[Mensajes recibidos a través de CB-Facebook 14/04/ 2013]
¿ES ACTUAL LA EDAD MEDIA?
https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-frc3/p480x480/969833_547612771946622_251979799_n.jpg
Faltan los irmandiños y todos los rebeldes sociales desde la Jacquerie hasta los ciompi, pasando por los hussitas y los payeses de remença. Ver https://www.youtube.com/watch?v=7nuNUFcGQOU
Carlos Barros
Coordinador de Historia a Debate
www.facebook.com/carlosbarrosg
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Pero esta o BNG, non estamos solos.
Albino García Gosende
https://www.facebook.com/albino.garciagosende.1
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Dios, buena lógica.
Jorge Cañizares González
Director de la UEM Andrés Eloy Blanco
https://www.facebook.com/jorge.canizalezgonzalez
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Ojala fuera la Edad Media… los señores sabían que si se quedaban sin campesinos ellos pasarían hambre también, a la larga… ahora, los que tienen la sartén por el mango se piensan que los «de abajo» son prescindibles, que los pueden reemplazar con una máquina… no sé, se me cruzó Perry Anderson, creo…
Guillermina Antonucci
Universidad Nacional del Mar de Plata
https://www.facebook.com/guillermina.antonucci
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Realmente es de Marx, en los Grundisse…
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
www.facebook.com/carlosbarrosg
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Había aprendido del maestro, jajaja!
Guillermina Antonucci
Universidad Nacional del Mar de Plata
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CABALLERÍA FEUDAL E INDIGNADOS
https://etcnoticias.wordpress.com/2014/03/26/la-policia-muestra-fotografias-de-los-antisistema-atacando-con-cargas-de-caballeria-pesada/
Ignorancia histórica supina de la policía española, es todo lo contrario: la caballería medieval tenía a gala defender las causas más nobles y justas.
Carlos Barros
Coordinador de Historia a Debate
https://www.facebook.com/carlosbarrosg
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Ben sabes Carlos (que me dirixiches un traballo ó respecto) que ese era soamente o ideal,por desgracia. O que defendían era o seu status social privilexiado (salvo honrosas excepcións)
Adrian Faílde
Universidad de Santiago de Compostela
https://www.facebook.com/hfailde?fref=ufi
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Gusto saber de ti Adrián, apertas, coido que non che aprendín ben que o modelo cabaleiresco era muito máis cunha simple correa de transmisión do señorío feudal, aínda estamos a tempo: https://www.youtube.com/watch?v=AEdwdORgkjw
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
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Pensaba nos Pazos de Proben cando falaba das honrosas excepcións, porque o certo é que me quedou a sensación de que eran a excepción, máis que a regla.
Adrian Faílde
Universidad de Santiago de Compostela
https://www.facebook.com/hfailde?fref=ufi
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Non creas, una parte importante da pequena e media nobreza militou na causa irmandiña xustamente animada polo modelo cabaleiresco contra os malos cabaleiros de Pedro Madruga, Pardo de Cela e demáis oligarcas feudais…
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
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[Mensajes recibidos a través de HD Facebook 28/03/ 2014]
CABALLERÍA FEUDAL E INDIGNADOS
https://etcnoticias.wordpress.com/2014/03/26/la-policia-muestra-fotografias-de-los-antisistema-atacando-con-cargas-de-caballeria-pesada/
Jajajaj
Daniel Mesa
https://www.facebook.com/dmesa88?fref=ufi
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Me lo llevo completito
Edward López López
Universidad del Valle
https://www.facebook.com/edward.lopezlopez?fref=ufi
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[Nota: Reseña del libro “Métodos y perspectivas de investigación en Historia Medieval” (Luis Vicente Clemente, coord., Cáceres, 2015), Hispania. Revista Española de historia, Madrid, vol. 77, 2017 (en prensa)].
¿Piensan los medievalistas la historia que escriben?
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
El título del libro, editado por la Universidad de Extremadura, promete más de lo que aporta pero es valioso y necesari
Se trata de las actas del I Encuentro Internacional de Jóvenes Medievalistas celebrado en Cáceres (octubre de 2012). Su temática reflexiva es, como sabemos, poco habitual entre historiadores, y menos de manera continuada y explícita, de ahí el mérito del libro y de su coordinador. Más todavía si tenemos en cuenta lo que Historia a Debate llamamos el “retorno del positivismo” entre los historiadores jóvenes, a lo que no es ajena la desafección de los historiadores mayores (no sólo en España) hacia la revolución historiográfica del siglo XX: fruto de reflexiones anti-positivistas sobre el método, la historiografía y la teoría, hoy es común oír entre colegas que esto “no sirve para nada”.
La obra empieza bien, actualizando por parte de Luis Vicente Clemente, la vieja interdisciplinariedad entre historia y antropología (“etnografía”, dice) e historia y geografía (edafología, sistemas de información geográfica), siempre sobre una base empírica, como en el resto de las aportaciones al libro. Los trabajos más abstractos de tipo conceptual y filosóficos, despegados del oficio, no suelen ser eficaces para la orientación de nuestras investigaciones.
El resto de los trabajos se concentran en aspectos terminológicos y técnico-metodológicos a menudo reproducción del capítulo correspondiente de la tesis doctoral, aporte de los nuevos historiadores de los años 70 todavía en vigor, lo que obliga al doctorando a pensar y dar a conocer el cómo y el porqué de lo que está haciendo o quiere hacer. Implica un esfuerzo importante para nuestros recién licenciados, toda vez que nuestros planes de estudios siguen centrados en resúmenes bibliográficos sobre cada asignatura, sin método o historia de la historia y menos teoría, y han desaparecido con el Plan Bolonia las asignaturas de metodología aplicada. Los trabajos fin de grado o máster están basados en acercamientos bibliográficos, más raramente son trabajos noveles de investigación.
Debemos valorar positivamente por ello este libro colectivo de jóvenes medievalistas españoles, centrado especialmente en recursos digitales para el acceso a las fuentes, incluso programas en para su tratamiento.
¿Qué echamos en falta? Ante todo historiografía, ni siquiera está en el título del congreso, me refiero a una historiografía sobre el tema que se quiere investigar que vaya más allá de los estados de la cuestión y las recopilaciones bibliográficas, que no es poco. La verdad objetiva es que las posiciones historiográficas influyen poderosamente en la elección del objeto y los métodos de trabajo, desde el positivismo a los nuevos paradigmas. Urge por tanto entender el oficio de historiador en este siglo global como una actividad intelectual plena, no sólo técnica y método, también crítica historiográfica y teoría (cuando se pueda o sea preciso), desoyendo los cantos de sirena de los que no ven la historia más que como una ciencia auxiliar y factual de las ciencias sociales. El futuro del medievalismo, y de la historia en general como disciplina, dependen de ello, de la posibilidad de generalizar entre los jóvenes colegas una historia pensante a la vez que concreta.
HaD. Edad Media 4
[Mensajes recibidos a través de CB-Facebook 20/01/ 2017]
VIKINGOS EN EL REINO DE GALICIA
https://www.gciencia.com/historias-gc/atopan-a-tumba-de-ulf-o-galego-o-caudillo-vikingo-que-arrasou-galicia/
Moi interesante, aínda deixaría algúns descendentes entre nós..
Carlos Barros
Coordinador de Historia a Debate
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Realmente a imaxe que hai da violencia dos viquingos non se corresponde totalmente coa realidade, penso que é máis unha cuestión de propaganda maliciosa en contra dun pobo que era pagano, xa que entre os cristiáns houbo violencia tan cruel e desapiadada como a que practicaron os viquingos. Nós en iagosland.com estamos intentando dar a coñecer a historia dos viquingos en Galicia, unha historia que é moi descoñecida e que ao noso parecer é moi interesante. Iagosland – Experiencias viquingas en Galicia,
Ruben Terré
Universidad de Santiago de Compostela
https://www.facebook.com/ruben.terre?fref=ufi
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HaD. Edad Media 5
Comentario a una reseña que irrita
Sociedades Precapitalistas, 2018, 7(2)
https://www.sociedadesprecapitalistas.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SPe027
https://doi.org/10.24215/22505121e027
Luis García Moreno reseñó el libro de Eleonora Dell’Elicine, En el principio fue el Verbo. Políticas del signo y estrategias del poder eclesiástico en el reino visigodo de Toledo (589-711), editado por la Universidad de Cádiz en 2013. Su comentario crítico llama a la crítica.
El Dr. García Moreno (GM) se alinea en una práctica que se hizo usual en la profesión: en la reseña se proclama lo que se siente por un colega, por una escuela o por una ideología. Los elogios y las rabietas son sus consecuencias, como muestra GM atacando a la Dra Dell’Elicine. De ella le molesta todo; incluso sus virtudes: el título es “bonito” aunque refleja “la habilidad «porteña» para jugar con la lengua española”. Sin descartar que entre esos juguetones de la palabra haya tenido en la mente a Borges, GM relaciona esa “habilidad” con José Luis Romero, y lamenta que Dell’Elicine declare admirarlo relegando a Claudio Sánchez Albornoz. La insinuación es clara: Romero concibió una historia retóricamente efectiva (¿o efectista?) que atrajo a Dell’Elicine. La referencia no deja de mostrar una inequívoca animosidad dirigida al padre de la historia social argentina y a una producción historiográfica.
No es lo que GM expresaba en otros momentos. En 1995 participó junto a Tulio Halperin Donghi, José Emilio Burucúa, Roger Chartier, Ruggiero Romano, Domingo Plácido, José Ángel García de Cortázar, Felipe Maíllo Salgado, Reyna Pastor, José Luis Martín, Ángel Castellán y Hugo Zurutuza de un número homenaje a José Luis Romero de la revista de la Universidad de Buenos Aires Anales de Historia Antigua y Medieval Nº 28. Numerosos colegas tenían (y tienen) una elevada opinión de Romero. Como director de la revista lo invité a GM a participar en ese homenaje porque me había dicho (en conversación privada) que la lectura de La revolución burguesa en el mundo feudal le había abierto horizontes en la época del franquismo.
Ahora sabemos que ha cambiado de opinión, y ello no es condenable; establecer juicios con xenofobia sí lo es e irrita. El lo sabe, y por eso se apresuró a decir “que nadie piense que tengo algún prejuicio hacia la Universidad de la fraterna nación austral”. El descargo confirma sus sentimientos.
La crítica a Dell’Elicine se desliza por distintas cuestiones. Algunas se refieren a lo que un historiador valora en su análisis. Por ejemplo, GM se queja de que la autora del libro considere significativo que Isidoro determinara que los clérigos debían enseñar las Escrituras. No justifica el argumento; solo denuncia una elección.
También afirma que la lectura le recordó el Libro rojo del cole. Esta referencia a una condena del sistema educativo conservador pareciera ser, en un examen superficial, una extemporánea intromisión política en un comentario académico, pero lo que desconcierta por su forma logra su razón de ser en la totalidad discursiva. Coincide con la concepción tradicional y empirista de GM a quien le cedemos la palabra para que se defina expresivamente como “un castellano viejo, de los que llaman «al pan pan y al vino vino»”. No sorprende entonces que se enoje ante las páginas que en el libro de Dell’Elicine se dedican “al «silencio» como instrumento ideológico del poder de la jerarquía eclesiástica”.
En este punto es oportuno revelar que no participo de los criterios metodológicos y teóricos de Dell’Elicine. Pero justamente el juicio personal es lo que en una primera instancia debe dejarse de lado si se pretende comprender un trabajo. Obviamente tampoco interesan las opiniones de GM sobre este tema (y mucho menos interesan sus gustos o disgustos sobre las reseñas, como nos cuenta con un tono autorreferencial típico del comentarista convencido de que importa más que el autor que comenta). El problema es situarse en la lógica del autor, lo cual debería ser previo a cualquier consideración crítica, y la lógica de Dell’Elicine es la de un Althusser que valoriza y habla, por ejemplo, del silencio filosófico de Marx después de haber escrito las Tesis sobre Feuerbach. Los que adhieren a ese criterio se detienen por igual en lo que se dijo y en lo que no se dijo porque para ellos el mutismo expresa tanto como las palabras.
GM no analiza; más bien denuncia y se burla. Con tono mordaz descalifica, por ejemplo, la proposición de Dell’Elicine sobre la necesidad del receptor de un mensaje no verbal de interpretar lo que ve. Es una idea que manejaron otros estudiosos. Pierre Francastel, por ejemplo, habló de civilizaciones basadas en la vista y en el oído. En absoluto es descabellado aplicar esta afirmación al Medioevo, y ningún medievalista ignora que Jacques Le Goff realizó un sugestivo análisis del lenguaje gestual.
En ocasiones GM pasa de la observación general a la meticulosidad del erudito. Dice que no siempre las traducciones de Dell’Elicine son aceptables. Agrega: “Como ejemplo señalaré la importancia que la autora concede a la mención del término ordo para mostrar uno de los objetivos principales del proyecto isidoriano, sin darse cuenta [de] que el vocablo latino (máxime en el sintagma eclesiasticus ordo) nada tiene que ver con el sentido que tiene la expresión española «una sociedad ordenada»”.
Un conocedor del Medioevo, posiblemente no inferior a GM, opinó distinto:”Gregorio I (492-496) incorpora como fundamento del conjunto de distinciones que definirán al clero, a partir de ese instante, los cimientos de una teoría política. Dos órdenes (uterque potestas, uterque ordo) regirán el mundo: uno de ellos, el de los clérigos, poseerá la autoridad (autorictas) y el otro, el de los soberanos, el poder (potestas)”.
Otras elaboraciones han girado en torno a los famosos tres órdenes del idealizado ordenamiento social del feudalismo, y se habló en esa materia sociológica del cambio posterior de la palabra orden, de origen eclesiástico, por la palabra estado, lo que habría denotado una laicización de las estructuras mentales.
El comentarista indica a continuación una serie de errores de información en los que ha incurrido la autora. Por ejemplo, que ha escrito mal el nombre de algún rey visigodo. Nada es objetable en este reproche excepto dos cuestiones. La primera es que con el enunciado de errores se dejó de lado la tesis del libro. El árbol impidió que se viera el bosque, y a veces (como en este caso) importa el conjunto. El segundo aspecto es que esas falencias de Dell’Elicine se reparten en 306 páginas. En el uno por ciento de ese espacio, o sea, en solo tres páginas, GM escribió mal el nombre de la autora que reseña en seis oportunidades.
Nuestro censor termina reconociendo que su escrito no es amable; no obstante alienta a esta “nueva estudiosa de la España goda” a que prosiga su trabajo desde “la lejana Buenos Aires” asimilando la bibliografía que leyó para proceder a “un análisis riguroso y aparentemente menos ambicioso, de las muchas fuentes que ha reunido y usado.”
Es un párrafo sin desperdicios. Reúne eurocentrismo y petulancia para recomendar el ancestral positivismo. Entretanto no advirtió que la historiadora criticada pensó. Es lo que muchos no hacen y por eso no se arriesgan a una crítica como la que hizo el doctor García Moreno.
Carlos Astarita
Universidad Nacional de La Plata-Universidad de Buenos Aires
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Historia a Debate
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1993-2018: 25 ANIVERSARIO DE HISTORIA A DEBATE.
HaD. Edad Media 6
Muchas gracias, Carlos, por hacernos llegar esta crítica. Interesantísimo.
Hay, sin embargo, en el escrito de Carlos Astarita, un pequeño lapsus: debería poner Gelasio I y no Gregorio I, en la referencia que hace a otro autor.
Un abrazo,
Joan Busqueta Riu
Universidad de Lleida
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EN REFERENCIA A:
Comentario a una reseña que irrita
Sociedades Precapitalistas, 2018, 7(2)
https://www.sociedadesprecapitalistas.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SPe027
https://doi.org/10.24215/22505121e027
Luis García Moreno reseñó el libro de Eleonora Dell’Elicine, En el principio fue el Verbo. Políticas del signo y estrategias del poder eclesiástico en el reino visigodo de Toledo (589-711), editado por la Universidad de Cádiz en 2013. Su comentario crítico llama a la crítica.
El Dr. García Moreno (GM) se alinea en una práctica que se hizo usual en la profesión: en la reseña se proclama lo que se siente por un colega, por una escuela o por una ideología. Los elogios y las rabietas son sus consecuencias, como muestra GM atacando a la Dra Dell’Elicine. De ella le molesta todo; incluso sus virtudes: el título es “bonito” aunque refleja “la habilidad «porteña» para jugar con la lengua española”. Sin descartar que entre esos juguetones de la palabra haya tenido en la mente a Borges, GM relaciona esa “habilidad” con José Luis Romero, y lamenta que Dell’Elicine declare admirarlo relegando a Claudio Sánchez Albornoz. La insinuación es clara: Romero concibió una historia retóricamente efectiva (¿o efectista?) que atrajo a Dell’Elicine. La referencia no deja de mostrar una inequívoca animosidad dirigida al padre de la historia social argentina y a una producción historiográfica.
No es lo que GM expresaba en otros momentos. En 1995 participó junto a Tulio Halperin Donghi, José Emilio Burucúa, Roger Chartier, Ruggiero Romano, Domingo Plácido, José Ángel García de Cortázar, Felipe Maíllo Salgado, Reyna Pastor, José Luis Martín, Ángel Castellán y Hugo Zurutuza de un número homenaje a José Luis Romero de la revista de la Universidad de Buenos Aires Anales de Historia Antigua y Medieval Nº 28. Numerosos colegas tenían (y tienen) una elevada opinión de Romero. Como director de la revista lo invité a GM a participar en ese homenaje porque me había dicho (en conversación privada) que la lectura de La revolución burguesa en el mundo feudal le había abierto horizontes en la época del franquismo.
Ahora sabemos que ha cambiado de opinión, y ello no es condenable; establecer juicios con xenofobia sí lo es e irrita. El lo sabe, y por eso se apresuró a decir “que nadie piense que tengo algún prejuicio hacia la Universidad de la fraterna nación austral”. El descargo confirma sus sentimientos.
La crítica a Dell’Elicine se desliza por distintas cuestiones. Algunas se refieren a lo que un historiador valora en su análisis. Por ejemplo, GM se queja de que la autora del libro considere significativo que Isidoro determinara que los clérigos debían enseñar las Escrituras. No justifica el argumento; solo denuncia una elección.
También afirma que la lectura le recordó el Libro rojo del cole. Esta referencia a una condena del sistema educativo conservador pareciera ser, en un examen superficial, una extemporánea intromisión política en un comentario académico, pero lo que desconcierta por su forma logra su razón de ser en la totalidad discursiva. Coincide con la concepción tradicional y empirista de GM a quien le cedemos la palabra para que se defina expresivamente como “un castellano viejo, de los que llaman «al pan pan y al vino vino»”. No sorprende entonces que se enoje ante las páginas que en el libro de Dell’Elicine se dedican “al «silencio» como instrumento ideológico del poder de la jerarquía eclesiástica”.
En este punto es oportuno revelar que no participo de los criterios metodológicos y teóricos de Dell’Elicine. Pero justamente el juicio personal es lo que en una primera instancia debe dejarse de lado si se pretende comprender un trabajo. Obviamente tampoco interesan las opiniones de GM sobre este tema (y mucho menos interesan sus gustos o disgustos sobre las reseñas, como nos cuenta con un tono autorreferencial típico del comentarista convencido de que importa más que el autor que comenta). El problema es situarse en la lógica del autor, lo cual debería ser previo a cualquier consideración crítica, y la lógica de Dell’Elicine es la de un Althusser que valoriza y habla, por ejemplo, del silencio filosófico de Marx después de haber escrito las Tesis sobre Feuerbach. Los que adhieren a ese criterio se detienen por igual en lo que se dijo y en lo que no se dijo porque para ellos el mutismo expresa tanto como las palabras.
GM no analiza; más bien denuncia y se burla. Con tono mordaz descalifica, por ejemplo, la proposición de Dell’Elicine sobre la necesidad del receptor de un mensaje no verbal de interpretar lo que ve. Es una idea que manejaron otros estudiosos. Pierre Francastel, por ejemplo, habló de civilizaciones basadas en la vista y en el oído. En absoluto es descabellado aplicar esta afirmación al Medioevo, y ningún medievalista ignora que Jacques Le Goff realizó un sugestivo análisis del lenguaje gestual.
En ocasiones GM pasa de la observación general a la meticulosidad del erudito. Dice que no siempre las traducciones de Dell’Elicine son aceptables. Agrega: “Como ejemplo señalaré la importancia que la autora concede a la mención del término ordo para mostrar uno de los objetivos principales del proyecto isidoriano, sin darse cuenta [de] que el vocablo latino (máxime en el sintagma eclesiasticus ordo) nada tiene que ver con el sentido que tiene la expresión española «una sociedad ordenada»”.
Un conocedor del Medioevo, posiblemente no inferior a GM, opinó distinto:”Gregorio I (492-496) incorpora como fundamento del conjunto de distinciones que definirán al clero, a partir de ese instante, los cimientos de una teoría política. Dos órdenes (uterque potestas, uterque ordo) regirán el mundo: uno de ellos, el de los clérigos, poseerá la autoridad (autorictas) y el otro, el de los soberanos, el poder (potestas)”.
Otras elaboraciones han girado en torno a los famosos tres órdenes del idealizado ordenamiento social del feudalismo, y se habló en esa materia sociológica del cambio posterior de la palabra orden, de origen eclesiástico, por la palabra estado, lo que habría denotado una laicización de las estructuras mentales.
El comentarista indica a continuación una serie de errores de información en los que ha incurrido la autora. Por ejemplo, que ha escrito mal el nombre de algún rey visigodo. Nada es objetable en este reproche excepto dos cuestiones. La primera es que con el enunciado de errores se dejó de lado la tesis del libro. El árbol impidió que se viera el bosque, y a veces (como en este caso) importa el conjunto. El segundo aspecto es que esas falencias de Dell’Elicine se reparten en 306 páginas. En el uno por ciento de ese espacio, o sea, en solo tres páginas, GM escribió mal el nombre de la autora que reseña en seis oportunidades.
Nuestro censor termina reconociendo que su escrito no es amable; no obstante alienta a esta “nueva estudiosa de la España goda” a que prosiga su trabajo desde “la lejana Buenos Aires” asimilando la bibliografía que leyó para proceder a “un análisis riguroso y aparentemente menos ambicioso, de las muchas fuentes que ha reunido y usado.”
Es un párrafo sin desperdicios. Reúne eurocentrismo y petulancia para recomendar el ancestral positivismo. Entretanto no advirtió que la historiadora criticada pensó. Es lo que muchos no hacen y por eso no se arriesgan a una crítica como la que hizo el doctor García Moreno.
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HaD. Edad Media 6
[Mensajes recibidos a través de CB FACEBOOK 05/05/ 2019]
HISTORIADOR PROVIDENCIALISTA
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Se iso é así, Deus é un sádico atroz
Antón Dobao
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Isso ser é muito medieval mas sacar do caixão a «Divina Providência» como motor da história hoje em dia é os ter romboidais. Estes do Opus …
Marcial Tenreiro Bermúdez
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Pero que
Lydia Mer
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