Azalia López González y Arturo Carrillo Rojas (director de la Facultad de Historia de la Universidad de Sinaloa), además de quien esto escribe. Como te había informado el Manifiesto se contiene en la revista Clío número 27 correspondiente a mayo-agosto de 2002, junto a un comentario de la compañera Micheline Cariño. Mientras tengo a la mano el texto de Mario Cesar y Azalia, comparto con los miembros de la lista el texto que leí en esa ocasión. La presentación despertó el interés de la mayoría del auditorio (también algunas muestras de escepticismo) y se promoverá la discusión más amplia entre la comunidad escolar. Reciba todo el equipo de HaD un saludo afectuoso.

Rigoberto Rodriguez Benites
Universidad Autónoma de Sinaloa
Culiacan, México

EL MANIFIESTO DE HAD: FUSION DE LA HISTORIA, LAS CIENCIAS SOCIALES Y LAS HUMANIDADES

 

Rigoberto Rodríguez Benítez[1]
Universidad Autónoma de Sinaloa

Hace aproximadamente año y medio un grupo de historiadores encabezados por Carlos Barros, profesor de la universidad española de Santiago de Compostela lanzó al mundo desde su sitio en internet un Manifiesto denominado Historia a Debate (HaD), con el propósito de “contribuir a la configuración de un paradigma común y plural de los historiadores que asegure para la historia y su escritura una nueva primavera”. Estos historiadores parten del reconocimiento de que vivimos una crisis en la investigación y en la escritura de la historia y de que los nuevos consensos metodológicos y teóricos entre los historiadores habrán de recuperar lo mejor del neopositivismo, la escuela francesa de los Annales y el marxismo, y asentarse sobre nuevas relaciones con las ciencias sociales y las humanidades, particularmente la literatura.

Si tras las explosiones de Hiroshima y Nagasaki en 1945 la disciplina histórica, junto a otras, empezó a disfrutar del poder heurístico del estructuralismo, que prescindiendo del sujeto reemplazaba la historia de los hombres por la historia de las estructuras económicas y sociales, las movilizaciones de masa de 1968 en diversas partes del mundo anunciaron el retorno del sujeto y con él los posmodernismos que en historia, en algunos casos, se tradujeron en un subjetivismo a ultranza. Se iniciaban los tiempos de los terceros Annales. La caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS sirvieron de marco a las publicaciones de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia, anunciando el triunfo del capitalismo, la economía de mercado y la democracia liberal. Se intentaba presentar como modelo mundial la economía y el sistema político norteamericano. Esos acontecimientos políticos, también aceleraron los esfuerzos de reflexión sobre la naturaleza de la investigación, la enseñanza y la divulgación de la historia.

Eric Hobsbawm produjo su obra sobre el corto siglo veinte, el siglo de los extremos, de 1914 a 1991. En esa obra, Hobsbawm señaló las limitaciones del neoliberalismo y la necesidad de la protección del Estado a los sectores vulnerables de la sociedad. Otros historiadores como el grupo de HaD profundizaron la reflexión sobre un nuevo paradigma para los historiadores, celebraron reuniones internacionales en 1993 y 1999, difundieron sus elaboraciones e invitaron a los historiadores del mundo a que se sumaran al proyecto.

El mismo día en que un acto terrorista derribó las torres gemelas y rasguñó el sólido edificio del pentágono norteamericano, se lanzó desde la red electrónica una bomba, en este caso de naturaleza intelectual: el Manifiesto Historia a Debate. El Manifiesto describe sucintamente la naturaleza de la crisis historiográfica, reconoce la herencia en que se apoya y esboza planteamientos metodológicos, teóricos e historiográficos que sustenten una nueva historia,           a la vez rigurosa académicamente y comprometida socialmente. En las líneas que siguen pretendo destacar las ideas principales de esos planteamientos.

En el terreno de la metodología, el Manifiesto destaca la relación sujeto/objeto, la diversificación de las fuentes, la interdisciplinariedad y el carácter integral de la producción historiográfica a que se aspira. Aquí se destaca también la necesidad de la innovación, del empleo del método hipotético-deductivo y de la reflexión metodológica e historiográfica.

Los adelantos de la física del siglo XX y los problemas prácticos de la investigación en las ciencias sociales y las ciencias del hombre, en los que no es posibles la separación tajante del sujeto y del objeto de investigación, se reflejan en el Manifiesto, recordándonos el principio de incertidumbre de Heisenberg. El físico alemán Heisenberg, al estudiar el átomo encontró que no podían conocerse simultáneamente los distintos parámetros que describen el movimiento de un electrón alrededor del núcleo. Los instrumentos utilizados para el estudio de las partículas electrónicas afectaban el objeto de estudio. Contrariamente a la creencia de que en las ciencias naturales había una marcada separación sujeto/objeto. Los experimentos de Heisenberg mostraron que la influencia del sujeto en el objeto no impedía el conocimiento del objeto. El paradigma metodológico en construcción concibe la necesidad de hacer consciente la subjetividades de los sujetos históricos–agentes históricos e historiadores–en la ruta hacia la objetividad de la ciencia histórica.

En materia de las fuentes, el Manifiesto invita a la diversificación de ellas y enumera algunas que tal vez no se nos hubiera ocurrido considerar. Más allá de las fuentes oficiales que generalmente se privilegian, se nos invita a incursionar en forma sistemática en el empleo de fuentes no gubernamentales, de los restos de la cultura material, de la iconografía y de fuentes orales. Pero también se nos sugiere prestar atención a los silencios y ausencias en los textos, las imágenes y las voces y a leer los textos entre líneas. Se nos invita a aprovecharnos de la nueva mirada a las fuentes provenientes de la historia de las mujeres, de la historia oral, de las historia ecológica y ambiental. Las fuentes de internet. Pero también se nos recuerda que esta multiplicidad de fuentes serían letra muerta sin las necesarias ideas, tanto en forma de hipótesis que preceden y acompañan a la investigación, como de explicaciones e interpretaciones que le suceden. No hay mirada ingenua a las fuentes, las hipótesis nos guían por el mar de la información y nos ayudan a construir las fuentes.

Hacer conscientes las subjetividades inherentes al trabajo de investigación histórica, diversificar las fuentes y adelantar atrevidas hipótesis representan la base para una fructífera innovación en métodos, problemas de investigación, preguntas y respuestas. Esta innovación se sustentaría en la integración creadora de las ciencias sociales, particularmente la antropología, y la literatura, pero también en el aprovechamiento de la filosofía de las ciencias naturales y sociales y de las nuevas tecnologías. De esta manera la biografía y la microhistoria, por ejemplo, se abordarían desde nuevas perspectivas capaces de ofrecernos resultados interesantes y significativos para la historia regional, nacional y mundial, para el pasado, el presente y el futuro y para la economía, la política y la cultura. Cualquier objeto de investigación se estudiaría en el tramado complejo de una matriz en la que los niveles de la realidad se estudiarían en su movimiento temporal y espacial. Se advierte que nadie en lo individual intentaría reconstruir o imaginar la matriz completa en su complejidad, sería una obra colectiva y en un tiempo prolongado. Lo que si se intentaría por investigadores individuales sería determinar el interés y el significado de un objeto de estudio delimitado temática, espacial y temporalmente en la matriz multidimensional de la historia global. Conocimiento previo e imaginación nutrirían las hipótesis que guiarían la investigación.

Al formular las bases historiográficas del nuevo paradigma en construcción, los proponentes originales del Manifiesto ponen el acento en las características del historiador, las escuelas historiográficas que habrán de servirle de base y el nuevo contexto en que está y estará desarrollando su trabajo. Cómo acercarse a la literatura, cómo entender los cambios en toda la disciplina científica, qué hacer ante la variedad de tendencias al seno de nuestra disciplina. Al responder a estas interrogantes el Manifiesto el manifiesto tiene presente la libertad intelectual del historiador, las aportaciones de Thomas Kuhn a la historia de la ciencia y las contribuciones de la escuela de los Annales y del marxismo a la historiografía del último medio siglo.

El historiador, gozando de una autonomía crítica, sin la interferencia de los mercados editoriales, los medios de comunicación y las instituciones públicas, debe decidir libremente con el concurso de sus pares qué investigar, y cómo y para qué hacerlo. Al abrirse camino por el mar de autores y sus obras, el historiador los clasificará en grupos, escuelas y tendencias historiográficas, de acuerdo a los métodos y teorías que utilizan y los temas que cultivan para comprender mejor sus propuestas y ubicar su propio trabajo dentro de la producción historiográfica. La apertura intelectual del practicante de la disciplina histórica le permitirá entender tanto lo saludable de las distintas tendencias historiográficas para el progreso mediante el debate franco de la disciplina, como la necesidad periódica de experimentar la revolución científica al seno de nuestra disciplina.

Parte medular de la propuesta del Grupo Manifiesto, entendiendo por tales a los proponentes originales del Manifiesto y a quienes lo han signado posteriormente, descansa en la propuesta Kuhniana de la revolución científica. Como bien saben Thomas Kuhn, físico de origen, incursionó en la historia de la ciencia y desarrolló a principios de los 60s, hace 40 años, conceptos claves para comprender el proceso de la actividad científica. La ciencia, dice, experimenta periodos de práctica normal, periodos de crisis y periodos de revolución, hasta arribar a nuevas prácticas normales derivadas de la revolución científica inmediatamente precedente. En los periodos de práctica normal de la actividad científica, en los días de lo que podríamos llamar la ciencia normal, los científicos y sus discípulos comparten un paradigma, un conjunto de valores para investigar y para validar el producto de esas investigaciones. Pero llega un momento en que ese paradigma no puede responder a todas las interrogantes de la comunidad científica; entra en crisis. En esos momentos de crisis se generan metodologías y teorías emergentes que se alzan como la mejor alternativa para una nueva primavera, parafraseado al texto que comentamos, para la actividad científica. Así pasó en el tránsito de la física aristotélica a la newtoniana primero y a la relativista de Einstein después, así pasó en el tránsito de la química del flogisto a la de Lavoisier primero y a la de Mendeleiev posteriormente, hasta llegar a la revolución del siglo XX, con el modelo mecánico cuántico del átomo. Así ha pasado en el tránsito de la historia positivista rankeana a la historia de los Annales y marxista que utilizan el método hipotético deductivo. Una vez aceptada y reconocida la revolución científica por la comunidad de especialistas, se reinicia la ciencia normal en un nuevo estadio de su desarrollo.

El paradigma en construcción para nuestra disciplina recupera lo mejor de los paradigamas precedentes respecto a la crítica de fuentes y al rigor científico, basándose en la formulación de hipótesis. El Manifiesto reconoce particularmente y expresa especial gratitud a los Annales y al marxismo. De esas tradiciones destaca su apertura a lo nuevo y su compromiso social, rasgos primordiales, se afirma, “que habremos de recuperar ahora en otro contexto académico, social y político, con unos medios de comunicación muy superiores a los existentes en los años 60s y 70s”, décadas de auge de esas escuelas historiográficas. Al abordar las nuevas formas de la investigación y la escritura de la historia, el Manifiesto tiene presente la intersección con las ciencias sociales y las humanidades–de estas últimas especialmente la antropología y la literatura–y el enorme apoyo de la tecnología digital.

No se ignora en el documento la gran responsabilidad de las generaciones actuales de historiadores maduros en la formación de las nuevas generaciones de investigadores y docentes que habrán de generar conocimientos y de difundirlos a las nuevas generaciones de estudiantes y a un público cada vez más amplio. Público que acudirá al consultorio del historiador, a atenderse de sus ansiedades derivadas de los cambios insospechados, con la misma frecuencia conque acudirá al psiquiatra o al médico en sus diversas especialidades. Si algunos oyentes consideran esto una utopía, es responsabilidad nuestra abrirnos espacios laborales para la prestación de nuestros servicios culturales.

El Manifiesto expresa preocupación por la reflexión teórica y por los múltiples futuros posibles. El documento invita a los historiadores a pensar, a reflexionar permanentemente, desde el diseño de la investigación, pasando por su realización y la publicación de sus resultados, hasta las consecuencias teóricas y sociales de sus hallazgos. Invita a reflexionar desde el trabajo de archivo hasta los momentos de consumo de sus bienes y servicios culturales. Para esa reflexión, las cátedras en metodología, historiografía y filosofía son fundamentales. Al referirse a la necesaria integración de la reflexión intelectual y del trabajo empírico, el Manifiesto se pronuncia contra una práctica sin teoría y una teoría sin práctica

La idea del fin de la historia, que adquirió fuerza con la caída del socialismo en la URSS y Europa oriental, pronto se debilitó. Así del fin de la historia se ha pasado a los fines de la historia. La impotencia del neoliberalismo de satisfacer las necesidades de los sectores vulnerables y elevar sus niveles de vida y la vitalidad de los movimientos sociales con nuevas demandas en el mundo muestran la posibilidad de construir nuevos futuros, como ya lo empezó a hacerlo Luis Inazio Lula en Brasil. En esos futuros una nueva idea de progreso permitiría la democratización del disfrute de las avances científico-tecnológicos y la convivencia bajo valores humanitarios.

Además el Manifiesto invita a expresar abiertamente el orgullo de ser historiador y a reivindicar ante la sociedad y el poder la función ética de la historia en la educación de los ciudadanos y en la formación de las conciencias comunitarias. Invita también a que los historiadores expresemos nuestra solidaridad con los estudiantes y cooperemos en la búsqueda de soluciones a sus problemas, para que puedan concluir exitosamente su formación profesional y se puedan incorporara al mercado de trabajo. Finalmente uniendo academia y compromiso, el documento nos invita a expresar abiertamente nuestro compromiso con las causas sociales y políticas vinculadas a la defensa de valores universales de educación y salud, justicia e igualdad.

Dicho de otra manera, el Manifiesto nos invita a localizar el interés y el significado de los problemas de investigación histórica en un contexto de múltiple globalidad; esto es, reconociendo las subjetividades de los agentes históricos y de los historiadores y la ineludible interacción sujeto-objeto; integrando historia, ciencias sociales y humanidades; enfocándolas globalmente en el aspecto temático (economía, política, sociedad y cultura), en el aspecto espacial (local, regional, nacional y mundial) y en el aspecto temporal , integrando pasado, presente y futuro. Haciendo una analogía con la historia total del estructuralismo, no se trataría de saber todo de todo, sino de construir e imaginar una relación plausible entre el objeto de estudio, temática, espacial y temporalmente, y las múltiples globalidades.

Al formular las hipótesis y al narrar el producto de la investigación, racionalidad e imaginación se darían la mano para ofrecernos ideas motoras y productos atractivos, sin detrimento del rigor académico. Esos productos, verdaderas contribuciones a las ciencias y a las humanidades, estarían animados por un elevado espíritu de servicio a la comunidad que aliente el disfrute generalizado de la revolución científico-técnica a través de naciones razas y posiciones sociales.

La propuesta es un verdadero reto para asimilarla, aplicarla y enriquecerla. Hoy estamos dando pasos en su socialización, mañana será el alma de nuestros proyectos de investigación y pasado mañana enriqueceremos el paradigma en construcción mediante la reflexión permanente de métodos, teoría e historiografía, así como de las distintas etapas de la investigación y del impacto científico y social de nuestras conclusiones.

[1] Dr. en historia por la Universidad de Arizona. Director de Clío, Revista de la Facultad de Historia de la UAS. Texto leído en la mesa redonda “Manifiesto internacional de Historia a Debate”, celebrada en el Auditorio de Humanidades en Ciudad Universitaria, Culiacán Rosales, Sin., 13 de febrero de 2003, en el marco de la presentación de Clío 1: 27 (Mayo-Agosto 2002). Este número de Clío contiene el Manifiesto comentado.