Presentación de las Actas del II Congreso de Historia a Debate y el Manifiesto historiográfico en México D.F.

Fecha, Viernes 5 de julio de 2002
Horario 11-13 horas
Lugar Aula Magna, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México

Participan

Enrique Florescano
Norma de los Ríos
Guillermo Turner
Antonio García de León
Boris Berenzon

Enrique Florescano
(carta disculpándose por su ausencia)
Muy apreciados colegas

Por causas ajenas a mi voluntad, no pude hacer el viaje a la ciudad de México como había planeado para asistir a la presentación de «Historia a debate». Mi deseo había sido estar con ustedes y con los alumnos de historia de la Facultad de Filosofía y Letras en la discusión de este muy importante Manifiesto y de las Actas, en el cual tuve la oportunidad de participar. «Historia a debate» inaugura una discusión sobre las nuevas perspectivas de la investigación histórica en Hispanoamérica y en el mundo. Ahí se discutieron los temas y las tesis que han marcado un nuevo rumbo en la investigación histórica. Particularmente hubo un encuentro entre los historiadores de Europa y América que considero fructífero y decisivo para continuar nuestro debate sobre los caminos de la historia en Hispanoamérica. A mí me tocó hablar sobre los orígenes de la memoria en Mesoamérica. Es decir, destaqué las características originales del pensamiento histórico mesoamericano basadas, a diferencia de Europa, en la imagen, el discurso oral y el mito. Estas formas específicas de registrar y transmitir el pasado son típicamente mesoamericanas y establecen un contraste con la historiografía europea. En el artículo que publiqué en «Historia a debate» definí las características de la recuperación histórica mesoamericana. Les envío una felicitación a la mesa que hoy discurre y festejo tan importante acontecimiento para la historiografía, tan necesaria esta discusión hoy día. Agradezco a los organizadores de este evento la invitación que me hicieron y que espero corresponder con una conferencia especial en esa Facultad en los días próximos. Un saludo afectuoso

Enrique Florescano

Boris Berenzón
Hacía una erótica de la historia

El historiador surge cuando intenta trascender la mirada del Otro, de lo otro, de los otros; cuando interpreta y no sólo explica el pasado; cuando se enamora del Logos, y del Mythos; es seducido por Clío, acariciado por las visiones de Morfeo, estremecido por Thánathos y trastocado por Narciso. Historia a Debate es una comunidad virtual, pero muy vital de más de 2000 historiadores de los cinco continentes. Su coordinador científico es el historiador español Carlos Barros quien, a través de este proyecto, se ha dado a la tarea de entrelazar a la comunidad académica con el propósito auspiciar una labor que permita la conformación de un paradigma común y plural para los historiadores del siglo XXI, inmersos en el mundo de la globalidad.

Las 18 tesis del Manifiesto que hoy presentamos abrazan planteamientos ontológicos, éticos, epistemológicos y metodológicos de la historia como:
– La superación del objetivismo positivista y del subjetivismo posmoderno, considerando que es el historiador quien construye su objeto de estudio, acorde con las influencias que recibe del entorno en que actúa y del momento en que vive.

– El rigor en la investigación histórica, que no se contrapone con sus resultados relativos y plurales, inherentes a la diversidad propia de las sociedades humanas.

El manifiesto se pronuncia en favor de que la imaginación creadora conduzca al “descubrimiento” de nuevas fuentes históricas y potencie el uso de las que en los últimos tiempos han adquirido esa calidad, pues antes se habían quedado en voz, en palabra y en letra muerta, como la oralidad, la iconografía y los restos materiales. Y aboga por la innovación en los métodos y los temas, para salvaguardar la interdisciplina como una respuesta vigorosa ante la complejidad del actual mundo globalizado. De igual manera, propone una reflexión responsable acerca de la fragmentación de los estudios históricos, que desvincula y pulveriza el quehacer del historiador y a la historia misma, invitando a la construcción de una realidad basada en la interrelación y la comunicación global. Promueve el debate y la confrontación intelectual a través, tanto de las modalidades tradicionales, como mediante las que ofrece la informática, cuyo desarrollo corre paralelo al mundo globalizado.

Nuestro manifiesto reivindica la autonomía intelectual de los historiadores ante los poderes establecidos y los que día a día se conforman y articulan, sin ignorar su existencia, pero reclamando el pleno derecho que nos asiste para la definición de los objetivos propios de la investigación sobre los que coyunturalmente plantean las instituciones y empresas, tanto públicas como privadas que aportan recursos para la misma

También, convoca a discernir las tendencias historiográficas actuales bajo la premisa de que la investigación y reflexión históricas son, en esencia, tareas comunitarias. Y busca esclarecer posiciones, no para negar o destruir al otro, sino para “reinventar” la comunicación multidireccional y fecunda, para redescubrir las intersecciones verdaderas y, en fin, para dotar de una nueva inteligibilidad al crucigrama de la historia

– hace honor a la historicidad del conocimiento, al aquilatar la herencia recibida de las principales tendencias historiográficas del siglo XX, particularmente de la Escuela francesa de los Annales, del historicismo, del marxismo y del neopositivismo.

-Historia a Debate surge en el momento preciso; cuando resulta inaplazable volver a preguntarnos por el ejercicio del historiador, y de la historia misma, con una mirada actual, amplia, plural y sobre todo crítica. Es decir, mientras hace una década se preconizó el fin de la historia, hoy es un deber social preguntarnos acerca de su sentido y razón de ser , desde un horizonte crítico que es el único espacio idóneo para responder preguntas tan trascendentes.

Hace poco menos de un año, el 11 de septiembre del 2001 apareció el manifiesto, cuya publicación hoy celebramos y, desde entonces, ha recorrido diversas latitudes, no solo de la geografía interoceánica sino también del pensamiento

Inscrito en la tradición de los manifiestos, sean éstos, artísticos o políticos, el de Historia a Debate significa un primer recuento crítico que pone en la balanza las distorsiones y aciertos del quehacer histórico en el pasado, así como sus potencialidades al inicio del milenio. Así identifica claramente la fragilidad del trabajo académico, cuando éste vive ligado a una sensualidad mórbida con el poder que evita la creación autentica, al atraparlo en la repetición tediosa, detrás de la cual se agazapa la condena a la seducción que siempre acompaña a la genuina creación intelectual y al supremo gozo de la dimensión erótica de la historia.  De igual manera, reclama un sitio preeminente para el historiador, como individuo que crea, construye y deconstruye formas de haber y de saber, en busca de una heterología de la historia, en el impulso y en la frecuencia, en el instinto y en la razón.

También, comprende claramente las tensiones no resueltas entre las condiciones, los móviles, los delirios, las tácticas y las estrategias de la lógica espacio-temporal en la posmodernidad y su angustiada analogía con otra lógica, la de la exhibición de los hechos aislados y los resabios del positivismo. Y las concibe como retos para caminar en busca de una ciencia histórica con sujeto ­sueño eterno de todos los que creemos en la dialéctica de la subjetividad y la objetividad, el rejuego de ser y estar, de existir o asistir a la historia; decirlo vuelve a ser fácil, he allí el nuevo dilema. ¿cómo ser consecuentes con lo anhelado, con el ansia, con la necesidad? Asumir esta premisa, aceptémoslo, prefigura una cierta vocación para redimensionar el discurso de la historia y, por supuesto, el de la misma historiografía, que se ha venido produciendo a lo largo de los últimos treinta años. Redimensionamiento que opera como un vademécum para nuestra avidez temporizadora; como dispositivo crítico de una indistinción entre los hechos y sus interpretaciones. Aun más allá, incluso, de torpes determinismo y funcionalismos, de dilaciones entre la verdad y la mentira, entre los sueños y las vigilias de realidades y ficciones.

El proyecto Historia a Debate no quiere romper con una o varias corrientes para situarse cómodamente en otra; ni condena los dogmatismos para construir uno más. Tampoco invita a deshilvanar la creatividad de la historia ahogándola en las viejas polémicas circulares en torno al argumento de “hacer” y “pensar”, de ser y de estar, de suponer y de realizar, que suelen conducir a las Imposturas de la cátedra o a nihilismos intelectuales. Y como su más importante propósito es crear un escenario en el que los papeles y parlamentos no están preasignados, permítanme sugerir algunas de las tareas que, desde el momento mismo de plantearlas, nos acreditarían como signatarios activos del Manifiesto que presentamos.

Podríamos, sin temores escolásticos o falsos recatos académicos preguntarnos ¿cuáles son los nuevos paradigmas de la historia, más allá de la escuelas o corrientes hegemónicas de la historiografía del siglo XX? y plantearnos con rigor y seriedad la posibilidad y la urgencia de forjar una nueva construcción metodológica y hermenéutica del hacer y del pensar la historia. Asimismo, deberemos revisar los dogmas y los prejuicios establecidos por las diversas corrientes y sus legatarios, para revitalizar sus aciertos y escudriñar sus errores. Repensar el sujeto histórico, mirar bajo una luz nueva la intersubjetividad y postular un objeto histórico libre de esencialismos y de autocensuras. En fin, aminorar el significado que se la ha atribuido a la ortodoxia teórica sin bases sólidas, para bosquejar la ortopraxis del historiador, haciendo vigente la tesis de que sin vida no hay historia.

El Manifiesto se ha configurado a partir de muchas voces, cuyo punto de encuentro es el estudio del pasado y que, por lo mismo, miran siempre al porvenir. De ahí que, naturalmente, Historia a Debate, se conciba como un espacio idóneo para el relevo generacional académico. Porque sólo hay fiesta cuando se mata muriendo y se muere matando. Dando paso a la imaginación y a la pasión se rompe con los reductos acomodaticios de sólo seguir el camino. Sabia virtud de interpretar el tiempo como lo demuestra la obra diversa y por ende de vocación universal de Robert Darnton, Norman Simms, Georg Iggers, Ciro Cardoso, Jacques Revel, Hubert Watalet, Peter Burke y el mismo Carlos Barros, Enrique Florescano, Antonio García de Léón  algunos de quienes han participado en esta empresa.

Para Historia a Debate la historia debe estar al servicio de las mayorías sociales y reivindicar el compromiso con los valores existenciales de una ética planetaria. Por ello en esta propuesta encontrarán su lugar todos aquellos que se preguntan por la verdad, desde el deseo del conocimiento del pasado y quieran trascender la mirada autocomplaciente y yoíca de la falsa erudición circular de grupos, sectas y academias que, acaban por negarse así mismas, cuando sólo están preparadas para cumplir el ritual de repetir el discurso del Amo.

México, Tlalpan – Ciudad Universitaria, a 5 de julio de 2002

Antonio García de León

Sobre Historia a Debate

Desde la década de los treinta del siglo pasado, Benetto Croce decía que «los requerimientos prácticos que laten bajo cada juicio histórico dan a toda la historia carácter de historia contemporánea. Por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos por ella referidos la historia, en realidad, está en relación con las necesidades actuales y la situación presente en que vibran aquellos hechos» A partir de esta contemporaneidad de todas las preocupaciones del pasado que ha producido la química del texto histórico, de la circunstancia presente, cada vez más aceptada, que posee cualquier reflexión sobre el pasado, surge en julio de 1993 una comunidad trasnacional de historiadores que realiza en ese año el Primer Congreso Internacional de Historia a Debate, en donde se pretende discutir precisamente esa actualidad de las preocupaciones metodológicas y existenciales de los historiadores. Animado por Carlos Barros, este club cada vez más internetizado realizó en julio de 1999 su segundo Congreso Internacional, de hecho siguiendo la frecuencia de cada seis años del llamado Jacobeo religioso alrededor de las peregrinaciones a Santiago de Compostela y a la tumba de su ápostol. Al igual que su referente religioso, historiadores de más de 40 países realizan cada seis años su peregrinación particular a Santiago, animados no solamente por visitar la tumba del ápostol matamoros, el primer integrista anti-islámico de la historia o por contemplar el acrobático vuelo del botafumeiro al interior de su catedral-, sino por acudir también a esta cita con el debate historiográfico, que, para quienes realmente toman en serio la historia, adquiere un carácter cuando menos reverencial. Así que ya desde ahora, preparamos maletas para nuestro próximo «mundial» a realizarse en el 2004…

Hay que decir además que la participación de los historiadores latinoamericanos en estas nutridas peregrinaciones a Santiago de Compostela, a lo que se perfila ya como la Meca de la discusión histórica, se debe en mucho a la labor hecha por el mismo Carlos Barros en las universidades de este lado del charco. Gran parte de este esfuerzo se lo debemos pues a la terca decisión del profesor gallego de meternos en camisas de once varas, metodológicas y existenciales y hacernos participar en una gama intensa de discusiones de todos los temas que atañen a la historia desde la enseñanza de la historia, que tiene en el evento gran relevancia, hasta cómo rescatar la memoria frágil de los documentos electrónicos. Así, en el primer Congreso de HaD, la contribución de las ponencias de América Latina mereció también, además de las Actas, una publicación especial (América Latina) en la que participamos varios profesores de esta Facultad, así como historiadores de varios países iberoamericanos.

Además de los Congresos y después de varios años de actividad, HaD y su grupo animador, han logrado crear una inmensa comunidad que discute toda clase de temas en la red, por medio del correo electrónico, a través del chat o visitando la página web de un proyecto que empezó de manera modesta, pero que la ansiedad de nuestros tiempos ha hecho ya un referente para los historiadores navegantes, los que aprovechan el anonimato de la red, para quienes tienen tiempo de hacerlo y para quienes se preocupan por iluminar de cuando en vez la marcha inexorable de su propio quehacer historiográfico. Gracias a ello, nuestros sitios de correo se ven a menudo enriquecidos por interesantes discusiones entre argentinos, rusos, franceses, africanos, españoles o japoneses, conocidos internautas y redomados discutidores, llegando realmente a congestionar las atrasadas configuraciones de nuestro arcaico servidor de la UNAM.

Ampliando su margen de propuestas, y coincidiendo con el episodio fundador del nuevo siglo que fue la demolición de las torres gemelas el año pasado, HaD circuló un Manifiesto que formula 18 propuestas metodológicas para hacer retornar a la historia por el buen camino de la tradición historiográfica densa y advertirnos de paso sobre los peligros del retorno a la vieja historia, las trampas del «subjetivismo resucitado por la corriente posmoderna a finales del siglo XX», las amenazas del «giro positivista y conservador que amenaza con devolver nuestra disciplina al siglo XIX», etcétera. Un documento que servirá de reflexión de las propuestas y enunciados, cada quien a su manera. Es así como, una vez advertidos de los peligros que acechan nuestro quehacer, HaD propone varias vacunas metodológicas que seguramente tranquilizarán a quienes nos tomamos en serio la historia y tratamos de mantener actualizados nuestros programas antivirus. Como no conozco las Actas, o tal vez vienen en camino, quisiera referirme al Manifiesto, que cualquiera puede bajar de la red un documento que además está sujeto a críticas, adendas, nuevas propuestas y modificaciones. Producto pues de estas discusiones, el texto es realmente colectivo y resume muchas de las preocupaciones de este principio del siglo.

Primeramente, el Manifiesto propone 18 temas que resultan muy interesantes, pues resumen en gran medida los temores y desasosiegos que asaltan a la comunidad de los historiadores en un momento de incertidumbre generalizada en donde los viejos paradigmas, por feos que resulten, pueden jugar el papel de troncos flotantes en una inundación cuyas dimensiones desconocemos. Estos referentes para «explicitar y actualizar nuestra posición en diálogo crítico», como dice el documento, son los siguientes

Primero, una ciencia con sujeto que no sea ni la historia objetivista de Ranke, ni la historia subjetivista de la posmodernidad, sino «una ciencia con sujeto humano que descubre el pasado conforme lo construye»… 2) una nueva erudición basada en nuevas fuentes, no sólo escritas, sino retomando los avances de las nuevas formas de hacer historia, 3) recuperar la innovación («llenando los odres viejos con vino nuevo», como dice el Manifiesto), con el fin de reivindicar de alguna manera el encantamiento de la historia, 4) Fortalecer la interdisciplina, pero de a de veras y no sólo como fórmula repetida, 5) Nos advierte contra la fragmentación, es decir, contra los nocivos efectos causados por el fracaso de la «historia total», efectos cuya inoperancia habría realmente que discutir, 6) Propone una tarea historiográfica consistente en salirle al paso a los acontecimientos históricos que vivimos con gran rapidez, haciendo historia contemporánea, o combinando ésta con las historiografías más tradicionales, 7) Es necesaria una historiografía global en donde la democracia de la red derrote el regionalismo, los nacionalismos y los elitismos jerárquicos y lentos, 8) Propone una autonomía del historiador en el sentido de la crítica, 9) Aconseja reconocer tendencias, afirmar identidades metodológicas y terminar con el caldo indiferenciado en el que hoy parecen nadar las historiografías… 10) Hay que reconocer la herencia recibida, es decir, no tirar al basurero de la historia las revoluciones historiográficas del siglo pasado (Annales, marxismo, neopositivismo, etcétera…, 11) Entrarle de plano a la historiografía digital y a las nuevas tecnologías, 12) Reconocer los retos del relevo generacional y el hecho de que nuestros alumnos a veces, según esto, son más conservadores que nosotros, y entonces qué vamos a hacer, 13) Es esencial practicar, según esto, una historia pensada, o sea, reflexionada una combinación de práctica y teoría que retome precisamente la justa dimensión del relato, 14) La aceleración histórica de la última década ha reemplazado el debate sobre el fin de la historia por el debate sobre los fines de la historia, en un punto en donde a los historiadores se nos da mucho más poder de presencia y convencimiento del que realmente disfrutamos… 15) Aquí, se propone reivindicar la historia, o sea, «la función ética de la historia, de las humanidades y de las ciencias sociales, en la educación de los ciudadanos y en la formación de las conciencias comunitarias»… El punto 16 trata de llamarnos la atención y, aprovechando los «tiempos de paradójicos retornos», sobre otro retorno posible «constatando y alentando la vuelta al compromiso», es decir, volver a la tradición comprometida de los intelectuales del siglo pasado «Contrapeso vital», se nos advierte, «para conjurar una virtual escisión de la escritura académica de la historia respecto de las mayorías sociales que financian con sus impuestos nuestra actividad docente e investigadora». Por último, en sus puntos 17 y 18 , el Manifiesto propone una reflexión sobre el presente y el futuro, así como la construcción de un nuevo paradigma, que el texto ubica de plano en las luchas actuales contra los efectos y estragos de la globalización.

No sé si seguimos con todo esto llenando los odres viejos con vino viejo, pero, independientemente de estos ires y venires, la labor de HaD me resulta particularmente interesante, pues el inmenso corpus producido por sus dos congresos, sus gruesas Actas y por todo lo que acompaña a esta reflexión en la red, seguramente dará muchos mejores frutos en la propia producción de los historiadores que participan en el debate. La volatilidad de muchas discusiones, la desigualdad inherente a un debate novedoso por el uso de la red, contienen un elemento valioso, el de la interactividad, que tendría que ser reproducido en el nivel local y usado para sacar a la historiografía de la estrechez de las aulas. Creo que HaD tiene mucho que enseñarnos para romper aquí los prejuicios, las cárceles de aire y la reflexión solitaria a la que nos obliga un sistema de competencia que nos metió a todos en el juego de trabajar con criterios productivistas que limitan la productividad. Con todas estas dificultades es difícil hacer escuela, formar grupos de trabajo y pensar colectivamente, pero tal vez la misma precariedad a que nos hemos visto arrinconados nos ayude a romper esas barreras. HaD es en eso, un ejemplo y un buen comienzo…

Guillermo Turner
Algunas palabras sobre las Actas del II Congreso de Historia a Debate

Como se sabe, el II Congreso Internacional Historia a Debate se realizó del 14 al 18 de julio de 1999 en Santiago de Compostela. Este Congreso, como el anterior de 1993, fue pensado “como lugar de encuentro, discusión y consenso” para historiadores de diversos orígenes, países, especializaciones y comunidades académicas. Algunas ideas rectoras de este Congreso, planteadas por Carlos Barros, y que me parecen centrales, fueron: “la historia debe ser hija de su tiempo” y “si cambia la Historia cambia la escritura de la Historia” .

Las Actas del II Congreso Historia a Debate  son tres tomos de cerca de 400 páginas cada uno. En ellas aparecen 75 ponencias de historiadores de 40 países , así como las discusiones de 19 Mesas Redondas, participaciones que reflejan de una manera muy clara las inquietudes del momento de historiadores de muy diversos ámbitos. Existe, por otro lado, un Libro de resúmenes o abstracts de las ponencias que aparecen en los libros de Actas y que se puede consultar en la página Web de Historia a Debate (www.vps12.h-debate.com).

Carlos Barros, profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, Secretario y organizador de los 2 Congresos realizados de Historia a Debate, ha señalado con razón, que estas Actas, así como las anteriores, ”constituyen ya una buena enciclopedia de la evolución de la problemática historiográfica” de finales del siglo XX. A la vez, apunta, que Historia a Debate podrá ser “una radiografía excepcional de la situación de la disciplina de la historia ante el nuevo siglo”.

Algunos problemas y preocupaciones que con frecuencia se abordan o se tocan tangencialmente en las ponencias y en las mesas redondas, ya a favor, ya en contra, son cuestiones como la globalización, la modernidad y postmodernidad, la narrativa, la fragmentación o el compromiso ético del historiador. En este II Congreso (y en sus Actas) se constata la idea de que “la vieja y mecánica relación centro/periferia ya no sirve para explicar la situación actual de la historiografía mundial (…) que todas las historiografías nacionales son, o pueden ser, centro y periferia”.

II.

Para dar un panorama general de los contenidos de estas Actas, mencionaré los rubros en que fueron reunidas las ponencias y posteriormente, las mesas de discusión:

En el tomo I aparecen temas reunidos bajo los siguientes índices: “Balance de la historiografía del siglo XX”, “Crisis de la historia, cambio de paradigmas”, “Retorno del sujeto y fin de la violencia”, “Mentalidad, alteridad, multiculturalismo”, “Pasados y presentes, pasados y futuros”. En el tomo II: “La historia en el siglo XXI: nuevos enfoques”, “¿Cómo hacer historia global?”, “Nuevas tecnologías y escritura de la historia”, “Historia ecológica, historia general”, “¿Qué historia vamos a enseñar en el nuevo siglo?” Y en el tomo III: “Historiografía, definición e historia de la ciencia”, “Historia, historiografía y globalización”, “Historiografía y narración”,  “Historiografía pos-colonial”, “Oficio de historiador y “Especialidades históricas: convergencias”.

Por su parte, las mesas de debate que aparecen en el tomo I son: “Balance de la historia del siglo XX”, “Mitos, historiografía y nacionalismo”, “Chiapas y la historia”, así como “Sexualidad, historia y política”. Las mesas del II tomo son: “El historiador y el poder”, “El debate de las humanidades: balance y perspectivas”, “El historiador, la ética y el compromiso social”, “Historia, empleo y relevo generacional”, “Universidad: acceso al profesorado y carrera docente”, “¿Sigue siendo la historia una ciencia?”, “Historia y discurso, narración y ficción” y “Postmodernidad, historia y Nueva Ilustración”. Por último, las mesas del tomo III son: “La interdisciplinariedad a debate”, “¿Está obsoleta la división de la historia en áreas cronológicas?”, “Mujeres y hombres, ¿una historia común?”, “Teoría e historia: una relación difícil”, “La historiografía gallega a debate”, “El futuro de la historiografía española” y finalmente, “La historiografía latinoamericana y su identidad.

A título de ejemplo de lo que representó este Congreso Internacional y de las Actas que dan cuenta de él, quiero referirme a 2 de las Mesas Redondas, por lo que encerraron, tanto en contenidos, como en las formas y fluidez comunicativas que pusieron en juego entre los participantes.

III.

Si bien en las ponencias siempre encontraba uno novedades y planteamientos de sumo interés, en mi opinión, el mayor valor de este Cogreso se concentró fundamentalmente en las mesas, pues fue justamente allí donde se daba a la vista de todos el intercambio, la crítica, la argumentación y el consenso vivo de los historiadores y otros profesionales vinculados con la historia. Esta relación se daba de una manera directa, sin prácticamente ninguna  mediación, como papeles, redacciones eufemismos y circunloquios. En verdad fue algo digno de oírse.

En este momento, no puedo más que intentar reconstruir los puntos clave de las discusiones de dos de estas mesas.

“Mesa A. Balance de la Historia del siglo XX”

En la “Mesa A. Balance de la Historia del siglo XX” participaron inicialmente: Georg Iggers de la Universidad de Nueva York, Hall S. Barron, de la Universidad de Claremont, California, Mercedes Vilanova, de la Universidad de Barcelona, Mei Duanmud, del Instituto de historia mundial de la Academia de las Ciencias Sociales de China, Robert Bonnaud, de la Universidad París VII, Matti Peltonen, de la Universidad de Helsinki, María G. del Pozo, del IES  de Soria y Montserrat Huguet de la Universidad Carlos III.

Se planteó en esta mesa que el postmodernismo ha tenido en realidad pocas repercusiones sobre la historia, pero que de cualquier manera resulta necesario discutir hasta qué punto y de qué manera ha influido en este campo del conocimiento. Igualmente se sostuvo que la postmodernidad es una especie de disfraz que lo único que revela es “un gran vacío teórico en la historiografía” en la actualidad.
En esta mesa se examinó el alcance de la noción de “fragmentación” en la disciplina de la historia, así como en la vida cotidiana del presente. Se defendió la diferencia que existe entre una fragmentación y los estudios de carácter monográfico o locales. Sobre la historia social clásica se plantea que ésta se encuentra conformada por miles de monografías inscritas en un programa sobreentendido de historia general.
Por otra parte se considera la posibilidad de que en la actualidad se esté viviendo un proceso contrario, es decir, de unificación y que la historia esté reuniendo una serie de temas y saberes antes aislados, marginados u olvidados.

Asimismo, se deslinda a la microhistoria de cualquier proceso de fragmentación, señalando que aunque este tipo de historia es diferente a la monografía, aquélla destaca el conocimiento de los procesos sociales, reconstituyendo lo social en la base misma de la historia. Este tipo de enfoque y tratamiento historiográfico, más cercano a los hombres y mujeres reales, no pierde de vista los procesos más amplios en los cuales quedan inscritos.

Se tocó en esta mesa el asunto del público atraído por el conocimiento de la historia. Se señaló que ahora, mientras que las teorías y metodologías se hacían más complicadas u obscuras para mucha gente, parte del público se interesaba más por la historia social debido a su vinculación a temas como la etnicidad, la identidad y la sociedad multicultural.

Fue discutido el asunto de los nexos y límites entre los historiadores profesionales y otros hacedores de historia, no propiamente historiadores en el sentido tradicional del término.

Se señaló que si bien es cierto que la historia la escribían los vencedores, ésta no era ya escrita sólo de esa manera, sino que los vencidos eran también sometidos a una crítica real y que los marginados estaban siendo cada vez más parte de la historia, en particular, de la microhistoria.

“Mesa N. ¿Está obsoleta la división de la historia en áreas cronológicas?”

Los participantes iniciales de la “Mesa N. ¿Está obsoleta la división de la historia en áreas cronológicas?” fueron: Santiago Castillo de la Universidad Complutense de Madrid, Robert Bonnaud de la Universidad París VII, Fernando E. Dovalle, profesor Rede Municipal de Niterói, Brasil, Javier Castro de la Universidad Autónoma de Madrid, Daniela Romagnoli de la Universidad de Estudios de Parma y Didier N. Marquiegui de CONICET, Argentina.

Fue abordado el problema general de las cronologías en sus diversas manifestaciones como: la división de la historia en áreas cronológicas o edades, las periodizaciones y el uso de los marcos cronológicos.

Concretamente, se discutió la utilidad o no de la división de la historia en áreas cronológicas, Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea, así como de periodos culturales o ideológicos como Renacimiento, Ilustración, Revolución Industrial, etc. y finalmente la ubicación cronológica de procesos por medio de siglos.

Se estuvo de acuerdo en que el uso de las cronologías era un asunto de convenciones y como tal podían ser suplidas por otras diferentes.
Una de las objeciones a dichas divisiones fue que se trata de cronologías eurocéntricas que, al hacer homogéneo al tiempo, no dan cuenta de la cultura y particularidades de los procesos históricos de otras zonas del mundo.

Un segundo problema en torno al uso de las divisiones consistía en su falta de reconocimiento a los avances conceptuales y metodológicos alcanzados por la historia.

Otra objeción a dichas divisiones surgía de su poca adecuación para el caso de ciertos procesos históricos o bien, de la falta de una verdadera o estrecha relación entre procesos históricos muy diferentes pero que quedan ubicados en la misma área cronológica, período o siglo.
Por otro lado, se planteó la pregunta ¿por qué, si estas divisiones eran obsoletas, no habían quedado superadas? La respuesta fue que el tiempo, ya en su versión lineal o de procesos sociales específicos, todavía seguía siendo “un concepto fundamental de la historia, el eje de la historia”.

Se sostuvo que “no existe un único sistema de datación capaz de dar cuenta de [todo] un conjunto de acontecimientos”, sino que todas las construcciones cronológicas tienen una legitimidad al ayudar a responder las preguntas que se hacen los historiadores.

Entre las ventajas de recurrir a estas áreas cronológicas y periodizaciones estaba su utilidad en la enseñanza, divisiones que habían ganado un lugar en las universidades a partir de la Primera Guerra Mundial, antes de la cual sólo se impartían cátedras de historia general.

El tiempo cronológico, se defendió, es “un parámetro … para localizar y disponer los acontecimientos”. Se trata, de un “instrumento”, que como tal, sigue siendo útil.

A través de las áreas cronológicas los historiadores de diversas especializaciones y regiones logran intercambiar conocimiento y experiencias con base en contextos compatidos.

Se señaló que las cronologías no podían abandonarse, que si bien es posible y necesario cuestionarlas, en cualquier caso habría que construir o proponer otras, por supuesto, de mayor coherencia y utilidad práctica.

Para algunos, era necesario primero poner en claro: en base a qué habría que periodizar, si había que hacerlo en función de un Estado nacional o bien, en base al tema estudiado.

Para otros, la dificultad residía, más allá de las cronologías ceñidas a temas específicos, es decir, en plantear grandes áreas cronológicas con base en sistemas culturales homogéneos.

Se argumentó que a fin de cuentas la Historia no era una ciencia del pasado, sino una ciencia del tiempo.

Las opiniones se mantuvieron divididas. Parecería que el problema de las edades, periodizaciones y cronología era visto desde dos vertientes: una interna y la otra externa. La primera, buscaba resolver el problema a través del uso de periodizaciones o sólo de cronologías, a partir de los propios procesos estudiados, es decir, resolvía este problema desde el mismo objeto de estudio. En este caso, la búsqueda de la especificidad del fenómeno histórico estudiado parecía tener un mayor peso. Esta corriente de pensamiento sostenía la obsolescencia de las Edades. La segunda perspectiva, esto es, la externa, aceptaba más fácilmente las divisiones convencionales y recurría a las edades y periodizaciones establecidas, logrando obtener a cambio un mapa o esquema general de historia, si bien lineal y polémico.

Hubo una tercera postura que consideraba que era igualmente absurdo el uso de siglos, dado que no necesariamente hay correspondencia y sentido entre los procesos históricos de dos países o regiones diferentes.

Se dijo por otra parte, que este problema de periodización quedaba hoy estrechamente vinculado a la teoría de la clasificación del campo de la informática.

Ahora bien, si es cierto que fue especialmente en las mesas redondas donde palpablemente tuvo lugar el debate y el diálogo, también fue evidente que en diversas intervenciones no siempre surgía el debate, en gran medida, me parece, por la enorme cantidad de inquietudes y preocupaciones muy específicas de los participantes en torno a la historia, que convertía algunas propuestas en actos sin respuesta y a ratos en aparentes monólogos. Hay que reconocer igualmente, que en términos generales la comunidad o comunidades de historiadores de diversas regiones y países, por razones de la propia formación profesional o por falta de hábito, no estamos muy acostumbrados a la comunicación fluida y al diálogo con otros colegas, y por ello mismo, tampoco al debate, esto es, a la posibilidad de conocer y explorar otras posturas o bien, algunos de sus argumentos.

Esto no significa que por parte de los participantes no existiera una alta valoración del debate, sus acuerdos y desacuerdos y toda la disposición personal hacia la cultura dialógica que esto conlleva. Simplemente señalo que es precisamente este tipo de espacio que abre el Coloquio de Historia a Debate, lo que hoy necesitamos los historiadores más que nunca.

IV.

Por último, quiero retomar algunos de los puntos que planteó Carlos Barros en su ponencia “El retorno de la historia”, pues además de resultar de gran interés, sus planteamientos pueden ayudar a captar el espíritu del evento del cual surgen las Actas en cuestión.

Considera Barros que la historia ha sufrido una crisis en los términos de la teoría de Thomas Kuhn, es decir, que los grandes paradigmas del siglo XX han dejado de serlo.

Carlos Barros estima que actualmente la historia se ve enfrentada tanto a concepciones postmodernas, así como a reacciones radicales ante esa corriente postmodernista, como son las manifestaciones de neoconservadurismo. Estos dos extremos deforman el sentido profundo de la historia, a mi entender, amenazando uno su existencia y el otro su libertad. En cuanto al origen de estas dos amplias corrientes, creo que es difícil decir cuál arribó primero a la historia. Me atrevo a pensar que han podido crecer de manera simultanea, sin ser una necesariamente el origen o la causa de la otra.

En cuanto a los retornos específicos que ha experimentado la historia, el “giro narrativista” sería uno de ellos, el cual consiste en un regreso a la historia narrativa, vinculado al cuestionamiento que hacen los narrativistas duros, no sólo a todo ingrediente calificado como “positivista”, sino a la negación de cualquier tipo de fundamento , tanto a las aportaciones historiográficas del siglo XX, como a las anteriores. Este enfoque “concibe la historia como un estilo literario”. Es en este marco que Barros plantea que han resurgido los tratamientos tradicionales de la biografía y la historia política.

Otra fase del retorno de la historia ha consistido en cifrar de nuevo las esperanzas de certeza, fundamentalmente en las fuentes y su crítica, lo cual ha llamado “giro positivista”.

Explica Carlos Barros que la forma de concebir la historia no dependa de la situación generacional, si bien considera que los jóvenes en general estarían en una mejor posición para captar los problemas y las soluciones. Ante estas corrientes, Barros propone que “Después de la crítica destructiva del postmodernismo y de la reacción neoconservadora de los retornos, sólo queda por probar […] la reconstrucción orientada hacia un futuro […] global.”.

La solución a estos retrocesos sería una revolución historiográfica. Y la manera que propone Barros para realizarla, es por la vía de la ciencia. Para empezar, poniendo al día los historiadores nuestro concepto de ciencia, de manera análoga, -no igual-, a como se ha planteado en diversas disciplinas científicas. Concretamente, por medio de “Síntesis y reflexión, reconstrucción y reforma, investigación y debate: ahí están algunas de las bases esenciales del cambio de paradigma que necesitamos”.
Por otra parte, los historiadores no podemos ceder a otros profesionales nuestra responsabilidad histórica de hacer reflexión historiográfica de fondo.

Un nuevo paradigma historiográfico no excluye la historia narrativa, sencillamente se opone a que la historia deje de ser científica. En este sentido, la verdad, a pesar de sus dificultades y la relatividad que encierra, no puede dejar de ser un concepto clave para la historia.