El próximo miércoles, 24 de julio, a las 15,30 horas, tendrá lugar la presentación de HaD y del Manifiesto en Guatemala capital.

Participan:

Edeliberto Cifuentes (Universidad de San Carlos)
Gloria Chávez (Universidad Francisco Marroquín)
Boris Berenzoon (Universidad Nacional Autónoma de México)

Lugar: Salón de Convenciones del Auditorio Juan Bautista Gutierrez, Universidad F. Marroquín

Organiza: Departamento de Educación de la Universidad F. Marroquín

Informa: Gloria Chávez

 Gloria Chávez
(Universidad Francisco Marroquín)

Es un gusto para mí poder compartir con ustedes esta tarde, sobre todo por la presencia del Dr. Boris Berenzon, quien gentilmente se ha ofrecido para darnos esta conferencia y compartir con nosotros el valioso aporte que su amplio conocimiento y experiencia han dado a la Propuesta que hoy presentamos. También nos satisface mucho la presencia de colegas de casi todas las Universidades del país porque esto nos alienta en el propósito de formar, en un futuro próximo una comunidad académica, mejor comunicada y mas unida en torno a lo que hoy nos reune El estudio de la Historia.

Principiaré por hacer una brevísima reseña del surgimiento y desarrollo del proyecto Historia a Debate. Este movimiento fue una iniciativa del profesor Carlos Barros de la Universidad Santiago de Compostela, y se ha constituído en nueve años en un foro permanente y estimulante de discusion sobre la historia.

En Julio de 1993 se realizó el Primer Congreso, que reunió a Historiadores, profesores titulares y auxiliaries, en los niveles medio y superior, igual que jóvenes investigadores y a profesionales consagrados.

Desde este primer Congreso de Historia a Debate se percibió como un espacio de discusion que incluyó diferentes niveles, diferentes posturas, diferentes países, en un marco mutuamente respetuoso y con aspiraciones de llegar a concensos académicos. La presencia de historiadores Latinoaméricanos en esta ocasión fué muy significativa y desde entonces ha ganado espacios mayores dentro del movimiento.

El resultado de aquel primer congreso fué como el de una semilla plantada en campo fértil, que abrió importantes interrogantes sobre el quehacer Histórico y sus ramificaciones en múltiples problemas del presente.

Asi surgió como objetivo la necesidad de adoptar una postura autocrítica y de tolerancia intelectual, que no es opuesta en nada a la reflexión coherente y su respectiva defensa, como diría mi querido maestro Armando de la La Torre, es válido pelear con las ideas, mas nunca con las personas.

La culminación de ese trabajo inicial concluyó con un marco de referencia al que se abordó inmediatamente y que podría sintetizarse en cuatro preguntas que pueden sernos de suma utilidad Qué estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo, porqué y para que lo hacemos.

En Julio de 1999 se llevó a cabo un Segundo Congreso Internacional, esta vez con la participación de 800 historiadores de los 5 Continentes y 150 ponentes. En esa oportunidad destacó la creciente preocupación por parte de los historiadores ante la globalización y sus efectos, el compromiso del historiador con su sociedad, y también la reivindicación de la narratividad, asi como la importancia de las historiografías latinas en el debate global, todos estos aspectos desencadenaron una serie de ulteriores deliberaciones cuyos resultados se abordarán en una propuesta posterior que discutiremos el día de hoy .

Para entonces Historia a Debate ya se había convertido en una comunidad digital conformada como un foro global de debate historiográfico con 800 participantes en la red. En el presente año esa cifra subió a 1,534.

Entre 1996 y 1999 se echaron a andar dos Proyectos Una encuesta internacional sobre el Estado de la Historia, dirigida a 30,000 historiadores en todo el Mundo. En ella se formularon 89 preguntas que trataban de determinar los enfoques, las tendencias y las metodologías practicadas por ellos. Respondieron 630 historiadores. El resultado de esta investigación puede ser consultado en la red.

El Segundo proyecto consistió en la elaboración de un Nuevo Paradigma Historiográfico que culminó con un Manifiesto divulgado por primera vez en la red, el 11 de septiembre del año pasado. A partir de ese momento se han realizado 17 presentaciones en España, Sur América, México y tenemos el gusto de ser la No. 18 y primera en Centroamérica.

Estamos entonces ahora frente al fruto de un trabajo colectivo, que durante 8 años ha sido objeto de reflexión por académicos de todo el mundo y que puede constituírse en una luz que guíe el trabajo de los historiadores del siglo XXI. Quisiera, sin embargo hacer énfasis en que debe percibirse solamente como una luz, no como el camino mismo, y que de ninguna forma es una propuesta acabada, mas bien se diría que pretende ser un escenario que se nutra continuamente de aportes, opiniones y críticas.

Estamos advertidos de las diversas condiciones en que se encuentra la Historia en cada sociedad y por tanto de las posibles soluciones a sus

problemas. Nuestro fin es propiciar esas soluciones y enriquecer nuestras experiencias en la medida de lo posible.

Aspiramos a constituírnos en una colectividad de conocimientos con dos propósitos fundamentales El estudio epistemológico de la historia que abarca todos aquellos aspectos internos de su estudio, y la relación del Historiador y su sociedad, en la que tienen cabida la docencia, la historia como información y formadora de opiniones además de papel como divulgadora de la cultura.

El primer gran aporte que descubro en esas 18 propuestas del Manifiesto es la invitación al Debate abierto y no cerrado y exclusivo, un debate que incluye a la juventud, esta juventud que hoy vemos en sociedades desconectadas de su pasado y por tanto muy limitadas en la perspectiva del conocimiento de su presente. Nos proponemos interacturar con todos aquellos espacios intelectuales que consituyen la realidad social y por tanto hacen hoy la historia.

Significa la presencia en nuestro Debate, del maestro de primaria, del profesor de educación media y superior, olvidados a menudo en su

trascendente labor de crear sujetos conscientes de su pasado, y a menudo desligado también del trabajo del investigador y de las nuevas corrientes de su disciplina.

Significa también la presencia de profesionales de todas las ramas de las Ciencias Sociales. El punto IV de nuestro Manifiesto recomienda las alianzas con aquellas disciplinas que nos brindan grandes servicios no solamente como informadoras de la realidad desde su perspectiva, sino en cuanto a su aporte de nuevas técnicas y nuevas visiones. No obstante también se nos alerta para no aspirar a una Ciencia Social unificada sino mas bien a un diálogo permanente con las Humanidades, la literatura y la Filosofía.

La propuesta también pretende reivindicar el rol del Historiador dentro de su Sociedad, veo en este llamado, una urgencia en nuestro contexto guatemalteco, en donde la importancia de la historia y del historiador en la vida pública, la política, la cultural, y por supuesto en la académica,

retrocede cada vez más. Son muchos y muy importantes los roles del historiador en la vida nacional, desde su intervención en la elaboración de un texto de primaria, hasta la discusión erudita. Desde el artículo de revista que informa y guía, hasta la verdad revelada que defiende la justicia desde una investigación bien fundamentada y sujeta a valores universales.

Es de esta forma que concebimos a una historia que reconstruye con algún grado de certeza el pasado y ayuda a que el hombre se encuentre con todo lo que ha sido y puede ser potencialmente.

Nos invitan a abandonar la idea de un historiador con los ojos fijos en el pasado y de espaldas al presente y nos recuerdan la función ética de la

Historia en la educación y la formación de una conciencia individual capaz de formar una conciencia comunitaria sana. Nuestra materia prima es el pasado, el presente y el futuro, nuestro objeto de estudio, los hombres, las mujeres y el medio natural humanizado.

El futuro, según historia a Debate y contrariamente a las tesis finalistas de las filosofías de la historia, está mas abierto que nunca, y desde la historia se debe contruir ese futuro. Carlos Barros, refuerza esta idea en su informe del primer congreso y nos dice «»La historia nos enseña que las cosas cambian, y si bien desde luego no está asegurado que el cambio sea para mejor, tampoco está claro que tenga que ser para peor. De nosotros depende»»

Los invitamos pues a que se nos unan en esta gigantezca y valiente empresa que Carlos Barros ha iniciado, y que nos brinda la oportunidad de conquistar un espacio para la historia de Guatemala en las aulas universitarias, en los periódicos, en las decisiones políticas erradas, y en todos aquellos espacios en donde la reflexión sobre el pasado pueda defender la razón y brindarnos una lección en la construcción del futuro de nuestro país.

El primer paso que debemos dar es formularnos la primera pregunta Qué estamos haciendo, en lo que se refiere a Historia en Guatemala. Para ello quisieramos formar un foro de discusión al que están desde ya invitados y en el cual pueden inscribirse en un listado que tenemos en la mesa de la salida, ahí encontrarán también el Manifiesto de Historia a Debate para que se sirvan leerlo y transmitirnos sus opiniones.

Aquí concluyo, agradezco su atención y dejo con ustedes al Dr. Boris Berenzon.

Muchas Gracias.

 

Boris Berenzon Gorn
UNAM

 

La misma dignidad histórica ó del analfabetismo histórico
(A Emiliano Barajas Berenzon en la alegría de su nacimiento)

La historia por sí misma tiende a la sublevación, por su dialéctica persistencia con cambio y a través del cambio. Lo que no quiere decir que ésta haga acto omiso del análisis del pasado y se conformen con la simple glosa llana de los hechos o bien del analfabetismo histórico —que por cierto abunda en estos días— entiéndase por esta noción de aquellos que teniendo posibilidades. no conocen el pasado o eluden la interpretación del mismo, quedándose con la explicación estéril de los “hechos”; quizá este tipo de analfabetismo sea uno de los peores, porque no intentar comprender nuestro pasado es olvidarnos de nuestro ser histórico mismo, sin esencias. es la denegación del discurso histórico.

Augusto Monterroso nos hermana a guatemaltecos y mexicanos; pero más aún es ejemplo del sentido de la universalidad intelectual que se fundamenta en la sencillez del saber. Ha recorrido el mundo con su famoso cuento: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí», metáfora de metáforas, símbolo de símbolos, validos para la vida y para la muerte; así nos pasó a los historiadores: cuando despertamos del terrible sueño que nos había dado el positivismo y el funcionalismo nos dimos cuenta que los dinosaurios de la historia no seguían esperando.

Así con la generación de los cuarenta guatemalteca, México incrementó los bríos de su literatura y, porque no decirlo, quizá los amantes de Clío también quedamos atrapados en otra maravillosa página de la literatura monterrosiana El Espejo que no podía dormir:

«Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a

la preocupación del neurótico».

Preocupados por el deber ser de la historia nos ganó la neurosis de la objetividad como única verdad y nos olvidamos de construir el verdadero sujeto de la ciencia;  que se fundamenta en el rejuego de la

intersubjetividad.

Quizá con mucho temor, por lo vívido en el siglo pasado, pero con una fantasía cautivadora que se fundamenta en el optimismo; hoy aquí en Guatemala presentamos El Manifiesto de Historia a Debate, soñando con la máxima de que nunca más exista un analfabeta histórico. Al inicio de la veintiún centuria, el mundo está regresando a algunos de sus fundamentos, a sus preguntas sin resolver que un tipo de posmodernismo olvidó:

Los conceptos de libertad e igualdad, de libertad individual y de responsabilidades colectivas tanto sustanciales como igualitarias, el papel del gobierno en su democracia y justicia, plasmados en la educación y en la vida.

La política cultural tiene un papel que va en aumento la importancia de su rol como la apertura de los espacios para la interactividad y negociación en todas las áreas.

Se deben redefinir el reconocimiento cultural y el ethos de la historia como un derecho básico del ser humano.

Esto acarrea el considerar a todos los miembros de la sociedad y un estado de igualdad de derechos como una prolongación de un completo respeto y tolerancia entre ellos. Además de que cada cultura dé respeto debe tener el derecho de igualdad en el autoconocimiento de su identidad. ¿Qué no es éste

el papel de la historia?

La justicia cultural es esencialmente indivisible. En esencia debe estar promovida como parte de sus esfuerzos en los renglones económicos, políticos y de justicia social que hacen eco en el relevo de la construcción del pasado.

El reconocimiento es una necesidad básica, pero la justicia de hoy requiere de su reconocimiento y su redistribución económica. La desigualdad económica y la marginación política son fundamentalmente hostiles para el crecimiento humano. La potencial emancipación de ambos, reconocimiento cultural e igualdad político-económica deben ser integradas en una sola comprensible estructura.

La inclusión política debe ser incorporada dentro de la educación y todos los programas gubernamentales. Esto va a afectar las relaciones formales entre los ciudadanos y el Estado. Pero el reconocimiento de la igualdad en la dignidad debe ser reforzado no solamente por las relaciones gubernamentales, sino también convertirse en parte de cada día de la vida en la sociedad. Desde aquí una informal red de trabajo étnico de festividad debe ser desarrollado atrás de todas las relaciones sociales.

Con estos ideales surge Historia a Debate no sé si todos eran sabidos o soñados por Carlos Barros coordinador de la misma, pero sé que hace un esfuerzo diario por construir de una manera armoniosa y colectiva el nuevo paradigma de la historia.

Hace ya casi un año se firmó en la red el Manifiesto que hoy damos a conocer. Con un espíritu combativo, pero también de crítica y propuesta se publica el 11 de septiembre del año pasado, el manifiesto de Historia a Debate en respuesta a los hechos acontencidos. Esté ha recorrido diversas latitudes no sólo de la geografía interoceánica sino también del pensamiento, pues es el hombre como historiador, quien crea, construye y deconstuye formas de haber y de saber. en búsqueda de una heterología de la historia., en el impulso y en la frecuencia, en el instinto y en la razón. El Manifiesto parte de la idea de una ciencia con sujeto, que no sea ni la historia objetivista de Ranke, ni la historia subjetivista que planteó la posmodernidad, sino “una ciencia con sujeto humano que descubre el pasado conforme lo construye”.

Asimismo una nueva erudición basada en la revisión del concepto de fuentes, que no sólo escritas, sino retomando los avances de las nuevas formas de hacer y pensar el pasado, de interpretarlo y no sólo acumularlo. El manifiesto postula el uso «real» de nuevas fuentes históricas que se han quedado en voz, en palabra y en letra muerta,  como la oralidad, la iconografía y los restos materiales.

Con ello se pretende restaurar la creatividad con el fin de rehabilitar la inmovilidad del pensamiento histórico que se ha cosificado y codificado, para rejuvenecer la interdisciplina, como una realidad y no como discurso de adorno. La innovación en los métodos y los temas, defiende la interdisciplina como una necesidad ante lo complejo del actual mundo globalizado, y se pregunta en torno a la fragmentación de los estudios históricos, pues desvincula y pulveriza a los historiadores y a la historia misma, apartándolos de una realidad basada en la interrelación y la comunicación global.

El Manifiesto se plantea la necesidad de una historiografía global en donde la democracia de la red derrote el regionalismo, los nacionalismos y las divisiones  subordinadas y conservadoras del conocimiento.

Historia a Debate se ha integrado como tendencia historiográfica del mundo globalizado, contribuyendo a la búsqueda y configuración de un paradigma común y plural para los historiadores del siglo XXI.

Las 18 tesis del Manifiesto que hoy presentamos abraza planteamientos metodológicos, éticos y epistemológicos de la historiografía. Con ello muy particularmente existe el reconocimiento de que es el historiador quien construye su objeto de acuerdo a las influencias que recibe del entorno en que actúa y del momento en que vive, superando el objetivismo positivista y del subjetivismo posmoderno.

Ello no implica que perdamos la rigurosidad en la historia. No existe contradicción con resultados relativos y plurales, acordes a la diversidad presente en las sociedades humanas, que incorpora una nueva visión de sociedad, comunidades humanas y movimientos sociales.

-Promueve el debate y la confrontación intelectual, incluyendo el uso de Internet, como mecanismo básico para avanzar en el actual mundo globalizado.

-Reivindica la autonomía intelectual de los historiadores ante los poderes establecidos, poniendo en tela de juicio la influencia que instituciones, empresas y las estructuras mismas realizan sobre las investigaciones que financian. Los académicos viven ligados por una sensualidad mórbida con el poder; mas que por la creación autentica. atrapados en una repetición que hace al síntoma.

-Llama a clarificar las tendencias historiográficas actuales, con el fin de darle un sentido más comunitario al trabajo historiográfico, busca definir posiciones no para destruir al otro sino para construir, inventar el nuevo rompecabezas del hacer historia.

-Valora la herencia recibida de las principales tendencias historiográficas del siglo XX, particularmente de la Escuela francesa de los Annales, del marxismo y del neopositivismo.

Historia a Debate, surge en un momento en que hacía falta volver a preguntarnos por el ejercicio del historiador, y de la historia misma, con una mirada actual, amplia, plural y sobre todo crítica; en donde encontrarán su lugar todos aquellos que se preguntan desde la verdad del deseo del conocimiento del pasado, buscando trascender la mirada autocomplaciente y yoíca de la falsa erudición circular de los grupos, sectas, y academias a las que pertenecen, que expresan el discurso del Amo, silenciando la expresión del pensar en la erótica de la historia.

Asilar la memoria no es ­no ha sido nunca­ una actuación fácil, otro hueco al vacío: la castración de ver el pasado como fue. Un recordatorio más de las limitaciones del ego de Clío.

Los efectos, las condiciones, los móviles, los delirios, las tácticas y las estrategias de la lógica espacio-temporal en la posmodernidad, mantienen todavía (y en plena vigencia) una angustiada analogía con otra lógica, la de la exhibición de los hechos aislados y los resabios del positivismo. Por ello el Manifiesto sale en búsqueda de una ciencia histórica con sujeto, sueño eterno de todos los que creemos en la dialéctica de la subjetividad y la objetividad, el rejuego de ser y estar, de existir o asistir a la historia, decirlo vuelve a ser fácil, he allí el nuevo dilema ¿cómo ser consecuentes con lo anhelado, con el ansia, con la necesidad?

¿Habrán sido estos factores los que han sustituido a lo que hemos querido atender y entender como “tiempos históricos”?

Asumir esta premisa, aceptémoslo; prefigura una cierta redimensionalización del discurso de la historia, incluso de la misma historiografía, que se ha venido produciendo a lo largo de los últimos treinta años. Redimensionalización que opera como un vademécum elemental para nuestra avidez temporizadora; como dispositivo legitimador de una indistinción entre los hechos y sus interpretaciones; más allá incluso, del torpe determinismo de aquella necesidad incansable de “objetividad histórica e histérica», de dilaciones entre la verdad y la mentira entre los sueños  y las vigilias de realidades y ficciones.

Fragmentaciones que han ha venido alentando subrepticiamente no pocas polémicas en torno al argumento de “hacer” y “pensar” de ser y de estar de suponer y de realizar

México-Guatemala,

24 de julio de 2002