El lunes 29 de setiembre de 2003, a las 12 horas, tendrá lugar la segunda* presentación de HaD en la Universidad de Zaragoza, España.

Intervienen:

Gregorio Colás (Historia Moderna)
José Luis Corral (Historia Medieval)
Germán Navarro  (Historia Medieval)
Roberto Ceamanos (Historia Contemporánea)
Gonzalo Pasamar (Historia Contemporánea)
Carlos Barros (Coordinador de HaD)

Lugar:

Aula Magna
Facultad de Filosofía y Letras
Campus San Francisco
Universidad de Zaragoza

Información:
Gonzalo Pasamar

*Nota: El 10 de noviembre de 1995 tuvo lugar la  Presentación de las Actas del I Congreso, en la marco de las Jornadas «La historia en el horizonte del año 2000», organizadas por la sección de historia del Instituto Fernando el Católico y clausuradas por Carlos Barros (véase La historia que queremos ).

TEXTO DE LA SEGUNDA PRESENTACION DE “HISTORIA A DEBATE” EN LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA (Facultad de Filosofía y Letras, 29-9-2003).

Gregorio Colás

En estos momentos, 1.821 historiadores, unidos en torno a la página web www.vps12.h-debate.com, debaten cotidianamente en torno a los problemas que tienen planteados la historia y los historiadores. Este acto, que será difundido por la red, cuando esté en condiciones, pretende, como lo ha sido en 53 ocasiones anteriores, presentar qué es esto de Historia a Debate que en buena medida fundó, creó el profesor Carlos Barros, que sigue siendo, lógicamente, el “alma mater” de esta asociación, agrupación de gentes preocupadas por los problemas de la historia. Juntamente con Carlos Barros, el resto de profesores a los que todos conocéis, Roberto Ceamanos, José Luis Corral, Germán Navarro, Gonzalo Pasamar y el que os habla, acompañamos en la presentación al profesor Barros, y le acompañamos porque estamos dentro de esta asociación, estamos interesados en estos problemas y hemos participado en esos debates que aparecen constantemente en la red. Sin más cuestiones, vamos a dar la palabra al profesor Roberto Ceamanos.

Roberto Ceamanos.

Hola, buenos días, soy becario de investigación en 4º año y quería hablar solamente durante unos minutos de lo que puede suponer para un estudiante, para una persona que está haciendo el D.E.A. [Diploma de Estudios Avanzados] o para una persona que está con la tesis, de lo que supone, entre otras muchas más cosas, la página web de HaD. El primer problema que tenemos cuando somos estudiantes es que no hay contacto con otras universidades. La página web de HaD recoge, en primer lugar, mucha información, y nos permite contactar, digamos, con el ámbito de la historiografía, el estado de ciertos temas. Los que sois estudiantes, cuando estáis haciendo los cursos, allí encontráis muchos puntos de apoyo: información sobre libros, sobre revistas; podéis contactar… A estas alturas hay un gran número de universidades y centros de investigación que tienen su página web; entonces, si estás investigando, quieres hacerlo mejor (por ejemplo, estás estudiando historiografía, o cualquier tema, historia medieval, cualquier tema), en esta página web tienes, a su vez, una serie de enlaces, que te comunican con otras universidades, otros centros donde tienes los últimos libros que han salido… Para el que es estudiante esto es muy importante porque le proporciona una información adicional que posiblemente no tiene en su biblioteca, o que tendría  que pedir por préstamo interbibliotecario. Cuando ya la persona ha terminado la carrera y quiere continuar los estudios (o váis a hacer el día de mañana el DEA), os proporciona muchas ideas de qué es lo que podéis investigar (aparte de que, por supuesto, lo fundamental es lo que vosotros andéis pensando durante la carrera o lo que habléis con vuestro posible o futuro director); esta página os proporciona mucha información para posibles ideas. Hay una serie de debates abiertos que proporcionan continuamente información e ideas sobre el tema. Además, incluye información sobre proyectos, ofertas, etc. Si entráis en la página web, veréis que hay muchos compañeros, muchos alumnos, que están con sus estudios, o que tienen una duda sobre determinados temas; entonces hay mucha comunicación en ese sentido. Decirlos que es algo fundamental para romper el aislamiento, para abrirse al exterior, para conseguir información y, en suma, invitaros a entrar, y, una vez entréis y conozcáis la página web, a participar. Ya se os han repartido una hojas, donde cada persona puede apuntarse.

Gregorio Colás.

Roberto Ceamanos ha sintetizado muy bien el carácter práctico y utilitario que tiene el conectarse a la página web de HaD.  A continuación, tiene la palabra José Luis Corral.

José Luis Corral.

Muchas gracias y buenos días. Hay muchas cosas evidentes. Entre ellas, dos que me parecen ahora, obvias. Primero, que la historia interesa mucho, muchísimo. Y, en segundo lugar, que quizá donde menos interesa es, precisamente, en la Universidad. Es obvio, también, que la solución a esa falta de interés por las cosas de este mundo, en esta especie de torre de marfil en la cual nos hemos metido, pasa por cambiar las cosas. Cambiar las cosas, y en lo que a nosotros compete, por cambiar las cosas desde el punto de vista de la enseñanza y de la divulgación de la historia. Para ello hay iniciativas estupendas que, por esos milagros que ocurren de vez en cuando, han surgido, precisamente, en el ámbito universitario. Los milagros, como se puede demostrar en esta cuestión, existen. HaD es un milagro. Es un milagro porque en esta universidad española, cada vez más anquilosada, más anclada en viejas estructuras, más conservadora en el sentido más profundo de la palabra, de repente como un milagro, aparecen ideas innovadoras, revolucionarias, nobles, novedosas, que invitan a pensar, a debatir y a romper esa esclerosis múltiple que nos atenaza por tantas partes. HaD es una estupenda iniciativa, que coordina el profesor Carlos Barros, al cual hemos invitado a participar estos días en Zaragoza y en Albarracín, en distintos actos (éste es el último de ellos), precisamente porque nos interesa romper esa dinámica.

HaD está rompiendo esa dinámica de nuestra Universidad y yo he venido aquí a acompañar a Carlos Barros en esta presentación con el resto de colegas, pero no quiero irme de esta mesa sin hablar un poco de nuestra pequeña iniciativa del Departamento de Historia Medieval para romper esa dinámica, que en cierto modo se incardina en la idea de romper las estructuras un tanto academicistas de la Universidad. Es la del “Taller de Historia” (con ese folleto azul que tenéis en la mano) y que en cierto modo va en la línea de HaD. Se trata de crear una historia viva, nueva, diferente, que rompa esas tendencias historiográficas un tanto ya amortizadas y desfasadas, del siglo pasado, el siglo XX, incluso del siglo XIX; y que enfrente al ser humano con un nuevo horizonte historiográfico; un horizonte que, aun estando tan lejano como estaba antes,  por lo menos seamos capaces de vislumbrar algo un poco más allá. Y para eso estamos los historiadores: para acercar, dentro de lo posible, ese horizonte al resto de los seres humanos que no han tenido, por lo que sea, la posibilidad de acercarse a la historia con tanta pasión como lo hacemos nosotros.

Yo creo que HaD va en esa línea de romper esas estructuras de nuestra Universidad, pero dentro de la Universidad, y eso es muy importante. HaD no es una aventura de cuatro místicos que pululan por el mundo de la red, sobre todo (aunque también tienen presencia física, como se puede ver). Sino que están dispuestos a que las cosas funcionen desde dentro, que se cambie desde dentro, y que, realmente, la Universidad, los institutos de investigación, tantas cosas que existen, sean aprovechados para algo más que ir pasando cursos, ir aprendiendo la disciplina o ir atravesando examen tras examen. Que la historia sea algo vivo, que se debata, que se discuta, que se aprenda, que uno se emocione con nuestra disciplina y que, al fin y al cabo, encontremos en la historia, como he dicho tantas veces, un arma para el futuro. Para cambiar ese futuro es fundamental la historia. Para cambiar ese futuro es fundamental el conocimiento de la historia; y eso sólo es posible gracias a los historiadores. Yo invito a todos a que participéis en HaD, a que entréis en la página web, a que os informéis y a que intentéis, cuando os sea posible, cambiar ese futuro modificando el presente porque conocemos el pasado. Nada más.

Gregorio Colás.

Muchas gracias, profesor Corral. Después de estas palabras un tanto idealistas del profesor Corral y que, ojalá todo lo que él propone se pudiera llevar a la práctica y pudiera consumarse, tiene la palabra el profesor Germán Navarro.

Germán Navarro.

Buenos días a todos y gracias por su asistencia. Lo digo desde el tono individual también. Quiero hablar aquí sobre esta iniciativa de HaD, como miembro de HaD, quizá, señalando en breves minutos simplemente el motivo por el cual yo participo en esta iniciativa y me siento miembro de ella. Realmente ya participé en los Congresos de 1993 y 1999. He formado parte del grupo redactor del Manifiesto historiográfico del año 2001 y he procurado divulgarlo en varias revistas y, además, por gentileza de Carlos Barros, formo parte de ese consejo consultivo permanente que intenta coordinar HaD. En una muy breve síntesis quiero decir por qué me he implicado en esto. Quizá así a alguna persona le pueda servir de orientación o de idea.

Lo que más me llamó la atención de HaD cuando era becario de investigación en 1993, fue el entusiasmo que había entre varias personas por la renovación historiográfica, por los compromisos historiográficos. Porque siempre he pensado, y no sé si de forma idealista o no, que a los historiadores se nos debe conocer por lo que hacemos, no sólo por lo que decimos. Y en ese sentido, mi forma de hacer apología por la historia, mis “combates por la historia”, era manifestarme participando, sin complejos, en un compromiso activo, con esta forma de asociación de historiadores, como aquellas otras personas que pueden interesarse por participar en una asociación cultural o en algo que creen. Yo creo en esta iniciativa.

Como decimos en nuestro Manifiesto historiográfico, precisamente, el compromiso consciente y voluntarista con la sociedad, a los historiadores nos hace libres; rompe el aislamiento personal, corporativo y local, y sobre todo favorece el reconocimiento público y la utilidad científica y social de nuestro trabajo profesional. Éste es uno de nuestros principales combates por la historia: la revalorización del oficio de historiador y de sus condiciones de trabajo y de vida, en el marco de lo que es sin duda la defensa y el desarrollo de la función pública de la educación.

Nos guste o no cómo está la Universidad, debemos defenderla y luchar por que esa Universidad, por que la investigación universitaria se dignifique. Y es que yo pienso que el historiador no puede escribir con rigor la historia al margen de la sociedad en la que vive; para mí es impensable. De ahí el interés que existe en HaD por la historia inmediata, por la presencia enriquecedora en internet. Y ¡ojo!, desde que en 1999 HaD se convirtió en una página web, las cosas han cambiado muchísimo. Más de 500.000 personas han visitado la web. Es un auténtico éxito; es una nueva forma de sociabilidad y de comunicación que ha irrumpido en nuestras vidas y ha trastocado toda la idea con la que nació HaD. Yo creo que en esa participación multitudinaria de gente, que a veces no tenía que ver con la historia, los historiadores nos estamos dando cuenta cada vez más de que debemos asumir, por honestidad profesional, un compromiso cívico y ético con nuestro mundo. Y este es uno de los ejes fundamentales de HaD como movimiento, como tendencia o como propuesta, como ustedes prefieran. Todo aquel que sienta curiosidad y pasión por la historia -curiosidad y pasión por la historia, lo subrayo- tiene en HaD un vehículo de diálogo valiosísimo que no puede desaprovechar. Voluntarismo, tolerancia, muticulturalismo, yo creo, y permítanme la expresión, que sin jerarquías de edades, ni de sexo ni de academia. Nuestra única arma es la conciencia crítica.

Invito a todos, por lo tanto, y de esta forma quiero ir concluyendo, invito a todos a participar en esta experiencia porque cuantas más personas seamos, más podremos aprender las unas de las otras. Si yo fuese estudiante de historia -aunque muchas veces he pensado que nunca he dejado de serlo- no dudaría un segundo porque esto es totalmente gratuito. Hay mucho que compartir y aprender y, a cambio, sólo cada cual decide hasta dónde quiere llegar. Y, a la vez, es una forma de construir la propia identidad historiográfica, matizarla, cuestionarla, transformarla. En suma, éstas son las principales razones por las que hoy no me limito a estar en esta mesa asumiendo un papel simbólico con mi presencia, sino que quiero hacer apología de todo aquello en lo que creo, como HaD, y darles las gracias a todos ustedes por estar aquí.

Gregorio Colás.

Muchas gracias, profesor Navarro. Gonzalo Pasamar, tiene usted la palabra.

Gonzalo Pasamar.

Muchas gracias. Quiero dar las gracias a las personas adscritas a la web HaD, que son los que han ayudado a la difusión de esta convocatoria; y a todos los profesores y estudiantes asistentes a este acto.

Sin duda alguna, en estos momentos, el centro de HaD es su página web. Yo soy un suscriptor y usuario de ella como tantos otros; me he limitado a seguir los debates y me ha sido utilísima para establecer contactos y como fuente de información. A los alumnos de “Tendencias” les repetiría aquello de que esta web ofrece una aproximación viva a la historiografía. La historiografía deja de ser una materia puramente libresca y se convierte en un conjunto de problemas objeto de un debate continuo; en una materia dotada de una absoluta sensación de proximidad. Cabe hacerse la pregunta de si esta sensación de proximidad no es de verdad la principal responsable de que cada vez más personas se animen a entrar en los debates y, por lo tanto, del empuje que experimenta actualmente la reflexión historiográfica.

Pero no es de la web de la que quiero hablar. Espero que el profesor Carlos Barros lo haga. Puesto que este año se cumple una década de existencia de HaD, me gustaría hacer una breve recapitulación de cómo se han desarrollado las ideas del colectivo en este tiempo; porque en estos diez años se ha transitado de unas reflexiones personales y, diríamos, voluntaristas del profesor Carlos Barros, su principal impulsor; reflexiones recogidas en La historia que viene (texto difundido en diversas revistas a partir de 1993), a un proyecto más amplio, elaborado y asumido colectivamente (sobre todo asumido), -naturalmente, a través de la red- que es, justamente, el Manifiesto de HaD (de septiembre de 2001). Me gustaría subrayar en primer lugar lo que suponía HaD en la historiografía española de hace diez años; y, ante todo, que era un proyecto optimista.

Cuando surge el proyecto en 1993, podríamos decir que HaD iba a contracorriente de otros comentarios más pesimistas (más pesimistas, pero también justificados a su modo). Por aquel entonces en la historiografía española ya no quedaba, por supuesto, ni rastro de dos de los rasgos que le han caracterizado secularmente (sus seculares centralismo y poca receptividad o ignorancia de las novedades internacionales). La historiografía española ya era entonces una historiografía relativamente informada. Sin embargo, muchos historiadores españoles -y desde luego los más inquietos- eran notablemente pesimistas a la hora de valorar su grado de acompasamiento real respecto a las corrientes foráneas (y el reflejo de éstas últimas en la investigación propiamente dicha). Y además, no creían en absoluto que la historiografía española hubiera perdido un tercer rasgo que le caracterizó tradicionalmente: su absoluta autocomplacencia académica. Tenían razón porque este rasgo se ha relativizado en la última década, pero, desde luego, todavía hoy sigue siendo dominante.

Sin embargo, los organizadores del I Congreso de HaD (allá en el 93, como digo) decidieron dar paso a una estrategia distinta (quizá la única posible en la práctica): tomar la iniciativa en la reflexión historiográfica y llevar a la práctica un pensamiento que comenzaba a abrirse camino. Lo formularíamos de este modo: que la jerarquía centro-periferias, que había sido una rasgo característico la historiografía internacional, al menos desde el siglo XIX, había desaparecido -o lo estaba haciendo-; y que surgían multitud de grupos que podían aportar novedades al debate sobre la historia (otra manera de expresar que los antaño paradigmas dominantes de la historia económica y social habían perdido la exclusividad de la renovación).

Ese primer Congreso de 1993 (al que fueron llamadas muchas figuras) lo podríamos considerar, por lo tanto, como una mera toma de contacto con la historiografía internacional (eso sí, como el más ambicioso Congreso de teoría e historiografía celebrado en España hasta entonces). Si repasamos sus seis volúmenes de Actas (publicadas en 1995), veremos que concentran, básicamente, una presentación de las llamadas “nuevas historias” y de sus problemas: desde la “historia de las mentalidades” hasta la “historia intelectual y el giro lingüístico” o la “microhistoria”, pasando por la “historia de la familia”, la sociología y la antropología históricas, “historia y psicología” o la biografía. Los problemas teóricos más abordados también demuestran lo dicho: el futuro de los Annales y el significado del “giro crítico”, el papel del marxismo, la influencia del postmodernismo en la historiografía, o el problema de si existe una “crisis de la historia”.

Ahora bien, para los organizadores de HaD el asunto iba más allá: no sólo se pretendía un estado de la cuestión de las “nuevas historias”, sino también la reflexión crítica sobre las mismas y, en cierto modo, una síntesis. El primer y más importante texto que reflejó esta ambición fue, justamente, La Historia que viene, del profesor Carlos Barros.

Básicamente en este texto se propone un nuevo paradigma historiográfico a partir del replanteamiento de los principales supuestos en los que se basó lo que se denomina allí “el paradigma común” renovador de las décadas centrales del siglo XX (es decir, la historia económica y social donde la explicación es más importante que las tramas narrativas, y donde la economía y la sociología -e incluso la teoría social-, juegan un papel relevante); una renovación de ese paradigma justificada a la altura de 1993, no sólo por la relativa decadencia del marxismo y de los Annales, sino también por la trascendencia política y cultural de la Caída del Muro de Berlín.  Así que esta demanda de renovación podía ser una síntesis de las “nuevas historias” siempre y cuando se garantizasen ciertos supuestos como el manejo de teorías abiertas -es decir, que reflejasen que “el futuro está abierto”- o una “historia global” basada en una amplia interdisciplinariedad; o, en fin, una historia que diese importancia a la narrativa pero que no se recluyera, a su vez, en un narrativismo estrecho y desinteresado por los grandes problemas contemporáneos.

El ensayo tiene todavía dos rasgos más: 1) Intenta hacer operativo el famoso concepto kuhniano de “paradigma” -que en las últimas décadas se había convertido en un cliché desgastado del lenguaje de los historiadores-: en este sentido, en este texto se considera que la historia es una ciencia social que se desarrolla mediante cambios paradigmáticos. 2) Le pone un límite a esa pretendida síntesis o “paradigma común”. Ese límite es el postmodernismo. En efecto, son excluidas y denunciadas las propuestas que tienden a convertir el sujeto histórico en mero “discurso” (reflexión que no deja de ser interesante en la historiografía española en la que ciertos sectores son tan miméticos que dan por buena cualquier propuesta de “nueva historia”).

El II Congreso (1999) fue un paso decisivo en la conversión de HaD en un proyecto internacional: dicho Congreso (cuyas Actas se publicaron en 3 vols. en 2000) tuvo una estructura distinta del primero, que ya apunta a lo que es hoy HaD (como red internacional y corriente): participaron un pequeño número de figuras, pero, en cambio, estuvieron presentes numerosos historiadores “anónimos” (particularmente latinoamericanos), anónimos pero deseosos de participar no sólo como comunicantes, sino también como intervinientes en las mesas redondas (hablamos de medio millar de asistentes y de más de 200 trabajos entre ponencias, comunicaciones e intervenciones en mesas redondas) (las Actas sólo son una selección de esa masa de trabajos). Esto es un dato significativo porque muestra algo que la red HaD ha puesto claramente de manifiesto posteriormente: que más allá de las especialidades, grupos y diferencias académicas, la reflexión sobre la historia es una tendencia internacional que viene “desde abajo”. No se limita a grandes figuras y grandes revistas, sino que confirma esa tendencia a superar el esquema centro-periferia. Deriva de preocupaciones políticas y sociales generales y demuestra que es completamente vano el intento de despolitizar la historia (es decir, de borrar su conexión con los grandes problemas del presente). No sólo es vano, sino que incluso se demuestra que cada vez hay más historiadores que creen que esa conexión es más estrecha.

También el II Congreso de HaD tiene un texto teórico y estratégico de referencia que es El retorno de la historia, también escrito por Carlos Barros.

Podríamos decir que en “El retorno de la historia” ya está planteado lo que va a ser la red HaD. Se trata de un ensayo sensible a los grandes cambios culturales de finales de los 90, que desarrolla lo dicho en el ensayo de 1993 e introduce algunas novedades. En mi opinión, tres:

lª) Se propone una historia (por supuesto, ciencia social paradigmática y globalizadora) más comprometida con las grandes causas sociales pero al mismo tiempo no una historia militante al estilo de la historiografía de izquierdas de los años 50-70, sino una historiografía capaz de garantizar lo esencial del oficio de historiador; esto es: “el compromiso ético por respetar la verdad pasada”.

2ª) Al mismo tiempo se subraya la importancia del presente y el futuro de la historiografía y de los historiadores (lo que se denomina “historiografía inmediata”) (lo cual significa subrayar, a su vez, la importancia de los estudios de historia de la historiografía- pero no con ánimo de rescatar historiadores pasados -no con ánimo arqueológico-, sino con ánimo de entender mejor la historiografía presente).

3ª) Y, finalmente, se subraya la importancia de internet para ayudar al intercambio entre disciplinas, y para dar a la comunidad de historiadores una dimensión más global. Se crearía, de ese modo, un nuevo asociacionismo que iría más allá de las tradicionales asociaciones y barreras académicas. En suma, que iría en contra de unas tendencias a la fragmentación que convierten el mundo de la historia y los historiadores en algo tan heterogéneo, que hace de la historia un conocimiento, o bien, sin ninguna capacidad de movilización social, o al servicio de intereses inconfesables.

Estas tres propuestas o novedades se comenzaron a materializar cuando comenzó a funcionar la red internacional de HaD a partir de octubre de 1999. Ahora bien, esta nueva fase necesitaba un texto que sirviera de aglutinante y punto de referencia; un texto que resumiera y diera forma a los anteriores; un texto discutido colectivamente. Ese texto es el Manifiesto de HaD (que no por causualidad tiene la forma de “manifiesto”, es decir de conjunto de propuestas comprometidas sobre la historia, la historiografía y los historiadores), que ha recibido el apoyo de historiadores de medio mundo (y muy especialmente de habla hispana, latinoamericanos; como no podía ser de otro modo por razones culturales). Hay que recordar que el texto aparece en la red coincidiendo con los ataques terroristas a las torres gemelas, lo cual puede interpretarse como un símbolo que alude a la importancia de la “historia inmediata” y a la responsabilidad ética e independencia intelectual del historiador.

¿Cómo se ven reflejados el historiador y sus aspiraciones en el Manifiesto? Se podría comentar lo siguiente:

En primer lugar habría que subrayar que el oficio de historiador queda definido de un modo amplio: los historiadores no son simplemente un puñado de profesores universitarios más o menos estabilizados, sino un colectivo mucho más extenso. Son todas aquellas personas que están en contacto con el estudio de la historia de modo no accidental (lo que incluye estudiantes, licenciados, archiveros y profesores de secundaria, etc.) (incluso se sugiere que los aficionados a la historia también pueden aportar ideas interesantes).

Esta definición amplia implica tener en cuenta problemáticas como las de las salidas universitarias o los relevos generacionales. Sin embargo, hay que advertir que esa ampliación de lo que es el historiador no significa disolver su papel en una categoría intelectual más o menos indefinida. De hecho, en el Manifiesto se reivindica “la autonomía del historiador”. Pero esta autonomía, además de poseer una vertiente científica, lleva consigo también una vertiente ética y social. Efectivamente, el Manifiesto reivindica la premisa del historiador comprometido con los problemas de su tiempo. Sin embargo, de lo que se trata es de una reformulación de este compromiso social a la luz de las experiencias o lecciones políticas e intelectuales de las últimas décadas. Dicho de otra manera: más que en una reivindicación de la típica imagen del historiador militante, se insiste en la función ética de la historia (es decir, del historiador).

Sin duda, una historiografía abierta al compromiso social y autónoma, tiene que ser una historia consciente de su importancia científica. Por ello el Manifiesto reivindica dos aspectos:

1º) Una historiografía capaz de reconocer sus propias corrientes, ampliamente reflexiva y autocrítica; es decir, una historiografía que sepa dar respuesta a las necesidades de reflexión que sienten muchos historiadores.

2º) Pero, además, una historiografía capaz de orientarse por teorías sociales. La historia orientada teóricamente se considera un logro de los historiadores del siglo XX; una conquista que ha aproximado la tarea del historiador al dominio de las ciencias sociales. Sin embargo, se establece un importante matiz: que dichas teorías carezcan de un contenido filosófico finalista expreso o cerrado; o dicho de otro modo, que transmitan la idea de que el futuro es incierto y está abierto a cambios inusitados.

Una historiografía con estas características se declara necesariamente adversaria de cualquier clase de disciplina autosuficiente (llámesele “escuela rankiana”, “positivismo”, “historia historizante”, etc.); y también se declara adversaria, en el otro extremo, de los intentos de borrar del mapa el propio realismo histórico (llámesele “postmodernismo”, “postestructuralismo”, etc.). En este sentido, el Manifiesto ha desarrollado, justamente, las tesis del “paradigma común”; esto es, ha reivindicado una historiografía dotada de los más importantes criterios epistemológicos de las escuelas del siglo XX: nuevas fuentes (“nueva erudición”); nuevas formas de entender la globalidad (con conceptos y escalas diversas; atenta a la “historia mundial”; capaz de combinar el enfoque cuantitativo con el cualitativo); y, por supuesto, ampliamente interdisciplinaria.

Finalmente, el Manifiesto reivindica de nuevo una historiografía capaz de aprovechar las posibilidades del mundo digital (aunque sin renunciar por ello a las actividades presenciales, como las presentaciones, los seminarios o los congresos). A fin de cuentas, estas nuevas posibilidades digitales son, hoy por hoy, las únicas que pueden crear auténticas comunidades historiográficas transnacionales.

En fin, concluyo mi intervención subrayando que HaD ha logrado o está logrando el ideal de una comunidad transnacional en un ámbito como el de la historiografía, tan fuertemente compartimentalizado. Pero también en un mundo globalizado caracterizado por un desarrollo de la sociedad civil en Occidente y de los movimientos sociales a escala internacional. Los que aspiramos a que la historia sea algo más que un dominio académico, tenemos que estar de acuerdo en que HaD está convirtiéndose en un hito de la historiografía en el cambio de siglo.

Gregorio Colás.

Después de esta magnífica lección sobre lo que ha representado historiográficamente hasta estos momentos HaD, el profesor Carlos Barros tiene la palabra.

Carlos Barros.

Buenos días, muchas gracias a todos. En primer lugar a los compañeros que están a mi izquierda y a mi derecha en la mesa, y a otros miembros de nuestra red que están aquí sentados, que podían ser perfectamente intercambiables por los que estamos aquí. También mi función es intercambiable. Habéis oído todos las intervenciones que me han precedido -casi tendemos a decir lo mismo- y en algunos casos con una profundidad, como la intervención de Gonzalo Pasamar, que es muy de agradecer porque él habla de unos artículos pero lo desarrolla de una manera muy original aportándonos cosas nuevas.

En este sentido, ésta es la presentación número 53. Yo estoy haciendo un esfuerzo por relativizar, entre otras cosas, porque no puedo estar en todos los sitios a la vez, y porque hay colegas en España y fuera en condiciones de hablar de HaD igual o mejor que yo. De hecho, Gonzalo ha sido muy generoso; él se ha referido a dos artículos míos; uno referido al primer Congreso y otro referido al segundo, que, en realidad, son artículos -yo empleo ese término- de “historiografía inmediata”, casi sin bibliografía, porque son una síntesis, una reacción, una conclusión, a esos dos acontecimientos historiográficos como fueron el I y el II Congresos.

En el II Congreso hubo 150 ponencias y 800 o 900 inscritos de 50 países. ¿Qué quiero decir con esto?: que esos trabajos, que son los antecedentes del Manifiesto, aunque son de autoría individual, son fruto colectivo. Como él [Gonzalo Pasamar] lo ha explicado muy bien, yo salí un poco disconforme con el resultado del I Congreso -que todo el mundo decía que era muy importante- porque me quedé con la idea de la fragmentación de la disciplina y una sensación de que las escuelas, que habían iluminado nuestro camino, en las décadas anteriores, ya no daban más de sí; que teníamos que pensar con nuestra propia cabeza. Eso es una constatación siempre dolorosa para los que nos hemos formado en Annales, el marxismo y todo eso. Y el I Congreso sirvió para eso y de ahí salieron las 16 tesis de La historia que viene, donde de una manera consciente renuncié al método académico de escribir (que utilizo, naturalmente, como todos nosotros: las citas, notas a pie de página, bibliografía), para dejar la cabeza libre para tratar de saber dónde estábamos, a dónde íbamos y a dónde queríamos ir. Por lo tanto, esos trabajos también son colectivos aunque sean de autoría individual, sistema que ahora lo empleamos directamente de una manera colectiva (el Manifiesto se revisará supongo que después del III Congreso) y ya están naciendo muchas flores en muchos sitios de lo que al principio empezó así, como el I Congreso en Santiago de Compostela.

Esta es mi tercera visita a la Universidad de Zaragoza. La primera ocasión fue con motivo de mi participación de las jornadas de “Historia en el horizonte del año 2000”, que organizaron Esteban Sarasa y Eliseo Serrano, donde a mí me tocó la conferencia de clausura, de la que hablaré porque la recordé al estar preparando esto… Con motivo de esas Jornadas, que están publicadas en la revista Jerónimo Zurita, hicimos aquí en esta misma mesa una presentación de las Actas del I Congreso.

Tambien yo rememoraba cosas como lo que dijo Julio Valdeón: “si esto se hubiera hecho en inglés tendría …. claro, pero se hizo en España, la mayor parte de las participaciones del primer Congreso estaban en castellano…”. Bueno, eso fue un augurio de algo que ni por asomo podíamos sospechar en aquel momento, y es que hemos creado lo que sin duda podemos llamar ya un movimiento historiográfico donde el centro está en el ámbito académico latino y la periferia está en el mundo académico anglófono o francófono. Sin duda ninguna. Eso es constatable empíricamente, y eso lo saben colegas que, desde el ámbito francófono y anglófono, sobre todo desde este último, están siguiendo el fenómeno de HaD en internet a través de unas horrendas traducciones automáticas que hacemos del español al inglés en nuestra red. Yo no quiero dar nombres porque la gente que se apunta a la lista tiene consciencia de que eso en algún momento se puede publicar, pero puedo deciros que colegas importantes del ámbito historiográfico internacional están siguiendo desde hace años este fenómeno porque son conscientes de su importancia global. Por lo tanto, Julio Valdeón dijo esto y, en el fondo, ahora podemos decir que, aún en castellano, podemos conseguir que sea reconocida internacionalmente nuestra iniciativa historiográfica (entre otras cosas, porque el castellano es ya la segunda lengua en el mundo Occidental en internet, después del inglés y por delante del francés, del italiano y del alemán y, naturalmente, HaD se ha beneficiado de esto. Y también, si no lo es, puede ser, por lo menos en el sur de Europa y en toda América, la segunda lengua de comunicación académica).

También en aquella presentación de las Actas, Julián Casanova destacó que el I Congreso había tenido un eco importante en los medios de comunicación social (lo destacaba como mérito). La verdad, visto desde hoy, es que eso resultó efímero porque -se ha dicho aquí ya- lo que fue importante es el trabajo que hicimos hacia dentro de la Universidad haciendo la academia, que es lo que nos permite presentarnos aquí; y no sabemos hasta dónde podemos llegar dentro de unos años (yo sé que los colegas se han preocupado para que el acto que realizamos aquí se vuelque en la red y tenga cientos y miles de lectores y también tenga una presencia en la prensa de Zaragoza). Pero, como digo, enseguida nos dimos cuenta que lo importante es el trabajo que hacíamos hacia adentro, en nuestras áreas, en nuestros departamentos, en nuestras universidades, en nuestras historiografías nacionales o continentales. Decía que en aquella conferencia de clausura, en noviembre de 1995, yo había hecho tres afirmaciones que a ocho años vista quizá deberíamos valorar. Por ejemplo, que estábamos en condiciones de que España -siempre, desde el punto de vista historiográfico, muy dependiente de otros países, de Europa o de América del Norte- pudiera jugar un papel propio a escala internacional. Yo creo que HaD, en ese sentido, ha hecho sus deberes y ha demostrado que una iniciativa historiográfica desde España puede tener un eco internacional y podemos jugar un papel internacional que, incluso, nos abruma. Nos abruma porque le tenemos que pedir a los colegas de otros países que descentralicen la actividad de HaD.

También dijimos en noviembre del año 95, medio año antes de la victoria del Partido Popular en las elecciones generales, que existía un vacío historiográfico que había que llenar rápidamente: el vacío de la historia de España; que nos estábamos dedicando, desde la Transición, a investigar cada uno en su comunidad autónoma, incluso a nivel local, y que aquello era un vacío importante, y que era necesaria una “nueva historia de España” que remozara la historia tradicional, etc. Recuerdo a un colega, que saliendo de aquí después -un colega medievalista-, me dijo: “Carlos, tienes razón, pero eso es una cosa de los políticos”. Y así fue, fue una cosa de los políticos; y para mí, una experiencia de cómo no debemos dejar la iniciativa de los cambios, de las propuestas historiográficas en otras manos que no sean las nuestras. Yo creo que ese renacer de la historia de España está a debate, tiene sus partes muy positivas y hubiera sido muy bonito que fuera una iniciativa de historiadores, no una iniciativa política secundada por historiadores.

Y despues, también extrañó un poco -y hablo de cosas que extrañaron en aquella conferencia- que yo hiciera tanto hincapié en el problema de los jóvenes, licenciados que no encuentran trabajo como historiadores: que era un problema nuestro. Parecía que esto era algo más de tipo ético que no tenía nada que ver con los debates de nuestra historia. Y tiene que ver. Han pasado ocho años y cualquier persona responsable, gestor universitario o de un área de conocimiento cualquiera en la Universidad -no tiene por qué ser de historia- tiene que precuparse del problema, que nos están profetizando con datos empíricos los demógrafos, del gran vacío que se va a crear, en la Universidad y fuera, a mediados de la década que viene, con la jubilación de la generación de los que hemos nacido después de la segunda posguerra (que eso crea problemas e inquietudes que después se han proyectado en el Manifiesto historiográfico).

En el año 98 estuve por segunda vez en esta Universidad, aunque no aquí. Fue en un aula donde dicté una conferencia sobre el compromiso del historiador -algo ha hablado de eso también Gonzalo-, sensible a fenómenos que estaban sucediendo en Francia en los últimos años. Eso se ha visto, de una manera sorpresiva, confirmado en España en las grandes movilizaciones, en las cuales la Universidad ha jugado un papel central, que han tenido lugar desde noviembre-diciembre del año 2001 contra la Ley Orgánica de Universidades, hasta el 15 de febrero del año 2003 contra la guerra de Irak. Yo les contaba ahora en México a los colegas que, por unanimidad -al menos eso nos dijeron-, la Conferencia de Rectores, el primer día de la guerra, nos convocó a todos a manifestarnos contra la guerra delante de los centros de estudio. Os puedo decir que en mi Facultad de Geografía e Historia de Santiago, yo tuve que ir a hacer una gestión al rectorado y allí estaba el rector de mi Universidad con todo su equipo manifestándose.

Nosotros hemos vivido con tensión el apoyo desde las unversidades españolas cuando la catástrofe del Prestige. Me decían en la presentación, la última que realizamos en España, en la Universidad de Salamanca, que seis mil estudiantes y profesores fueron a limpiar chapapote. En un mundo así, no ser sensibles a las nuevas responsabilidades del historiador, de cara al mundo que nos rodea, es vivir fuera de la realidad. Y eso, además, lo puede pagar el futuro de nuestra disciplina. Por lo tanto, pienso que íbamos por buen camino en el año 98. Y hay que deciros, que aquí estamos representantes de tres áreas, y me decían los colegas que es la primera vez -no sé si será cierto- que se hace un acto donde estén colegas de Medieval, de Moderna y de Contemporánea. Y ya no estamos presentando las actas de un congreso. Lo que se presenta, como se ha dicho ya, es una red académica internacional, que ha devenido en movimiento historiográfico, y -eso no lo ha dicho nadie pero es muy importante-, una generación emergente de historiadores.

Fijaros en la edad de los que están aquí (Gregorio, tú y yo, quizá un poquito ya más, más de los “viejos rockeros” de que hablábamos ayer con José Luis Corral); pero esto es lo que estamos viendo en todos los sitios: una generación de 30 a 40 años que es la que ha producido el milagro de HaD, y es la que está deseando llenar todo un espacio, que está quedando vacío, con ilusión de cara al futuro, con unos 30 ó 40 años de vida académica. Esto no lo constatamos sólo por lo que sabemos de la presencia en la red; lo constatamos cuando hicimos la encuesta internacional sobre el estado de la historia, en el año 1999. Nos quedamos sorprendidos de que el perfil ampliamente mayoritario de los que contestaron a nuestra encuesta (que no servía ni para el curriculum si para los sexenios, pero que había que “quemar” una tarde en contestar a casi trescientas preguntas complicadas, de metodología, historiografía y teoría de la historia) tiene una edad entre treinta y cuarenta años y era de profesores titulares (estoy ahora homologando lo que aquí es profesor titular a otros que contestaron desde otras universidades). Yo tuve que dar en México, en Morelia (Michoacán), una conferencia sobre el análisis de la encuesta internacional dirigida a 30.000 historiadores, con una muestra de 600 de todo el mundo, y les confesaba que el dato historiográficamente más relevante es la emergencia de esa nueva generación de historiadores que, a mediados de la década que viene, ocuparán todos los puestos académicos y marcarán el futuro de nuestra disciplina por bastantes años.

Cuando yo vine aquí por primera vez, incluso la segunda vez, se decía que si no era muy optimista. Yo creo que incluso éramos poco optimistas porque el resultado que hemos conseguido en estos años no estaba previsto, aún siendo voluntaristas nuestras afirmaciones. En el Congreso de la Institución Fernando el Católico [1995] yo ni podía soñar, cuando hablaba del compromiso del historiador para estar a la altura de los nuevos movimientos sociales, sobre todo el movimiento social global; no podía soñar en el año 98 lo que hemos vivido en España sobre todo entre el año 2002 y 2003, y que España hubiera contribuido en el mayor número de manifestantes a la manifestación más grande que se ha hecho, probablemente, desde siempre, que es la del 15 de febrero contra la guerra de Irak (10, 15, 20 millones). No olvidar que la Universidad juega un papel central en esas movilizaciones, de una manera jerárquica e institucional, y no sólo estudiantes y profesores que quisieron asistir individualmente. Por lo tanto, creo que la decadencia de las grandes escuelas del siglo XX, la fragmentación de nuestra disciplina, han creado un enorme vacío que explica la expansión de HaD y la rapidez con que estamos quemando etapas. Lo que a la escuela de Annales le costó décadas, en un plazo de unos años se está consiguiendo (aunque gracias a internet, porque también somos parte de esa globalización; dentro de la parte benéfica de esa globalización).

La Universidad de Zaragoza, representada por Germán, por Gonzalo, ha sido, desde el principio, parte esencial de este proyecto (hoy hay mucha más gente y yo espero que a partir de este acto mucha más todavía) y lo seguirá siendo en el futuro puesto que ya había aquí una tradición previa de interés por la historiografía en las diferentes áreas. Y, por lo tanto, decía, que espero que esto sirva para en el futuro todavía haya una integración mayor de la Universidad de Zaragoza en este movimiento historiográfico mundial de iniciativa española.

¿Qué es HaD? Quiero dar algunos datos más. Creo que la mejor explicación es hablar de tres círculos. El mínimo, los que estamos en Santiago de Compostela, que cumplimos una función de coordinación. Prácticamente nuestra sede es más digital que presencial. Hay un círculo intermedio, que son los firmantes del Manifiesto, en este momento 250 de 24 países y de tres continentes (América, Europa y Oceanía, porque con Africa y Asia todavía tenemos problemas de conexión por razones de tipo idiomático, de tradición, etc., que se resolverán con el paso del tiempo). El tercer círculo más amplio es el más importante: la red académica, la red temática internacional en internet que gira alrededor de un foro de debate. Empleo términos que para nosotros son sinónimos y que es lo que nos da vida: hay un debate continuo, incluyendo debate sobre las propias posiciones nuestras, etc., y eso ha generado una comunidad académica de nuevo tipo (aquí se emplean las viejas palabras porque no hay palabras nuevas para un fenómeno nuevo).

Yo prefiero hablar de “comunidad académica de nuevo tipo”, de tipo “global”, apoyada en internet, más que de asociación, de revista, de web, porque pienso que más bien somos eso: una comunidad académica de nuevo tipo, donde todos perdemos bastante tiempo, cada día, en elaborar mensajes, en leerlos, etc. Son miles las horas que dedicamos los miles que constituimos esta red académica internacional, de una manera absolutamente desinteresada, y eso ha creado un perfil común. A nosotros nos gusta decir que aquél que aguanta en nuestra lista más de dos meses es que coincide en lo esencial con ese estilo. Compartimos mucho, es decir, que no nos importa leer opiniones ajenas; que estamos interesados por el oficio, más allá de los temas de investigación, más allá de nuestra área; nos interesa lo que piensan gentes de otras áreas, de otros países, y todo eso da un perfil nuevo de esa generación emergente en la que estamos nosotros (aunque por edad no todos pertenemos a ella; estoy hablando ahora de porcentajes y tendencias). Y esa comunidad está constituida por dos listas -por ahí tenéis el papel de suscripción-: una la general -se ha referido Gregorio a ella- de 1.800 miembros, que es la de carácter general sobre temas de metodología historiografía, teoría de la historia, temas profesionales, etc.; hay otra, además, sobre temas de actualidad (le llamamos de “historia inmediata” con 500 miembros, con debates que a veces no siempre se enfocan desde un ángulo de la historia historiográfico, sino debates entre historiadores sobre problemas candentes de la actualidad, asunto que es muy interesante y muy educativo).

En la web, como se ha dicho, ha habido medio millón de visitas, y eso tiene un enorme valor porque no todos los colegas se interesan por los problemas generales de la profesión. Hay muchas visitas repetidas y se trata de una franja, que se ha visto reflejada en nuestra encuesta, muy importante; en mi opinión lo mejor que tenemos en nuestra disciplina (sin que eso disminuya la importancia de otros que, a veces, por razones accidentales, no son aficionados a internet y no están en nuestra red pero piensan igual). Pienso que ahí está lo mejor de nuestra profesión. Prácticamente estamos en conexión diaria, entre la web y las listas, 3.300 colegas de 350 universidades (está vez sí ya de los cinco continentes). Y todo esto sin financiación alguna, fruto de un trabajo voluntario, no sólo en Santiago sino en todos los lados, colectivo y gracias a internet; si no no podríamos (como sabéis internet es un medio sumamente barato).

Ya ha hablado Gonzalo de las fases que hemos seguido. En este décimo aniversario estamos recordándolas. Para algunos el año 93 fue la cota máxima, pero para nosotros fue el punto de partida, el I Congreso. Allí estuvieron presentes los restos de lo que fue Annales, los restos de lo que fue Past and Present, los restos de lo que fueron las escuelas en las que nos formamos, sobre todo los que ya tenemos algo más de edad; casi todos los que estamos aquí, naturalmente. Lo nuevo era la temática que nos unía (metodología, historiografía, teoría de la historia). Después hemos añadido en el siguiente Congreso: la relación historia-sociedad; y en el próximo, que realizaremos el año que viene, vamos ya a introducir la historia inmediata y a buscar y a intentar ver qué podemos aportar los historiadores para comprender el mundo que ha surgido del Once de Septiembre. (Ya sabeís que las Actas, desde el I Congreso -igual pasa con el II y pasará con el III- son elemento indispensable para estar al día del estado de la historiografía internacional. Y así son usadas en las oposiciones, sobre todo a profesores titulares de universidad, aquí y en otros países).

En el año 99 realmente- Gonzalo insistió en ello- refundamos HaD. Principalmente porque llegamos a la conclusión de que teníamos que pensar con la propia cabeza y no estar pendientes de la moda que podía venir de Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Italia, etc. Y eso fue doloroso y muy fructífero. Llegamos muy rápidamente a conclusiones, como ya se ha dicho, y en este momento creo que estamos por delante en el tema de qué historia escribir en el siglo XXI respecto a los tradicionales focos de renovación historiográfica que hemos conocido en el siglo XX. Pienso que es “refundación” también porque ahora estamos conectados diariamente y no cada cinco o seis años; o sea, no cada vez que el día del Apóstol Santiago coincide en domingo y, por lo tanto, es Año Jacobeo (y por lo tanto, la Xunta de Galicia, generosamente, financia, para eso sí tenemos financiación, para que podamos organizar la peregrinación de los historiadores del mundo a Santiago de Compostela para estudiar el estado de nuestra disciplina). Ahora ya estamos en conexión diaria, y no sólo para los debates, sino también para, por ejemplo, transmitir el resultado de este acto a los cientos y miles que nos leen vía listas, vía página web. Y después, hablamos de “refundación” porque fue cuando lanzamos la encuesta cuya respuesta superó con creces lo que esperábamos y donde se demuestra que nuestro esfuerzo responde a una base objetiva, esto es, una franja internacional, generacional, de historiadores en todo el mundo. Si no hubiera sido así, el milagro, que decía José Luis Corral, no se hubiera producido. Estamos diciendo cosas que están en el ambiente; por lo menos para bastantes colegas. Eso no quiere decir que tengamos la verdad sobre nada; sencillamente, que vamos a discutir, vamos a llegar a consenso aquellos que tenemos inquietudes parecidas.

El once de septiembre de 2001 dimos a conocer el Manifiesto, ya se ha dicho aquí, donde manifestamos una serie de posiciones -una parte al menos de HaD-. Creo que todos las compartimos en mayor o menos medida, pero los que firmamos el Manifiesto las compartimos de una manera explícita. Son una serie de posiciones historiográficas que nos definen como la primera [tendencia] del siglo XXI a nivel global, y la primera también en la historia de la historiografía española, que siempre ha dependido de otras escuelas a las que nos hemos sumado. Hemos buscado aquí también un camino propio cuando, dolorosamente como decíamos, hemos comprobado que de esos focos no salía nada nuevo; así que hemos preferido salir al campo a pecho descubierto.

Pienso que nos distinguimos de las tendencias historiográficas del siglo XX, y también del XIX, en que somos abiertos por definición, que hay debate, y en que la revisión está automáticamente incorporada a nuestro proyecto, no sólo en el círculo más externo, sino en el círculo más restrictivo del Manifiesto historiográfico. Éste consta de 18 proposiciones articuladas, y termino enumerando las novedades contenidas en esas 18 proposiciones. Hay novedades de continente y de contenido, y ambas cosas están muy relacionadas.

La novedad de continente es que no sólo proponemos, sino que estamos practicando una nueva forma de hacer historiografía; una historiografía, como se ha dicho, desde abajo. Ya no estamos buscando la gran figura que nos ilumine, sino que estamos empezando desde cero creando un movimiento colectivo del cual surga, en el siglo XXI, grandes figuras… Probablemente mucho de lo que se conoce será un mero puente, una mera transición, para lo que surga adentrándonos más en el siglo XXI. Eso es fundamental porque hoy ya hemos olvidado cómo surgieron la historiografía marxista y la de los Annales. Hoy sólo vemos a las grandes figuras que han surgido allí, pero nos hemos olvidado de que fue un movimiento colectivo. Y hoy ante la crisis de esas grandes corrientes tenemos que generar movimientos colectivos desde abajo; y nosotros no sólo damos ejemplo, sino que esa perspectiva desde abajo es lo que explica el éxito que ha tenido HaD dentro y fuera de España.

Somos un proyecto colectivo en una época de feroz individualismo, en general en la sociedad -sobre todo en buena parte de los 80 y los 90-, y más en nuestro medio académico. Pero somos un proyecto libre: cualquiera puede proponer un debate en nuestra red; y cualquiera puede criticar, desde luego, del coordinador para abajo, incluyendo el Manifiesto, todo. Y eso es así permanentemente. Cuando nos llega algún comentario en el pasillo, nos preguntamos: ¿y por qué no lo llevan a la red?, puesto que, en definitiva, nos nutrimos de esa crítica, de esa autocrítica, de ese debate. Además, somos un proyecto intelectual que no está sujeto a ninguna disciplina institucional ni jerárquica. Todos nos entendemos. Y como estamos en todas las áreas, departamentos, facultades, universidades y países, tenemos un grado de libertad enorme para concentrar nuestros esfuerzos en la reflexión historiográfica, en adaptar nuestros paradigmas básicos a lo que fue la salida de la crisis de las grandes escuelas del siglo XX, y llevar eso a la investigación empírica. Por lo tanto, con ese grado de libertad se comparte mucho y cada vez más. Pero eso es a base de colectividad, (aunque no renunciamos a la individualidad, empezando por mi mismo).

Esta horizontalidad de nuestro proyecto sólo es posible en internet, proyecto digital pero también presencial, como se ha dicho. También, gracias a cierta “intradisciplinariedad”. Yo quiero insistir en esto porque todos estamos embebidos cada uno en su propia área y conocemos poco o nada de las áreas cercanas. Y quiero decirlo para proclamar con toda contundencia -porque eso lo hemos hablado en HaD- que ha fracasado y fracasará cualquier intento, desde un área, de representar a toda la disciplina. Y desde luego no lo hemos pretendido desde Historia Medieval. Eso está abocado al fracaso porque la historia, como todos sabemos, empieza desde no sé cuanto hasta hoy y es muy difícil -por coyunturas o por circunstancias administrativas- que desde un área se nos represente a todas. Y esa es otra de las razones del éxito de HaD, donde estamos colegas de todas las áreas; y tambien aunque con menos presencia -y me gustaría que no fuera así- de Prehistoria, de Antigua, de Historia de la educación o de otras.

Quiero decir, además, que la horizontalidad también es posible debido al carácter intergeneracional. Ya he insistido mucho en que el grueso de nuestros efectivos y el futuro nuestro está en esta generación que llamaríamos “intermedia”, pero hay alguno (algunos becarios -no sólo está Roberto aquí- y algunos estudiantes avanzados, que están sujetos a toda esa competencia tremenda típica de cuando se comienza una carrera académica, pero que eso no les resta interés para hacer una nueva historia). Y, además, estamos algunos de la generación del 68 que todavía estamos -no sé por cuánto tiempo- para estos trotes; para interesarnos por cosas nuevas -y ya nos gustaría que fuera mucho más (yo soy un defensor de nuestra generación, que ha hecho muchas cosas, y también ha renovado en España en los 70 y parte de los 80, de una manera fantástica nuestra profesión, y que quizá sea pedir mucho que después de 20 o 30 años, continúen apoyando este esfuerzo renovador -aunque muchos lo están haciendo- y nosotros queremos fomentar ese carácter intergeneracional de nuestro proyecto).

Novedades en cuanto al contenido. Se resume todo en el punto uno del Manifiesto: “una ciencia con sujeto pero ciencia”. Eso, a veces, a algunos les parece complejo, porque es un poco tautológico. Cuando hablamos del sujeto no nos referimos sólo al agente histórico; nos referimos sobre todo al historiador. Nosotros pensamos que una vía de superación hoy necesaria de las nuevas historias de los años 60 y 70, es dar al historiador, como parte del proceso de conocimiento histórico, un margen mayor que el que marcaron el positivismo y el neopositivismo. Pero, claro, ciencia con sujeto, pero ciencia a fin de cuentas. Quiero decir que nosotros criticamos el objetivismo del positivismo de Ranke, pero también el subjetivismo del postmodernismo. Con lo cual nos obligamos a trabajar con dos ideas a la vez. Una de las definiciones que usamos  mucho es que la función del historiador es descubrir la historia mientras la construye. Eso a algunos se les hace complicado, pero no queda más remedio que avanzar en esa dirección. Y no sólo en relación con los hechos históricos, que los descubrimos conforme los construimos, como ya dijo E. H. Carr, sino también en relación con las fuentes históricas. Si concedemos un alto margen de actividad al historiador en el proceso de investigación, y al mismo tiempo, nos consideramos ciencia, eso nos obliga a actualizar nuestro concepto de ciencia (ya no es Newton, ni Descartes, ni Ranke, que fue quien divulgó ese concepto mecanicista y objetivista en nuestra disciplina a partir de Alemania, a finales del XIX y principios del XX, sino que hay que hablar de otro concepto de ciencia; el que tienen los físicos y los historiadores de la ciencia -desde Heisenberg, Plank, Eisenstein hasta la teoría del caos y de la complejidad). Es decir, ser más científicos hoy es saber que el observador condiciona su objeto (no como algunos colegas, que todavía piensan que ser científico es buscar una verdad objetiva, que no existe más que desde un enfoque religioso de lo que es la ciencia).

Sobre esa base de la “ciencia con sujeto” nos planteamos una reconstrucción paradigmática triple: en el plano de la teoría, en el de la comunidad de historiadores y en el plano de la relación de la historia que se escribe con la sociedad. En el primero de los planos, somos herederos de las grandes vanguardias historiográficas del siglo XX y, de una manera autocrítica, queremos superar sus insuficiencias y actualizar esa nueva historia (por eso, a veces, hablamos de “nueva nueva historia”). Creo que hemos conseguido ya, por lo menos en el ámbito de HaD, la normalización de una historia pensada. Eso que siempre se dijo que había que hacer y no se hacía, creo que en HaD ya se hace. La gran mayoría de los que han aportado una ponencia o una participación en mesa redonda, en los nueve volúmenes de las Actas de los dos Congresos de HaD eran la primera vez que lo hacían. Pienso que ahí hemos logrado que el debate sea un uso académico; aunque se nos decía que eso iba a ser muy difícil.

Ahora nos estamos planteando, porque estamos empezando, cómo innovar nuestra disciplina después de las nuevas historias y sus secuelas de principio de los años 80. Tenemos algunas ideas para volver sobre el tema del fracaso de la historia total, sobre nuevas historias globales, e introducir bastantes novedades (que irán surgiendo conforme hagamos el próximo Congreso y trabajemos en internet).

En cuanto a la reconstrucción de nuestra comunidad académica, nosotros no conocemos otra cosa parecida ni dentro ni fuera del ámbito académico latino. No sé si en otras disciplinas (sociólogos, antropólogos) están haciendo algo de esta envergadura. Desde luego en historia os digo que no. Pero tampoco desde Estados Unidos, ni desde Francia ni desde otros países. Hemos creado una comunidad académica de un nuevo tipo. Hemos creado, en un círculo más restringido, una tendencia historiográfica. Animamos a otros a hacerlo. Nos hemos planteado pasar de la interdisciplinariedad, que hemos aprendido, sobre todo de la escuela de Annales, a la intradisciplinariedad, a trabajar conjuntamente. Lo hacemos no sólo compartiendo el terreno común de la metodología e historiografía, sino incluso con el deseo de investigar conjuntamente, que es la tarea para el futuro inmediato con colegas de disciplinas históricas cercanas (porque era una contradicción que nos debilitaba cara a la sociedad y cara a otras disciplinas el estar en una actitud más predispuesta a colaborar con la sociología, la economía, la geografía que entre un medievalista y un contemporaneísta o entre un historiador general y un historiador de la literatura); … creo que podemos reconstruir también la unidad de nuestra disciplina, la unidad de la historia. Y como ya sabéis nos planteamos con mucha fuerza el relevo generacional. No creo que en otras disciplinas se esté planteando con tanta claridad.

En cuanto a la reconstrucción de la relación del historiador con la sociedad, queremos quitarle a algunos de la cabeza que estamos planteando esto -como me dijeron en un Congreso- por una nostalgia de la generación a la que pertenecimos pues fuimos fundadores -en mi caso- del sindicato democrático de estudiantes de la Universidad de Madrid en el curso 67-68. En realidad eso es un rasgo del siglo en el que estamos. Ahora estamos intentando, como se ha dicho, nuevas formas de compromiso historiográfico. Primero un compromiso más colectivo; no sólo individual (por eso en algún sitio del Manifiesto decimos que queremos recuperar la autonomía del historiador frente a las instituciones políticas, frente a las editoriales, frente a los medios de comunicación). Si hoy hubiéramos planteado lo que planteábamos aquí en el año 95, de sacar adelante la historia de España (al margen de las instituciones políticas; como una iniciativa historiográfica, no política), hoy, con la red que tenemos, lo habríamos conseguido. Hay que ir a un compromiso más colectivo en nombre de la profesión, no sólo individual; a un compromiso más profesional, no militante en un partido ciudadano, «libertad», que tenemos todos y que es lo más fácil.

Lo difícil es cómo debemos comprometernos como historiadores. Ver cómo escribir la historia para ayudar a nuestros conciudadanos; cuál es el papel de la historia en la sociedad; el tema del futuro de nuestra disciplina vinculado al relevo generacional; el tema de cómo el historiador puede aportar lo que llamamos «historia inmediata» al análisis del presente; incluso, hemos llegado a crear un apartado en nuestras actividades, que le llamamos «Academia solidaria» para solidarizarnos con colegas que en su función de académicos, de historiadores, puedan sufrir problemas en algún lugar del mundo. Y hemos logrado salvar a la escritora de un libro, a un colega en Argentina de la cárcel y de una multa cuantiosa a base de una campaña internacional; porque hay mucha solidaridad, es un momento muy solidario, pero de los colegas nadie se acuerda. Además hemos secundado a Amnistía Internacional porque al profesor Abajari de Irán, le pedían la pena de muerte. Ahí lo que hemos hecho ha sido, en este caso, secundar a Amnistía Internacional. En otros casos hemos hecho campañas específicas. A eso me refería: a un compromiso desde la profesión con los colegas.

Además se trata de un compromiso plural, no sectario. En los años 70 el que no adoptaba un compromiso de unas características, normalmente de izquierdas, se consideraba satanizado. Ahora hay que aceptar que lo que nos interesa es más una vinculación con la sociedad diversa porque, en definitiva, nuestras raíces académicas son diversas como lo es la propia sociedad. Eso sí, nos desagrada enormemente que algunos oculten su compromiso para decir que los demás no pueden tener un compromiso. Hay que desvelar los compromisos que están en el trabajo que tenemos todos; y multitud de relaciones que establecemos con la sociedad, para que todos, en libertad, sean de derechas, sean de izquierdas, podamos tener un compromiso con la sociedad, un compromiso plural (Aunque yo creo, y no lo digo por ser una persona de izquierdas, conocido por parte de los que me conocen, y me congratulo de ello, sino porque creo que para el futuro de la profesión es muy importante que se reconstruya la idea de progreso). Pienso que nuestra disciplina, como ciencia social, y en general las ciencias sociales, difícilmente pueden subsistir en una sociedad si ésta no es capaz de recuperar la idea de progreso. En esto probablemente estaría de acuerdo mucha gente, más o menos de izquierda, más o menos conservadora, y lo digo porque tiene que ver con el futuro de la disciplina, no con la ideología de cada uno (después de haber dejado claro que el compromiso con la sociedad puede y debe ser plural). Y eso explica que pongamos muchas esperanzas en el nuevo movimiento social global que ha nacido en Seattle en 1999, porque igual que los nuevos movimientos sociales del siglo XX ayudaron a la nueva historia, no sólo marxista sino también annalista, a implantarse académicamente, pienso que este nuevo movimiento social global, que nació en Seattle y que se desarrolló a través de los diferentes Porto Alegres, etc., puede ayudarnos a este proyecto historiográfico que surge en el sigo XXI.

En cuanto a las perpectivas inmediatadas prácticas de HaD, estamos en plena preparación del III Congreso (tendrá lugar del 14 al 18 de julio de 2004). Estáis todos invitados. Estamos en la fase de pre-convocatoria. Los que ya estábais en la lista estaréis puntualmente informados y los que no, pues os apuntáis o visitáis la web. El programa, la convocatoria del Congreso, saldrá entre finales de octubre y principios de noviembre.  Paralemente vamos a crear cuatro grupos de investigación en red -una experiencia más de HaD- alrededor de unos temas comunes, de diferentes áreas, de diferentes países: dos de historiografía, dos de investigación empírica dura… y ya os contaremos la experiencia. Después del III Congreso nos estamos planteando, si queréis, una aplicación mayor, tanto a cada área de conocimiento como a cada historiografía nacional. Yo me ilusioné mucho participando en Albarracín en estos cursos maravillosos que organiza José Luis Corral, en este caso «Contar la Edad Media». Él anunció allí que el siguiente sería qué queda de la Edad Media en el presente; en una disciplina donde la temática cronológica está tan alejada. En aquel momento, dije yo: todo esto tenemos que llevarlo a HaD porque también vamos a necesitar un nuevo medievalismo -como un nuevo contemporaneísmo-, si en HaD tenemos razón y estamos en un proceso de cambio paradigmático. Nunca vamos a abandonar lo que es clave para nosotros, ese terreno común de la reflexión sobre la estructura de la historia y del oficio de historiador y el ámbito global (porque pensamos que a diferencia de lo que pasó con el marxismo y Annales, y no digamos con Ranke, hoy toda renovación o tiene un ámbito global o no progresa; ni siquiera en el ámbito local donde tú lo quieres plantear).

Y como ya hice referencia a toda la emergencia de la sociedad civil en los años 2002 y 2003 en España, que fue la admiración de media Europa y de medio mundo, como se dice en esos actos de historia inmediata: «no nos mires, únete, estamos haciendo historia». Nada más, muchas gracias.

Gregorio Colás.

Después de las palabras del profesor Carlos Barros, yo creo que ha quedado ya suficientemente claro lo que ha sido, lo que es y las propuestas de futuro que tiene HaD. Aunque se ha hecho un poco tarde, ya antes habíamos previsto un pequeño debate en torno a lo que se ha dicho, en torno a lo que es HaD, si realmente tenéis algo que preguntar, algo que apuntar, algo que decir…

Guillermo Redondo.

Soy profesor de historia moderna y quiero darle las gracias a José Luis y animarle a que continúe en esta línea; creo que es la oportuna y producirá efectos beneficiosos sobre nuestra profesión. El que se plantee como algo unitario la historia, creo que ya es un gran paso. A mí lo que me hubiera gustado en esta sesión es que hubiera prehistoriadores, anticuaristas …; naturalmente estamos de otras áreas, pero creo que eso hubiera sido la mejor respuesta a ese Manifiesto, a ese planteamiento de Carlos Barros. Y nada más. Enhorabuena y muchísimas gracias por haber venido a esta Universidad.

Carlos Barros.

Como dicen en los escenarios, «aplausos al público». Esto se ha hecho gracias a todos vosotros, porque es sumamente agradable cuando hay una ocasión de ir a una Universidad. Entonces les escribimos, como en este caso, localizamos a todos en nuestra base de datos que están en nuestra lista (en este caso cuya dirección electrónica termina en unizar.es). La respuesta ha sido en un noventa por cien tan favorable, que ahora estáis aquí. Y alguno que no ha podido estar, ha venido a justificarse. Esto justifica lo que estamos haciendo los que estamos de este lado; pero ya digo que esto podía ser intercambiable. Además, tiene su reflejo después en la red. Y así es como hacemos algo conjuntamente, algo común; de una manera bidireccional. Por eso a mí me parece muy injusto que se polarice en mi: porque es un mérito, obviamente, colectivo y contradice lo que estamos diciendo; porque todos sabemos que se puede proponer lo que se quiera. Pero si no hay un contexto, no sale adelante. Y en mi caso, con más motivo, porque yo saco las ideas de ese contexto, de ese ambiente… De verdad que no voy a cambiar el título de “coordinador” hasta que esto se acabe, hasta que yo me acabe. A veces me dicen, “¿no debías utilizar un término como el de presidente o como director…?” No, coordinador, y no es una nostalgia del pasado; es, exclusivamente, para reflejar lo que estamos viviendo, el fenómeno de HaD.

Carmen García Herrero.

Cuando has comentado que estáis preparando el III Congreso de HaD…

Carlos Barros (Universidad de Santiago).

Somos todos. Tenemos prometida una revista hace tiempo. En parte la web y el funcionamiento de las listas cumplen funciones de revista. Pero en parte no. Los debates, aunque tienen cierto nivel (no todos), se hacen con mensajes breves y los colegas quieren lo que hacemos en los Congresos: debatir con artículos largos. Hemos prometido una revista, pero no hemos tenido tiempo porque hoy para cualquier cosa nueva que queramos hacer, tenemos que hacer una consulta previa, y es laboriosa, porque ya somos una red enorme. Entonces, cuando digo que estamos en ello, quiero decir que ya hemos hecho dos consultas paralelas para la organización del Congreso, una vez que la Xunta de Galicia ha confirmado por tercera vez la subvención (ellos dicen que es la joya académica de la Corona en cada Xacobeo).

Yo tuve que hacer un borrador para ellos [la Xunta] y el borrador lo pasé entre los firmantes del Manifiesto y entre los de la lista general, con tres cuestiones: entidades colaboradoras del Congreso; temas que podemos tratar en el Congreso; y algunos ponentes, sobre todo algunos significados (aunque somos partidarios del trabajo colectivo). Yo estuve en México hablando con Pablo González Casanova (ya sabéis que es historiador, sociólogo y antropólogo y una persona muy mayor ya, de ochenta y pocos años, pero una persona muy lúcida), que me confirmó un tema sobre el que ya tenía la idea y estaba por ahí consultando privadamente: ¿vosotros os acordáis de los modos de producción, no? Pues eso se ha quedado anquilosado ahí; no se usa prácticamente; pero no ha habido sustituto. Para un medievalista es importante saber qué tenemos en el período cronológico medieval. Seguimos usando el término “feudalismo”, pero, a su vez, el concepto ha quedado muy atrás. Yo tenía la idea de discutir los tipos de transiciones entre tipos de sociedad, y él [P. González Casanova] nos dijo en un café cuando hablábamos con él para convencerlo de que vinera a Santiago el año que viene: “estoy haciendo un libro que es: lo nuevo en las leyes y sistemas de la historia”. Le dije: “mire usted, ya tenemos la conferencia general que va a dar y, probablemente, una mesa redonda para entrar en ese debate”.

Yo he estado en México, luego una semana en Galicia y otra semana aquí; y no me ha dado tiempo a contestar a todos los resultados de la encuesta. La escuesta sigue activa porque ahora la red sigue funcionando y los colegas me han comentado que están saliendo en la red propuestas nuevas. Eso hace [el trabajo] más laborioso pero al mismo tiempo más interesante. Bueno, es un poco decepcionante que algunos colegas tienen el interés de que se incluyan temas de su especialidad o temas de su área cuando nosotros eso ya lo hicimos algo en el I Congreso, pero en el II ya no (allí planteamos unos temas buscando mezclarnos medievalistas, modernistas, contemporaneístas, prehistoriadores…), y no vamos a retroceder. Eso es lo que nos distingue de otros Congresos.

En ese sentido, en temas generales, aparte de ese último tema (que no sé cómo le llamaremos; quizá tipos de sociedad o el problema de la categorización de las sociedades históricas…); se plantean temas como: las relaciones estado-sociedad civil en las diferentes épocas históricas; o el problema de las «transiciones», sobre todo porque en América Latina se cuestiona el modelo español (entonces queremos que se discuta el modelo español en relación a los modelos que están surgiendo en Argentina, Chile, incluso en México, etc.); después queremos también, de cara al americanismo, el tema indígena, que es un tema actual y de debate historiográfico. Por primera vez vamos a meter el Once de Septiembre, el choque de civilizaciones, el proyecto “nuevo siglo americano», que es un proyecto académico que Bush está aplicando políticamente, pero muy pocos saben que esto es un proyecto académico (y esperemos que vengan norteamericanos a defenderlo, desde el ángulo de la historia, y analizando su relación con el debate historiográfico). Y, además, cosas de las que se habla en el Manifiesto, como otras experiencias de historiografía digital, nuevas formas de compromiso historiográfico, la idea histórica de España…

A esto último le doy bastante importancia. He tenido que dar una conferencia sobre cosas nuevas surgidas en España en los últimos diez diez años en tendencias historiográficas; y, aparte de HaD, está la idea histórica de España que es algo muy plural, más de lo que a veces parece por sus concomitancias políticas y relación con centenarios y comisiones oficiales; un fenómeno interesante, entre otras cosas, porque supone la ruptura de la dependencia con el exterior. Queremos que eso no sólo esté a debate, sino que algunos colegas que están muy próximos a esto, y a HaD desde sus orígenes, como Ricardo García Cárcel o Julio Valdeón, estén presentes; también hay una oposición crítica. A mí en este caso me gustaría colocarme en una posición de síntesis intermedia mirando de cara al futuro.

Y así hay todo un listado [de temas], que en algún momento tenemos que poner negro sobre blanco, y transformarlo en convocatoria pública. También hay un proceso de consulta, que está en la web en el lugar más destacado (en un link donde las letras van y vienen). Allí está la pre-convocatoria y después la convocatoria. Eso hace un poco más lento el proceso de toma de decisiones, pero al mismo tiempo más efectivo (porque todo el mundo tiene oportunidad de aportar algo).

Pensamos que el III Congreso va a ser el más importante de los tres porque antes no teníamos la red de internet. De entrada todo el mundo quiere ir. Prevemos un número de participantes como en el anterior Congreso. Pero tenemos ya alguna previsión para que, en el caso de que nos veamos desbordados, hacer, en vez de tres sesiones simultáneas, las que hagan falta. Yo en eso no soy como José Luis, que no quiere pasar de 50. Nosotros, dadas las características del proyecto, tenemos que apechugar con todo lo que nos caiga encima. Tratamos de tener las previsiones hechas, y como hay mucha colaboración, me cuesta relativamente poco organizarlo, y entonces habrá que incrementar el número de sesiones simultáneas, que es un poco incómodo, porque no puede ir uno a todo. De todas maneras, allí todo se grava, todo se transcribe. Aquello que no se publique en los tres volúmenes de Actas, se publicará esta vez en internet. Tenemos que hacer una selección para los tres volúmenes de las Actas en forma de libro y no todo el mundo entra. Como es tan democrático HaD, los colegas se enfadan con nosotros. Pero esta vez, aquellas ponencias que sean aceptadas, si no hay papel, se publicarán digitalmente.  

Gregorio Colás.

Damos por terminada la sesión recordando a los alumnos que no hayan entrado en esa página web, que entren y que practiquen eso durante varios días para tener una idea más clara de lo que es este debate permanente en torno a la red.

(Transcripción: Gonzalo Pasamar).

SEGUNDA PRESENTACION DE «HISTORIA A DEBATE» EN LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA (Facultad de Filosofía y Letras, 29-9-2003).

El lunes 29 de septiembre de 2003, a las 12 horas, en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, ha tenido lugar el acto de presentación de la red académica internacional HaD. Ésta ha sido la segunda presentación ya que, en noviembre de 1995, fueron dadas a conocer las Actas del Primer Congreso de HaD en el mismo escenario.

Dicha presentación ha supuesto el último de los actos de la estancia del profesor Carlos Barros, coordinador de HaD, en la Universidad de Zaragoza con motivo de su asistencia al VI Curso de Historia y Cultura Medieval, «Contar la Edad Media», que, como cada año, dirige el profesor José Luis Corral Lafuente y organiza la Fundación Santa María de Albarracín los días 24-26 de septiembre en Albarracín (Teruel).

Presidió la presentación el profesor Gregorio Colás Latorre, acompañado a la mesa de los siguientes profesores: Roberto Ceamanos, becario del Departamento de Historia Contemporánea, quien habló de la importancia de HaD para los alumnos recién licenciados y estudiantes de doctorado; José Luis Corral, titular de Historia Medieval, quien aprovechó la ocasión para dar a conocer el proyecto «Taller de Historia», organizado por su Departamento, que comparte la misma filosofía de HaD; Germán Navarro Espinach, de Historia Medieval, quien se refirió al compromiso intelectual del historiador en relación con HaD; y Gonzalo Pasamar Alzuria, de Historia Contemporánea, que hizo un análisis de la trayectoria y las ideas de HaD en los últimos diez años. Cerró la presentación el profesor Carlos Barros glosando las principales novedades y perspectivas de futuro de HaD.

Asistieron a la presentación, además, los siguientes profesores: José Antonio Armillas, Carmen García Herrero, Carlos Laliena, José Manuel Latorre, Guillermo Redondo, Esteban Sarasa, Enrique Solano y Juan José Utrilla. Excusaron su asistencia: Enrique Bernad, Julián Casanova, Encarna Jarque, José Antonio Salas, Guillermo Pérez Sarrión, Carmelo Romero y Miguel Angel Ruiz Carnicer.